Cinismo en una novela de Juan Marsé

El 18 de julio de 2020 murió en Barcelona, a los 87 años, uno de los principales referentes de la literatura
española del siglo XX. A un año de distancia recordamos a Juan Marsé con este ensayo
sobre una de sus novelas menos conocidas, no por ello menos digna de ser puesta sobre la mesa de disección:
Rabos de lagartija. Mercedes Rodríguez Abascal, especialista en la obra del catalán, ofrece claves de lectura
para este libro que aborda la posguerra civil y que, al modo faulkneriano, presenta a un retrasado mental como narrador.  

Juan Marsé (1933-2020).
Juan Marsé (1933-2020).Fuente: jotdown.es
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El mundo entero al alcance de todos los perros.

Juan Marsé

Ha dejado un hueco difícil de llenar en las letras de habla hispana. El ingenio autodidacta de Juan Marsé (1933-2020) lo llevó a ser joyero, traductor, profesor, guionista; trabajó en revistas y en publicidad. Sus novelas muestran situaciones brutales vistas por un ojo inocente; quizá ahí radica la potencia de su obra. En 1973 ganó el Premio Internacional de Novela por Si te dicen que caí, publicada en México, pues fue censurada en España. Recibió el Premio Planeta, el Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y del Caribe y, en 2008, el Premio Cervantes, entre otros.

Según la académica María Esperanza Domínguez, su obra está adscrita al realismo narrativo. En cierto sentido, para comprenderla se tiene que entender la aventis, “mezcla de imaginación y realidad en las historias relatadas por un grupo de niños, contadas a su vez por la voz de un narrador”.1 La psicología de la aventis implica “que la imaginación reinterpreta el entorno hostil”.2

Las tramas de Marsé pasan de la risa a la confrontación y evidencian el peso de la censura. Entre sus novelas destacan, por mencionar algunas, Últimas tardes con Teresa, Si te dicen que caí, La muchacha de las bragas de oro, Ronda de Guinardó y Rabos de lagartija, que ganó en el 2000 el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Narrativa.

LA CRÍTICA SOCIAL a lo largo de toda su obra es innegable. La novela Rabos de lagartija expone, como el resto de su trabajo, la difícil situación de los años de la postguerra en Barcelona. El protagonista es un adolescente de catorce años que enfrenta la huida del padre, Víctor Bartra, a consecuencia del régimen. Su madre, una hermosa pelirroja embarazada, lidia con la huida del esposo, la muerte de un hijo en batalla, un embarazo con preeclampsia, la difícil situación económica y el carácter fantasioso del hijo. El inspector Galván empieza a frecuentar y proteger a Rosa, lo que despierta en David resentimiento hacia él. El detonante para que David arme una especie de complot contra Galván es el perro Chispa. Galván dice que el animal debe ser sacrificado por viejo y, aunque David se niega, el inspector lo mata. El chico se encarga de vengar su muerte. Lo que hace aún más rica la novela es que el narrador es el hermano nonato de David. Al estilo Faulkner, el autor nos cuenta una historia a través de un retrasado mental.

Marsé juega con la ironía y el humor, lo que convierte la historia en una especie de tragedia cómica. Los héroes no lo son al estilo de los clásicos. El padre de David se le aparece con el culo rajado, mientras un soldado de la Segunda Guerra Mundial fotografiado en un póster baja a hablar con el solitario muchacho. David y su madre viven en el antiguo consultorio de un otorrinolaringólogo, detalle irónico, pues el joven padece acúfenos, enfermedad en la que se escuchan sonidos internos; es el mismo mal que padecía Marsé. El título de la novela se debe a que David busca hacer un remedio con rabos de lagartija para curar a su amigo Paulino.

El escritor convierte la historia en una tragedia cómica. Los héroes no lo son al estilo de los clásicos. El padre de David
se le aparece con el culo rajado, mientras un soldado fotografiado en un póster baja a hablar con el solitario muchacho

Chispa, el perro de David, bien podría pertenecer a la raza de canes cínicos de la tradición literaria española. Cervantes encabeza el linaje con El coloquio de los perros, hasta llegar a Miguel de Unamuno, Azorín y Pío Baroja. Según estos autores, el comportamiento de los animales tiene en común la filosofía perruna de Diógenes, que se aleja del cínico moderno, en la cual los escándalos de índole moral y espiritual son eje de acciones bajo el escudo del cinismo.

El filósofo Peter Sloterdijk, en Crítica de la razón cínica,3 afirma que en la modernidad el cínico es aquel que logra un desenmascaramiento político, económico y de la psicología de las profundidades, pero este falso cinismo conlleva a un engaño reflexivamente más complejo que el simple hecho de desenmascarar al otro. Coloca el mecanismo del engaño tras una falsa conciencia; en otras palabras, se engaña y se es engañado. La teoría de Sloterdijk, por otra parte, supone que se puede observar el mecanismo del error. No sólo se pueden sufrir engaños, también se pueden utilizar contra el otro.

LA PROBLEMÁTICA SOCIAL y política en la Barcelona de la postguerra que presenta Rabos de lagartija evidencia el cinismo moderno, aunque Marsé, al estilo de los filósofos cínicos, evita la retórica y deja que las acciones de los personajes hablen por sí mismas.

El escritor utiliza a Chispa y a David como personajes que son reflejo del barrio. Chispa ha perdido a su amo, el señor Augé, un rebelde desaparecido por el régimen. David Bartra ha perdido a su padre bajo las mismas circunstancias. El encuentro entre los dos huérfanos, púber y perro, hace al lector cuestionarse quién toma el papel de amo y quién, el de adoptado. ¿David adopta a Chispa o es a la inversa? Marsé, con ácido sarcasmo, diluye la situación precaria de ambos, expone a un perro enfermo, débil, viejo y desamparado, y a un supuesto protector joven, lleno de vida, pero con un futuro incierto. ¿Cuál de los dos personajes necesita más del otro?

Tal parece que el novelista recordara la anécdota de Diógenes en el mercado de esclavos gritando: ¡Busco un amo! Así, Chispa y David se eligen. Del encuentro surge de inmediato una amistad. Diógenes, el cínico, hablaba de la amistad como la relación que permite que una sola alma repose en dos cuerpos. El vínculo de amistad amo-perro no logra romperse ni con la muerte de Chispa. No tiene importancia si el perro sólo vive en la imaginación de David; sigue siendo un reposo para el adolescente y el receptor de sus cavilaciones. Chispa y los personajes imaginarios de David nos hacen llegar a su conciencia, lo que dota a la novela de un amplia polifonía.

Juan Marsé
Juan Marsé

El autor nos presenta a un perro con la sabiduría ancestral del cinismo, heredada de manera natural, fuera de toda filosofía dogmática. La simpleza de los actos de Chispa lo hace un personaje muy relevante en la historia. Asume su presente con sabiduría, no se rebela al dolor físico, ni siquiera a su propia muerte, pero puede defecar donde le venga en gana.

SLOTERDIJK MENCIONA que en todo idealismo se encuentra una conciencia cínica, más cuando se trata de politizar el saber como un poder. El más grave cinismo moderno es utilizar el poder bajo el pretexto de un ideal. Así, el cínico moderno actúa de manera acomodaticia y, por medio del saber, ejerce el poder, sin importar los medios utilizados. En contraste con el cinismo de Chispa está el inspector Galván, que actúa como cínico de la modernidad, aunque Marsé, sin juicios valorativos, expone cómo el hombre con poder también es víctima del sistema.

El ser humano, según Sloterdijk, tiene el impulso de la autoconservación y, bajo la máxima saber es poder, ejerce el temor al otro con el argumento de la razón, todo con un porvenir catastrófico. La autoconservación en épocas de crisis es la sobrevivencia, un concepto vital para entender la problemática en la obra del español. El inspector Galván representa al cínico moderno, que tiene el poder sobre los débiles: Chispa y David. Pero Galván, a su vez, es víctima del sistema: engaña para ser engañado. El conflicto del cínico moderno no excluye a nadie; la madre de David, la pelirroja, acepta los regalos del inspector. Por autoconservación se olvida de que el hombre que le trae regalos pertenece al sistema que ha frustrado su futuro. A su vez, Galván engaña a su conciencia, cínicamente olvida y justifica sus acciones para así poder convivir con los mismos que oprime.

AUNQUE EL CÍNICO MODERNO se engaña y es engañado, Marsé no hace de ese principio una forma maniquea de la maldad y la bondad. No desarrolla personajes enteramente malos ni buenos; todos son víctimas de un sistema moderno, todos se adaptan como mejor pueden para no salir tan maltrechos. A diferencia de todos los personajes, el único que no llega a corromperse con el cinismo de la modernidad es el perro, el animal viejo, sucio y enfermo. Chispa no se engaña, tampoco se deja engañar; acepta su destino con la naturaleza de su estirpe.

En rabos de lagartija, Marsé no intenta exponer a un individuo sino a toda una comunidad. El comandante Galván personifica cualquier jerarquía de un barrio pobre de la Barcelona de la época .

Entonces, ¿un cínico moderno es tener el saber y utilizarlo a la propia conveniencia? Al parecer, Marsé así lo ha-ce sentir, pero más como una fatalidad que como una elección. La autoconservación permite todo, sin escrúpulo alguno. En contraste, Chispa, como bien precisa su nombre, es un chispazo de luz, un respiro ante lo viciado del ambiente. El animal alumbra el camino con una verdadera filosofía cínica en acción.

EN RABOS DE LAGARTIJA, Marsé no intenta exponer a un individuo sino a toda una comunidad. El comandante Galván personifica cualquier jerarquía de un barrio pobre de la Barcelona de la época. El escritor ironiza la vejación social a través de situaciones que llegan al ridículo, como un padre-héroe ebrio que se raja el culo en una escapada de la poli, un joven travesti enajenado por el asesinato de un can viejo, remedios para curar con rabos de lagartija al amigo violado y el narrador que es un neonato idiota. La ironía tiene una clara tendencia de corte sociológico, donde el conflicto real es el abuso. Es un retrato de la realidad, pero con divertimentos para relajar la tensión, como son los personajes imaginarios de David y los acúfenos como distractores del sonido del exterior.

El personaje principal en Rabos de lagartija es el adolescente de catorce años que está en el proceso de reconocimiento del propio yo, vive la difícil tarea de ubicarse tanto dentro del mundo exterior como interior. El protagonista desarrolla varias manifestaciones de búsqueda; el ejemplo más claro es el travestismo de David como exploración sobre su identidad sexual. Se disfraza de Amanda, su alter ego femenino, y con la protección del anonimato se desdobla en otro personaje. De esa manera se da licencias para realizar actos que como David Bartra no le están permitidos.

El disfraz, la máscara o el cambio de personalidad crea cierta imprecisión sobre la certidumbre de los actos de Amanda en la vida real y deja en el lector la sensación de que los hechos podrían haber sucedido sólo en la imaginación de David.

A través de la novela ocurren transfiguraciones de tiempos y espacios que sólo suceden dentro de la cabeza del adolescente. Así, la ambigüedad es la constante: no se sabe con certeza la veracidad de acontecimientos como la orientación sexual del joven, en tanto la presencia real de vivos se confunde con muertos y desaparecidos. Hay que recordar que el narrador conoce la realidad por oídas. La historia llega en voz del neonato-narrador con discapacidad mental, quien no toma parte activa en los hechos.

En resumen, sus juegos narrativos generan sobre el lector la misma ambigüedad que sufre el protagonista. Así, ambos se encuentran en una especie de niebla entre realidad-ficción-fantasía y presente-pasado-sueño.

EN SU OBRA, Marsé presenta un mundo absolutamente realista. El universo de los muertos y de los perros parlantes es el delirio del protagonista y el deseo de escapar a un espacio fuera de su realidad. El universo imaginario de David se rompe cuando se enfrenta con la muerte. Desde ese momento no hay Chispa que hable, ni voz de un padre a la distancia.

El oráculo de Orfeo mitológico se olvida, no hay trato con Caronte para regresar al mundo de los vivos. El encuentro fatal con la muerte será del mismo David Bartra, quedando como único testigo la voz casi incomprensible del hermano idiota que trata de leer La guerra y la paz, casi como paradigma de la dualidad entre la vida y la muerte.   

Notas

1 Jael Tercero Andrade, Fragmentación y reconstrucción de la identidad en Rabos de lagartija de Juan Marsé, tesis para obtener el título de Maestría en Letras Españolas, UNAM, México, 2009, p. 9.

2 María Esperanza Domínguez Castro, Juan Marsé: Esencialismo simbólico, Cuadernos de Filología Hispánica, Universidad Complutense de Madrid, vol. 25, 2007, p. 60. http://revistas.ucm.es/index.php/DICE/article/view/DICE0707110057A/11774.

3 Peter Sloterdijk, Crítica de la razón cínica, Siruela, Madrid, 2007.

MERCEDES RODRÍGUEZ ABASCAL (Ciudad de México, 1970), escritora, licenciada en Ingeniería y en Letras, maestra en Humanidades, se dedica a la docencia e imparte talleres. Ha publicado en la antología Y se hicieron de palabras… (2008).