Los Circle Jerks

La canción #6

Circle Jerks
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La buena noticia era que venían los Circle Jerks; la mala, que tocaban en House of Vans, el lugar con la peor acústica en la Ciudad de México. Después de King Lizard no volvería a poner un pie ahí por la cámara de eco y el trato policial, pero la vida es irónica y puse los dos para escuchar a un grupo esencialmente antiautoritario. Tuve que hacerme de la oreja gorda ante la oportunidad de presenciar a mi cuarteto favorito de punk hardcore, la filosofía DIY a golpe de skanking que me inocularon en los ochenta con su disco Group Sex, aún lo conservo en vinil, caset y compacto. Eran imperdibles, porque los Ramones me abrieron los ojos al mundo y los Circle Jerks me enseñaron a leerlo entre líneas.

“Deny Everything” nos explotó como el bóiler en la cara y con el rock extremo hizo erupción el skank/slam/pogo/mosh de punks en llamas. Los creadores del género en la Costa Oeste no han perdido un gramo de consistencia ni la energía de su desmadre radical de alto impacto que culmina con los clavados del escenario.

No han perdido un gramo de consistencia
ni la energía de su desmadre de alto impacto

Al frente, el Jesucristo del hardcore, Keith Morris, con sus rastas hasta las rodillas y su voz de santo anarcopunk, es un performance alborotador. Y el guitarrista Greg Hetson, a quien vimos con Bad Religion blandiendo su sierra eléctrica Gibson SG. Vinieron con el bajista que les aguanta el paso, el actor y compositor Zander Schloss, y el tozudo baterista de Danzig y Queens of the Stone Age, Joey Castillo.Repasaron su historia en 32 canciones furiosas a prueba de excesos: el Group Sex completo por sus cuarenta años, intercalando el material de Wild in the Streets, Golden Shower of Hits, Wonderful, VI y Oddities, Abnormalities and Curiosities, en bloques de cinco rafagazos con el respectivo spoken de Morris. Cada canción sigue siendo una declaración de los otros principios en menos de tres, dos, un minuto, hasta el final con “Question Authority”. Canciones tan actuales que parecen escritas hoy en la mañana, como “When The Shit Hits The Fan”, tremendo riff ochentero sobre inflación, recesión, desempleo, seguro social y sobre cómo hay que empinarse para sobrevivir. Canciones que no envejecen.

En algún punto entre “I, I & I” y “Live Fast, Die Young” hubo un conato de bronca. Pero la violencia sistemática vino de los cavernícolas de seguridad contra el público. Morris no terminaba de aplacar a unos —be nice!—, cuando su roadie tenía que alivianar a otros. Un concierto punk de pies a cabeza. Logré salir molido y empapado, con esguince del tobillo derecho y un cabezazo en la quijada. Cuarenta años encima y los Circle Jerks me representan.