El cuarto jinete: la peor pandemia

El lugar común y la ignorancia suelen atribuir a la Edad Media una atmósfera de oscuridad, atraso
y cerrazón. En su más reciente novela, Verónica Murguía ofrece una historia tersa, bien hilvanada,
que no sólo revela ángulos contrastantes del medievo, sino que nos obliga a reconocer lo cerca que estamos
de aquellos hombres y mujeres, a estas alturas del siglo XXI. El hilo conductor es la peste
que azotó Europa durante el siglo XIV y en un par de años acabó con la vida de unos 200 millones de personas.

El cuarto jinete: la peor pandemia.
El cuarto jinete: la peor pandemia.
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Es 1350, año de Nuestro Señor. El Papa se encuentra exiliado en Aviñón. Mientras Alfonso XI de Castilla ha lanzado el quinto sitio contra Gibraltar, París es la ciudad occidental más importante, la más bella, la más populosa y la más inmunda. Jean de Venette, monje carmelita, escribe sobre la visión terrorífica de un cometa que pareció hacer de día la noche y lo interpreta como el anuncio del arribo de la Plaga. En un par de años habrán muerto 200 millones de personas en el planeta.

“Fue una especie de fin de mundo”, explica Verónica Murguía en una nota a El cuarto jinete, quizá el mejor libro publicado en México en el último lustro. Se trata de una novela coral que ubica la acción en uno de los momentos más álgidos de la peste, cuando la sociedad y su sentido espiritual se veían profundamente afectados. “Sólo Dios, que nos castiga por nuestros muchos pecados, podría salvarnos”, describe uno de los personajes, “pero Él ha vuelto Su rostro a otra parte y no nos mira ya”.

LA NOVELA NO RETRATA el medievo bucólico, ni el del amor cortesano o el de caballeros y doncellas, sino el de un paisaje urbano pestilente, de aldeas en lodazales llenas de cadáveres y basura. En un homenaje a Boccaccio o incluso a Chaucer, cada personaje cuenta su historia para luego perderse en el paisaje. Además, Murguía crea una prosa medieval o por lo menos algo que se le parece; no es la burda imitación de un lenguaje arcaico sino una propuesta sutil, sonora y melancólica para traer la Edad Media al siglo XXI. Entre los narradores están el propio Jean de Venette, pero también lavanderas, gente de la judería, carboneros, flagelantes y comerciantes, es decir, hay una polifonía de personajes menores que arman una historia contada casi exclusivamente desde el punto de vista de los plebeyos, quienes más vulnerables se encontraban al momento de la epidemia.

Los capítulos, autocontenidos y heterogéneos, a la manera de un mosaico de voces que en su conjunto integran una figura con los dos arcos narrativos principales, las historias de dos médicos que curan a los enfermos de París, contra toda indicación. Pero cada uno esconde su propio secreto. El de más edad es de hecho un musulmán fugitivo que abandonó a su esposa en Gibraltar al observar en ella los primeros síntomas de contagio. Huye a Francia, donde asume la identidad cristiana de Pedro de Hispania y persigue la cura tras conocer el célebre y verídico caso de Guy de Chauliac, un médico que se contagió y vivió para contarlo. Pedro atiende a los pacientes —sean pobres o ricos, judíos o creyentes— con entrega absoluta al prójimo mientras sospecha de la mezquindad cristiana. Su caridad está impulsada por el amor al otro, el amor a Dios y el remordimiento con el que carga. A su vez, Guy de Comminges, aprendiz de Pedro, esconde algo posiblemente peor: que es un médico sin vocación, inseguro, cobarde y de olfato afilado, a quien repugna la podredumbre que lo rodea, especialmente los fétidos cuerpos contagiados de peste.

Guy de Comminges esconde algo peor: que es un médico
sin vocación, inseguro, cobarde y de olfato afilado, a quien repugna la podredumbre que lo rodea

LA HISTORIA COMIENZA in medias res, cuando Pedro ya se encuentra en París y emprende un camino hacia la redención. Éste representa una cultura que es punta de lanza, la edad de oro intelectual y científica del Islam, mucho más avanzada respecto de la medicina que Occidente y también menos propensa al pensamiento mágico. Su historia concluye a manera de relevo para que el segundo arco arranque con fuerza en una espiral acelerada.

Si Pedro representa la sofisticación musulmana, Guy personifica el mundo cristiano en un momento de crisis, cuando su cosmovisión entera se cae a pedazos. “La Plaga había revelado la verdad sobre los hombres”, dice Guy para después contar cómo su corazón pedía por Jesús: “pero el Señor guardaba silencio. Como siempre”. Con el Armagedón a la vuelta, este inocente médico se debate entre rendirse ante el nihilismo o utilizar sus habilidades para el bien, por más fútil que parezca. Por medio de estos protagonistas novelescos, ubicados en contextos históricos, Verónica Murguía nos plantea disyuntivas modernas en “un libro corto sobre un asunto infinito”.

RESULTA SUMAMENTE TENTADOR traer al tema la circularidad de las circunstancias entre la pandemia del libro y la que seguimos padeciendo. Y no sólo por las muertes, sino también por las reacciones viscerales a éstas y el maltrato hacia el personal médico, por mencionar algunas de tantas coincidencias (Mrie, la cicatricera que no puede revelar su amplio conocimiento sobre yerbas por miedo a ser acusada de brujería, es un tributo a las mujeres que han arriesgado su integridad y su vida por salvar a los otros). Aun así, lo interesante de esta lectura es que El cuarto jinete no se trata de una alegoría del presente, por lo que insistir en los paralelismos coyunturales sería encerrar el libro en un contexto que a todas luces trascenderá.

La misma autora dudó de la relevancia de su libro y lo encajonó durante veinte años, hasta que la pandemia le regresó la vida. Murguía creía erróneamente que esta novela “no tenía nada que decirle” a un público moderno. Resulta, no obstante, que lo que le interesaba a ella —la Peste, la Edad Media y el pasado— nos interesa a todos. Quizá nunca sabremos cómo lucía aquella primera versión de la novela pero es evidente que el proceso culminó en un texto hecho para leerse y releerse, en un baúl de ansiedades y plagas, y en las mil y una voces de El cuarto jinete, un libro infinito para un tema sin fin.

SANTIAGO GONZÁLEZ SOSA Y ÁVILA (Ciudad de México, 1991), traductor y crítico literario, ha publicado reseñas en diversos medios culturales y ha traducido, entre otros, el libro de Marina Abramovic, Derribando muros (2019).