Annie Ernaux

La escritura del cuerpo femenino

Premio Nobel de Literatura 2022, la francesa Annie Ernaux se ha manifestado en diversas ocasiones contra las feministas que dictaminan a otras mujeres qué pueden hacer o no: una suerte de tribunal que se pretende incuestionable. Y es que, contraria a dogmatismos, a partir del cuerpo y del lenguaje como toma de postura vital ha cifrado su idea de la sociedad, la injusticia, el mundo. Luego de su participación en el Festival Passa Porta, en Bruselas, Mauricio Ruiz teje un acercamiento a su trabajo.

Annie Ernaux (1940).
Annie Ernaux (1940).Foto: fahrenheitmagazine
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En la cocina abre la llave del grifo, pasa dos dedos y retira la ma- no. El agua está helada. La deja correr un momento. Pasa los dedos, levanta el rostro y mira por la ventana. Una lagartija en el muro. Se desliza en diagonal y se pierde. El agua sigue corriendo. Ella respira, su corazón late, la membrana del tímpano vibra pero su cerebro no registra nada. En siete minutos dará un sobresalto y tomará la llamada en el celular. Clave de país 46, ciudad Estocolmo, comité del Premio Nobel de Literatura. Escuchará la noticia, primero con incredulidad, luego con euforia, y por un rato sus neuronas estarán bañadas en dopamina. Sonreirá, con calor en las mejillas. Buscará una silla.

Ahora el agua sigue corriendo. La mujer está y no está en la cocina. Setenta años antes ha sido testigo de un tipo de violencia que se anidó en su mente, en su cuerpo. Con la mirada en el muro la mujer se encoge, se vuelve niña. Está de vuelta en aquella cocina en Yvetot y oye la voz áspera de su padre, las súplicas de su madre. El agua corre. La niña se tapa las orejas pero la voz de su padre resuena. Te voy a matar. Es lo que él ha gritado a su madre.

LA OBRA DE ANNIE ERNAUX (Lillebonne, 1940) está atravesada por un deseo de enunciar lo vivido, las marcas que nos deja y cómo se lleva por dentro la falibilidad de la memoria. También lo que se quiere, pero no se puede olvidar. Hija única, creció en una familia modesta en un pueblo de Normandía, al norte de Francia. Su abuelo era analfabeto, sus padres sólo terminaron la primaria; ella tuvo una infancia alejada de los libros. Sin embargo, la imaginación apoyada en el lenguaje se convirtió en una herramienta de escapismo. Aquella cocina rústica con apenas tres sillas, una mesa, el fogón y una cubeta para ir a buscar agua, se convertían en la mente de Ernaux en un espacio casi mágico. La fantasía ayudaba a ocultar los secretos de una familia de escasos recursos y aquello que le generaba vergüenza: la recámara familiar. “No es normal que una niña duerma en la misma habitación que los padres”, dijo durante el Festival Passa Porta, en Bruselas. “Era la pequeña recámara común. Mis padres no tenían posibilidad de ofrecer más”.

Una sombra de vergüenza recorre sus más de veinte novelas. Primero en su infancia, al ir al colegio y percibir que la forma de hablar en casa no era la misma que la utilizada en el aula. “Por esos años no existía la ley contra la discriminación a las formas de hablar o dialectos”, dijo. “Eso no se dice así, me criticaban. Y yo no entendía. Lo escuchaba todo el tiempo”. En casa eran frecuentes expresiones coloquiales o formas gramaticales poco ortodoxas. La gente se burlaba de ella, la tildaba de campesina ignorante, desdén que ella a la vez redirigía hacia su padre. “Él decía j’étions [yo estábamos] en lugar de nous étions [nosotros estábamos]. Yo le recriminaba su forma de hablar porque había permeado en mí, estaba en mí. Pronto me di cuenta de que una podía hablar diferente, pero tuvo un impacto en mi vida”, señala. Son experiencias que la autora ha plasmado en libros como Los armarios vacíos, El lugar y La vergüenza.

Una sombra de vergüenza recorre sus más de veinte novelas. Primero en su infancia, al ir al colegio

HIZO ESTUDIOS UNIVERSITARIOS de filosofía y letras en Rouen y Bordeaux; por muchos años trabajó como maestra de literatura en distintos liceos. Otro tipo de pudor que conoció fue el de convertirse en una prófuga social, haber dejado su clase y ser aceptada en otra, más elevada. “Sentía la vergüenza del origen de mis padres, más la vergüenza de tener vergüenza”.

Al cambiar de clase tienes acceso a beneficios y privilegios que se niegan a otros; te aceptan en el nuevo entorno, eres una o uno más del grupo. Le quedaría marcada, sin embargo, la idea de que el uso del lenguaje podía revelar aquello que las apariencias cubren: “Lo hacen incluso más que el dinero. En el lenguaje se concentra lo que eres y quién eres”.

Ernaux es una cartógrafa de la memoria, de la vida íntima de una mujer a través de los años. En sus libros ha mostrado las minucias de la vida en el campo con la mirada de una niña, los conflictos familiares, su primera regla, los primeros amores y los derechos reproductivos, la independencia económica. Desde su primera novela, Los armarios vacíos, publicada en 1974, ha mostrado un deseo por reivindicar la posición femenina en la sociedad, a través del lenguaje. “En esa época había palabras que una mujer no podía decir. Era como si sólo los hombres tuvieran derecho a decir todo pero nosotras, no. Yo quería romper con eso”. Reconoce al mismo tiempo que, si bien aún falta mucho para alcanzar la equidad de género, algunos cambios se han acelerado quizá por la tecnología y las re- des sociales. “Me refiero a palabras que entonces eran prohibidas y que ahora puedo oír de la boca de casi cualquier jovencita”.

Pensadora de izquierda y admiradora del sociólogo Pierre Bourdieu, en especial de su obra Los herederos, donde aborda el sistema educativo y las diferencias sociales que éste refuerza, Ernaux ha decidido utilizar un vocabulario directo, sin envolturas. “Decidí que no sumaría la dominación del lenguaje a la dominación social”, afirma.

Asume un medio siglo de escritura que contiene multitud de vidas, multitud de mujeres. En la página pudo encontrar el sosiego para expresar dudas, emociones y sueños, todo lo que el entorno se empeñaba cotidianamente en negarle. “No podía hablar con mi marido, no podía hablar con mi madre o colegas. Mi escritura es la experiencia propia a lo largo de una vida, siempre ligada al cuerpo femenino”.