Un estudio sobre el mal

El corrido del eterno retorno

El diablo a todas horas
El diablo a todas horasFuente: latercera.com
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Donald Ray Pollock debutó en 2008 con Knockemstiff, un libro de relatos crudos y violentos.

Todas las tramas se desarrollan en el pueblo que da nombre al título. Un lugar que en efecto existe. Está ubicado en Ohio. Y sirve de escenario para las amargas historias que su autor despliega sin concesiones de ningún tipo. Las primeras cien páginas te roban el aliento, pero luego se torna un tanto repetitivo, al punto de que el efecto logrado comienza a desvanecerse. El impacto pierde fuerza. Sin embargo, algo queda claro: estamos ante un escritor diferente. Sí, emparentado con Cormac McCarthy, pero más extremo en su exploración de lo siniestro.

La misma indagación sobre el mal que se despliega en Knockemstiff pone en marcha El diablo a todas horas (2011). Novela en la que se basa la película del mismo nombre que acaba de estrenarse en Netflix. Y como contadas veces ocurre, la versión cinematográfica no desmerece frente a la fuerza de las páginas de Ray Pollock. La labor de Antonio Campos es impecable. Corre riesgos inusitados para cualquier director en estos días. Y sale brillantemente librado. Él mismo es el encargado de la adaptación y al final no deja uno de asombrarse. Quizá ni el mismo Ray Pollock lo hubiera hecho mejor.

El diablo a todas horas es el asesinato que impregna las miserables vidas de los habitantes de Knockemstiff. Y aunque Ray Pollock nunca habla del mal en términos metafísicos, una lectura de la novela se conecta directamente con las teorías del mal en Norteamérica de William Burroughs. Lo malvado parece emerger de la tierra misma. En determinadas regiones del sur parece que nada pudiera salir bien. Que todos los que pisan esas coordenadas están condenados a encontrarse con la muerte mucho antes de lo previsto. Aquí el trabajo de Ray Pollock se emparenta con True Detective. Pero lo que ocurre en Knockemstiff es todavía más sanguinario y sin un marco filosófico como el que se plantea en la serie.

La misma indagación sobre el mal pone
en marcha El diablo a todas horas

El desmadre arranca con la historia de Willard Rusell, un cuasi redneck, que regresa de la guerra a su natal Ohio, se casa y procrea un hijo, Alvin. Aquí se presenta la primera bronca por parte de la narrativa. Una historia que empieza en presente avanza hacia atrás en pretérito, pero las habilidades del guionista hacen que no perdamos el hilo en ningún momento. Son más de dos horas en pantalla (que ni se sienten). Entonces comienzan las tragedias, la esposa de Willard es fulminada por el cáncer. Él obliga a su hijo a rezar en un altar improvisado en el bosque. Willard ofrece en sacrificio al perro, la mascota de la familia, después se suicida. Y aquí empieza la odisea de Alvin. A partir de este momento se muda con su abuela materna y con su tío, las únicas personas que le quedan en la faz de la Tierra.

Pero no es el único huérfano, Lenora también perdió a sus padres, su madre es asesinada por su esposo, un pastor que pretendía resucitarla con la ayuda de Dios; también termina en casa de la abuela. Será ella la figura sobre la que el devenir de Alvin cobre sentido. Protegerla es una especie de misión divina. Y aquí otro de los enormes recursos de Ray Pollock. De quién habrá que defender a los inocentes si no de la iglesia misma. Lenora será una de las tantas víctimas del pastor Teagardin, en esta película de factura perfecta el único que no está a la altura es Robert Pattison, quien la embarazará y la orillará al suicidio. Lo que desata la necesidad de venganza en Alvin.

Paralelamente, como en las mejores películas de serie b, se desarrolla la historia de Carl y Sandy Henderson, dos asesinos seriales que secuestran y descuartizan a hombres que recogen a orillas de la carretera (Alec Baldwin habría estado genial en el papel de Carl). Muerte, muerte y más muerte es lo que atestiguamos en las más de dos horas que dura la cinta. Que parecería flaquear cuando se descubre que la pistola de Sandy tiene balas de salva. Algo que nunca es mencionado y se cuenta en retrospectiva. Pero como Antonio Campos es bastante hábil no parece sacado de la manga y soporta este contratiempo.

Hacia el final, Alvin y los psicópatas de la carretera cruzan caminos. Es cuando se cierra la pinza tejida con malicia por Ray Pollock. Para que Alvin por fin pueda dormir el sueño de los justicieros.

El diablo a todas horas es una película brutal, como la obra misma de Ray Pollock.