Generación, una necia historia editorial

Generación, una necia historia editorial
Generación, una necia historia editorialFoto: Especial
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Era el 8 de noviembre de 1988, llegaban los invitados a la presentación del número uno del periódico juvenil Generación, en la ya desaparecida Librería Reforma, ubicada sobre la avenida del mismo nombre, justo frente al periódico Excélsior, y yo aún esperaba en la sala gatuna del escritor Carlos Monsiváis a que me entregara el texto que debería leer esa noche. Por fin, el autor de Días de guardar me dio una cuartilla escrita a mano y salí corriendo al evento. El lugar estaba a reventar, había gran expectativa por conocer ese periodiquito de 24 páginas en tamaño tabloide y papel periódico. Los fundadores éramos cuatro jóvenes ilusos que trabajábamos entonces en el diario El Universal: Américo Guerra, Arturo Jiménez, Alejandro Jiménez y quien esto escribe.

Todos los viernes hacíamos nuestras juntas de redacción abiertas a todo mundo, llegaban jóvenes punketos, aspirantes a periodistas, fotógrafos, pintores y una fauna de borrachos que agotaban las cervezas de la Librería Reforma, entrañable espacio que debió cerrar sus puertas en la primera mitad de los años noventa para que ahí construyeran un lujoso hotel. En el formato original se hicieron 42 números con tirajes de mil ejemplares. Se tocaron los más descabellados temas. Recuerdo que el número dos se tituló “De la bacha a los narcos”: ya desde entonces planteábamos la necesidad de despenalizar la marihuana.

En Generación publicaron decenas de autores debutantes, líderes juveniles de todo partido político, erotómanos, drogadictos, darketos y punketos de posturas radicales. Pero también es larga la lista de autores de reconocida trayectoria que nos regalaron su trabajo: Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, José Agustín y otros de mi generación como Guillermo Fadanelli, J. M. Servín y Benjamín Anaya. En las portadas publicamos obras que realizaron especialmente para nosotros —y las donaron para patrocinarnos— artistas como José Luis Cuevas, Juan Soriano, Gilber-to Aceves Navarro, Rius, Felipe Ehrenberg, Ricardo Anguía, Magú, Jesús Urbieta, César Martínez y otros que se iniciaban en las artes plásticas como Felipe Posadas, Soid Pastrana, Demián Flores y Rocío Caballero, por mencionar solamente algunos.

Recuerdo que el número dos se tituló De la bacha a los narcos : ya desde entonces planteábamos la necesidad de despenalizar la marihuana 

Los cierres de edición eran memorables borracheras que terminaban al amanecer. Siempre sufrimos por juntar los dineros para pagar la imprenta, primero en El Universal, después en el desaparecido El Nacional y durante varios años en la antigua imprenta de La Jornada, por lo que se hicieron subastas de obra de arte (los artistas plásticos fueron muy generosos) y el epigramista Francisco Liguori nos regalaba cincuenta pesos cada vez que nos veía. Cuando salía un nuevo número nos quedábamos con la sensación de que se trataba del último.

Recibimos cartas amenazantes de la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación, por el uso de malas palabras y por el dibujo de un desnudo masculino atravesado por un gallito inglés que apareció en portada; su autor era nada menos que Juan Soriano. También en una ocasión un funcionario de la UAM se negó a pagarnos un anuncio porque en la misma página había una fotografía de un desnudo masculino, titulada “Nueve pulgadas y media”, con un hombre de color muy bien dotado, una foto nada menos que de Robert Mapplethorpe: el funcionario dijo que no era correcto que las encargadas de la publicidad observaran esa imagen. Los anuncios llega-ban de milagro, pero siempre contamos con amigos generosos que nos ayudaron desde algunas instituciones a cubrir los gastos de di-seño y producción.

Hubo cambios en la dirección colectiva del periódico, hasta que poco a poco todos los fundadores se fueron retirando y quedé como director. Nunca he tenido un sueldo, pero me he divertido mucho. Durante la crisis económica de 1995, con la raquítica liquidación que recibí cuando me corrieron de El Universal, decidimos transformar Generación a formato de revista con portada en color, interiores en papel cultural, tamaño oficio. La lista de colaboradores fieles al proyecto es muy larga y muchos fueron claves en diversas épocas del proyecto. El historiador Edgardo Bermejo hizo un recuento de 300 colaboradores cuando cumplimos veinte años; ahora que cumpliremos 33, la edad de Cristo, seguramente hemos manchado el currículum de al menos mil autores.

En un principio intentamos mantener las secciones tradicionales de política, cultura y deportes, pero poco a poco cambiaron las maneras de organizar los contenidos. Durante un tiempo se dividieron en infierno (política), purgatorio (el tema central) y paraíso (diversidad cultural), pero al final los números se hicieron totalmente temáticos. Lo que nunca ha cambiado es nuestra legendaria página fotográfica “Noches de Generación”, la sección de sociales más putrefacta que reporta el underground mexicano.

Publicamos números que se agotaron y tuvimos que hacer varias reediciones, como los de marihuana (tres reediciones corregidas y aumentadas), el de cultura punk (dos), los darks (tres), Juchitán (dos), Bukowski y María Sabina. Abordamos temas alucinantes como “El pedo flamígero” (las flatulencias en la literatura), la masturbación, estados alterados, escritores malditos y malitos, Muxes y Tijuana (dos reediciones), pornografía, asesinos seriales, las azoteas y los baños, por mencionar algunos que aún circulan en el mercado negro. Siempre procuramos una postura irreverente, crítica, desmadrosa, que propusiera algo distinto ante un panorama saturado.

A partir del 2000 hemos publicado, además de la revista, libros que recogen lo mejor de Generación. Son más de quince títulos —casi todos agotados

A partir del año 2000 hemos publicado, además de la revista, libros que recogen lo mejor de Generación. Son más de quince títulos —casi todos agotados—, entre los que habría que mencionar Tradición, disfrute y prohibición. Cultura de las drogas en México, La cresta de la ola (la más completa selección de textos sobre cultura marginalh que se ha publicado en México después del emblemático libro de José Agustín, La contracultura en México) y apenas el año pasado, en plena pandemia, apareció Los Beats en Generación, una amplia selección de textos que hacen referencia a la Beat Generation a través de varios números de la revista.

En los últimos tres años hemos realizado varios números barriales que nos han permitido entrar a las entrañas de lugares como Ciudad Nezahualcóyotl, la Santa María la Ribera, la colonia Guerrero y el último número publicado durante la pandemia, que dedicamos a Tacubaya.

Estos meses nefastos de la pandemia nos han complicado la publicación de nuevos números que tenemos ya avanzados, como los de contracultura latinoamericana y sobre los estridentistas (don Germán List Arzubide llegó a colaborar en uno de los primeros números de esta revista sucia). Estamos en espera de un acomedido patrocinador que permita continuar con esta necedad editorial.

Para terminar este recuento apresurado, reitero mi agradecimiento a ese ejército de colaboradores, artistas visuales, escritores, diseñadores y lectores que han logrado que esta aventura editorial se haya mantenido milagrosamente a lo largo de tantos años. Su vigencia se refleja en el interés de continuar esta propuesta equívoca, cuyo relevo seguramente quedará en manos de Emiliano Escoto, quien ha tenido una importante presencia en los números recientes.

Como ha ocurrido desde los inicios de Generación, aún no sabemos cuando saldrá el próximo número. Hemos llegado al 158 y no se nos ha hecho vicio, jajaja.