Mantén la música maldita

La canción #6

Maten a la música maldita
Maten a la música maldita
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Hunter S. Thompson aseguraba en Antigua sabiduría gonzo que escribir era como hacer música, por eso disfrutaba escuchar sus textos en voz alta. Este efecto se percibe con alta fidelidad en Mantén la música maldita, el reciente libro de Carlos Velázquez (Sexto Piso, 2020), también prologuista de aquella recopilación de Thompson. La conexión que tenemos el autor y este servidor es trifásica: música, letras y drogas. Las tres pasan corriente a las experiencias que lo marcaron desde la cancha de básquet en la adolescencia, la dependencia musical en una tienda de discos y su irresponsabilidad como corresponsal en conciertos de categoría interranchonal, en un Lo mejor de la columna Psycho Killer producido por Eduardo Rabasa.

Puro rock escrito, energía y movimiento hechos crónica y ficción a velocidad Velázquez. Desde la tapa: Pete Townshend enguitarrado por los aires y el título, Keep Music Evil, un mantra del rock subterráneo que se asume como un propósito, una misión. Y en estas páginas la misión se cumple con el fervor que el rock exige. Carlos es narrador y en su otra vida fue poeta, pero sus auténticos inicios fueron como periodista deportivo y cultural. La veintena de textos en los que narra su relación con la música son un arsenal de periodismo gonzo, literatura callejera y autobiografía para decirnos que, en esencia, somos lo que escuchamos. O dime qué escuchas y (casi casi) sabré quién eres. Porque hasta entre fans del mismo grupo hay diferencias que llegan a los puños, como le sucedió a nuestro cronista con The Who.

La veintena de textos en los que narra su relación
con la música son arsenal de periodismo gonzo

Los conciertos, esa comunión de música, cerveza tibia y drogas, son las ceremonias que ponen a prueba la fe rockera: “Por qué los dioses nunca me permiten asistir a un concierto sin sobresaltos”, clama el autor, cuando una bacteria le revienta el de Nick Cave. Porque los dioses reservan las peores batallas para sus mejores guerreros. Historias  y personajes que sólo pueden existir en su universo narrativo caen como caguamas muertas después de la ley seca, tras un año sedientos de conciertos como los que se narran aquí. En el futuro remoto y recoco estas páginas podrán estudiarse cual sagradas escrituras para saber en qué consistía la religión del perro negro, sus mandamientos y rituales. Incluye el arte de blackoutear, una aportación a la cultura de los conciertos que ya existía, pero sin estilo. Seguimos en humo negro, como en la Vaticueva, para elegir al santo del rock. Velázquez postula a Bon Scott de AC/DC, ¿ustedes a quién proponen? Para leerse a todo volumen. Y si se lee al revés, las tres emes de Mantén la música maldita forman un 666.