Maquinando El Complot Mongol

Maquinando El Complot Mongol
Por:
  • ivan farias

El Barrio Chino de la Ciudad de México, ubicado en la calle de Dolores, es considerado el más pequeño del mundo. Fue ahí donde Rafael Bernal decidió centrar la acción de la que sería su última novela, El complot mongol. Uno de los disparadores de la trama fue la visita del presidente Kennedy a nuestro país en 1962. Acompañados por el entonces presidente Adolfo López Mateos, los Kennedy turistearon de lo lindo: visitaron el Museo de Antropología, hicieron ofrendas florales en los monumentos de la Independencia y la Revolución, vieron a Amalia Hernández y su ballet en Bellas Artes, inauguraron lo que había que inaugurar y, claro, fueron a rendir tributo a la Virgen de Guadalupe. Nadie imaginaba que un año después él sería asesinado en Texas.

UN HOMBRE A LA SAGA

Rafael Bernal era un hombre de letras, con una vasta cultura, viajero incansable y que por lo mismo permanecía alejado de los grupos literarios. Además tenía simpatías por el catolicismo y el sinarquismo, ideas contrarias a los gobiernos de aquel entonces, por lo cual la publicación de sus obras no tuvo el impacto que lograron otros intelectuales de su época. Mientras era diplomático en Lima, Perú, terminó la que él consideraba su obra máxima, El gran océano. Sería publicada por el Banco de México hasta muchos años después, en 1992, con un tiraje pequeño, aunque el año pasado el Fondo de Cultura Económica lo publicó de manera masiva. En la capital pondría punto final a El complot mongol.

EL CLUB DE LA CALLE MORGUE

Bernal fue integrante de El Club de la Calle Morgue, fundado por Antonio Helú, quien también dirigía la revista Selecciones Policiacas y de Misterio, filial mexicana de la norteamericana Ellery Queen's Mystery Magazine. En esa revista publicó los cuentos “La muerte poética” y “La muerte madrugadora” en 1947 y 1948, respectivamente. Bernal presentaba al detective aficionado don Teódulo Batanes, especie de Padre Brown de Chesterton, pero sin su encanto. Los relatos policiacos de Bernal, en su mayoría, repetían las convenciones del whodunit (quién lo hizo) inglés, donde entre una serie de sospechosos el lector debe descubrir al culpable. Fue hasta después de sus viajes por Oriente, en 1967, que escribió el cuento “La declaración”, ubicado en Japón y donde habría de utilizar la parafernalia orientalista. Si bien incluye un final de vuelta de tuerca, no usa los procedimientos propios del whodunit, sino que entra directo al género negro.

Con todo esto a sus espaldas, en El complot mongol (1969) Bernal creó una trama en la que un pistolero con placa, llamado Filiberto García, alejado de los detectives aficionados que con gran ingenio resuelven misterios, debe desvelar si hay o no un complot para matar al presidente de Estados Unidos en su próxima visita a la Ciudad de México. En su proceder no hay la finura del policial a lo inglés, sino que sigue el molde negro a lo Dashiell Hammett: las cosas se resuelven mientras van apareciendo los muertos.

EL RECIBIMIENTO

Bernal era partidario del movimiento sinarquista surgido en León, Guanajuato, que acusaba gran influencia de los falangistas españoles. El 19 de diciembre de 1948, militantes de la Unión Nacional Sinarquista colocaron una tela negra sobre la estatua de Benito Juárez en la Alameda Central. La ofensa culminó en la detención de los congregados ahí, entre ellos, Rafael Bernal: lo acusaron de ser el perpetrador de la acción. El escritor siempre lo negó. Tiempo después, el presidente Miguel Alemán lo indultaría, pero Bernal no aceptó ese gesto porque hubiera significado asumir su culpabilidad. Con todo, ese hecho pondría al escritor en el radar de las autoridades mexicanas.

Cuando El complot fue publicado por Joaquín Mortiz, en ese tiempo una de las más arriesgadas editoriales mexicanas, fue motivo de vigilancia por parte de las autoridades mexicanas. A decir del arquitecto Bernardo Giner, el libro fue embodegado hasta nuevo aviso. Se dice que el entonces secretario de Relaciones Exteriores, Antonio Carrillo Flores, pidió un informe del libro a José Maximiliano Alfonso de Rosenzweig, quien fuera jefe de Bernal. Éste dijo que la novela no tenía sesgo político y que únicamente incluía algunas críticas a la revolución hecha gobierno. Al que sí pareció molestarle fue al Regente de Hierro, Alfonso Corona del Rosal, quien vio una especie de señalamiento de sus aspiraciones presidenciales. Esto afectó la distribución del libro. Aunque no era una verdad confirmada, tal vez mucha gente decidió no hacer enojar al jefe.1

La novela estuvo embodegada durante años, cosa que atestiguaron el arquitecto Bernardo Giner y el escritor argentino Mempo Giardinelli; algunos decían que era por la cuestión política, otros porque Bernal no estaba en México para promoverla. Además, las críticas no fueron amables con el libro. La de Carlos Monsivais, aparecida en el suplemento La cultura en México de la revista Siempre!, fue una masacre: “Con el pretexto de confeccionar una novela policial, se estará escribiendo la obra límite de la Novela de la Revolución Mexicana” y “Las causas del fracaso son evidentes: el género híbrido suele nacer muerto”.2 Otras reseñas aseguraban que el género negro era algo anglosajón o que no podía existir aquí, porque es un hecho que en México nadie tiene confianza en la policía.

"Filiberto está fuertemente influido por el tamaulipeco Valente Quintana, un policía real aunque también creador de leyenda, que lo mismo había sido considerado el Sherlock Holmes mexicano, que un criminal".

EL RECONOCIMIENTO

En 2003, la revista colombiana Cambio le preguntó a Mempo Giardinelli:

—En julio de este año, durante la Semana Negra de Gijón en España, uno de los grandes eventos del género en el mundo, la mayoría de los participantes eligió la novela Agosto de Rubem Fonseca como la gran novela negra latinoamericana. ¿Hubieras votado por ella?

—Yo hubiera votado por El complot mongol, del mexicano Rafael Bernal. Pero de todos modos yo nunca he ido a la Semana Negra de Gijón, ni creo que me inviten jamás, de modo que mi voto no tiene ninguna importancia.3

No fue el único seducido. Paco Ignacio Taibo II y Rafael Ramírez Heredia también reconocieron que la habían leído y la habían encontrado fundacional. Taibo escribió el prólogo de la adaptación al cómic, donde afirmaría: “El complot mongol es, sin duda, el punto de partida de lo que habría de ser un amplio movimiento: la novela policiaca a la mexicana”.4

CÓMIC Y RADIONOVELA

Si bien a la crítica no le gustó y los intelectuales la ningunearon, el libro de inmediato tuvo grandes entusiastas. En 1978, el cineasta español Antonio Eceiza dirigió una adaptación muy poco fiel del libro, que guionizó junto al talentoso Tomás Pérez Turrent. Pese a la actuación de Pedro Armendáriz Jr., Ernesto Gómez Cruz y Blanca Guerra, la cinta no acaba de levantar el vuelo. Además, el Filiberto de Armendáriz es de un tono completamente diferente al del libro.

En 1981 llega su primera adaptación al cómic, dentro de la serie Novelas Mexicanas Ilustradas, que publicó la SEP. La adaptación corrió a cargo de Jorge Morales, con dibujos de Antonio Cardoso. La idea era acercar al gran público, por medio del arte gráfico, a las novelas mexicanas más representativas. El problema de esta adaptación es que todas las groserías fueron omitidas, en especial la repetición frecuente del pinche, un aspecto definitorio del personaje.

Con el éxito del neopoliciaco, con los libros de Belascoarán Shayne (de Taibo II) e Ifigenio Clausel (de Rafael Ramírez Heredia) vendiendo ejemplares, llegaría una nueva vida para ese libro embodegado. Lo primero que ocurrió es que en 1985 se integró a la colección Lecturas Mexicanas en su segunda serie: fue el número siete. Gracias a esto, mucha más gente pudo leerlo, convirtiéndose en libro de culto para muchos de sus lectores.

En 1989 se adaptó a radionovela, producida por Edmundo Cepeda. Actualmente esta versión puede escucharse en el sitio de la Fonoteca Nacional y es muy fiel al libro.

LA LARGA ADAPTACIÓN

En el año 2000, Luis Humberto Crosthwaite, uno de los más reconocidos escritores tijuanenses, contactó al dibujante Ricardo Peláez, en ese entonces colaborador de la revista El Gallito Comics, para hacer un adaptación de la novela a historieta; la pagaría el Centro Cultural Tijuana. Los cambios sexenales evitaron que esto sucediera. Sería Facundo Burgos, en ese tiempo flamante encargado de libros de la otrora enorme Editorial Vid, quien llamaría a ambos involucrados para hacer algo impensable: que Vid, enfrascada en publicar superhéroes norteamericanos, sacara en cuatro tomos la adaptación del libro de Bernal. La transacción se completó, todos los involucrados estuvieron felices y en el cumpleaños número treinta del libro, en 1999, salió a la venta en formato americano el primer tomo de El complot mongol, con adaptación de Luis Humberto Crosthwaite, dibujos de Ricardo Peláez y prólogo de Paco Ignacio Taibo II.

El primero fue el único que se publicó, porque las bajas ventas y un conflicto de derechos de autor evitaron que el segundo número, listo para la imprenta, viera la luz. Finalmente, en 2005 Random House se interesó por la novela, a través del editor Andrés Ramírez, quien le pidió a Ricardo Peláez continuar con la adaptación. Para ese momento Crosthwaite se había perdido en algún lugar de Estados Unidos. Sin embargo, un nuevo conflicto de derechos de autor impidió que la adaptación saliera bajo el sello de Random.

En 2015, los editores Adriana Romero y Tomás Granados tomaron lo que para ese momento ya era un proyecto maldito, y lograron que Peláez lo terminara en ese mismo año. Sin embargo, no sería sino hasta el 2018 cuando vería la luz.

EL AMPLIO RECONOCIMIENTO

Es increíble cómo una novela con tantos problemas extraliterarios ha sido reeditada en varias ocasiones. En 2014 apareció en España bajo el sello editorial Libros del Asteroide, con prólogo de Yuri Herrera y postfacio de Élmer Mendoza, además de tener una adaptación al inglés, con prólogo de Francisco Goldman, y otra al turco. Élmer Mendoza, sin duda el escritor policiaco mexicano más conocido en el mundo, dice de ella: “A mí me ayudó mucho el tipo de investigación y la manera de insistir en la trama a partir de las obsesiones de García... tomé de él algo de su paciencia y otro poco de su relación con las mujeres”.5

Filiberto está fuertemente influido por el tamaulipeco Valente Quintana, un policía real aunque también creador de leyenda, que lo mismo había sido considerado el Sherlock Holmes mexicano, que un criminal. Por eso no es extraño que el escritor Pedro Ángel Palou haya decidido reunirlos en su novela Tierra roja: ahí hace coincidir a Quintana con Filiberto, además del periodista El Güero Téllez. Otro homenaje lo hizo el escritor Bernardo Fernández BEF, quien llamó a varios escritores policiacos, entre ellos Hilario Peña, Élmer Mendoza y Francisco Haghenbeck, para escribir cuentos relacionados con la obra de Bernal. Cosa similar, pero desde el punto de vista académico, hizo Joserra Ortiz, en el volumen llamado El complot anticanónico, donde participaron autores como Ronnie Medellín o Rodrigo Pámanes. A todos estos se unen las decenas de estudios académicos sobre El complot mongol, imposibles de contabilizar.

Hace unos días se estrenó la nueva adaptación al cine de esta novela, con Damián Alcázar como Filiberto; el guión corrió a cargo del también director, Sebastián del Amo. Fue filmada en su mayor parte en el Barrio Chino aunque también, cosa curiosa, en el departamento del escritor policiaco Guillermo Rubio. Sin duda, la película catapultará de nuevo interés por el libro, como ya lo hicieron antes las visitas guiadas que emprendieron la escritora Ivonne Reyes Chiquete, Bernardo Esquinca y quien esto escribe, a los sitios donde sucede la novela, principalmente el Barrio Chino.

LA CENA DE HOMENAJE

Desde hace cinco años se celebran las Jornadas de Literatura Negra, organizadas por Imanol Caneyada y Francisco Haghenbeck, durante la Feria del Libro de Minería. Al final del evento, los participantes van al Barrio Chino a cenar y a recordar el Complot. Levantan su copa y dicen: ¡Pinches chinos!, ¡pinche Bernal!, ¡pinche complot!

Notas

1 http://confabulario.eluniversal.com.mx/arqueologia-de-un-complot/

2 http://www.siempre.mx/2017/05/requiem-por-una-manera-de-morir/

3 http://mempogiardinelli.com/ent6.html

4 Rafael Bernal, El complot mongol, adaptación de Ricardo Peláez y Luis Humberto Crosthwaite, Editorial Vid, México, 2000.

5 http://elpais.com/cultura/2013/11/29/elemental/1385703554_138570.html