Modificaciones corporales: un rito posmoderno

Aunque la estructura humana permanece estable desde hace siglos, las maneras de abordarla culturalmente
se revelan infinitas. Tatuarse el iris de color negro, aumentar las nalgas hasta proporciones descomunales,
hacerse implantes subcutáneos que simulan cuernos o rasurarse los pezones se cuentan entre
las numerosas formas de apropiación elegidas por algunos. Ricardo Guzmán Wolffer revela por qué los días
que corren favorecen el aumento de este fenómeno, en la búsqueda por sentirnos cada vez más cómodos con quienes somos.

Modificaciones corporales: un rito posmoderno
Modificaciones corporales: un rito posmodernoFuente: pixabay.com
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En la posmodernidad, la individualidad es referente. Ante el alud de información e imágenes que a diario se comparten en las redes sociales, el ideal estético se modifica, a veces intencionalmente por quienes ofrecen los medios para alcanzarlo, a veces en la espontaneidad incomprensible que lleva a millones a seguir una imagen viral. En este embrollo, las modificaciones corporales son una respuesta.

Mediante los cambios autodeterminados, la persona busca una estética, reafirma una pertenencia ideológica o conceptual, se divierte con su cuerpo como lienzo o, simplemente, lleva al extremo el derecho al libre desarrollo de la personalidad. La búsqueda de la belleza ha quedado atrás. Ya no hay forma de complacer a una sociedad de doble moral, racista y legalmente anclada a una visión que pertenece al pasado. La belleza visual cambia según el lugar y el tiempo. En los mundos paralelos de México coexisten las desigualdades profundas. Mientras las comunidades indígenas luchan con usos y costumbres contra las voraces empresas multinacionales, el malinchismo permea: basta ver las críticas al sostenido éxito de Yalitza Aparicio.

Modificarse el cuerpo sorprende menos: tatuajes, piercings y similares son cada vez más comunes. Es, de entrada, la lucha entre lo natural y lo sintético. Hay quien identifica la belleza solamente con lo congénito, sin que intervenga ningún arreglo estético o quirúrgico; hay quien desea transformarse y evidenciar el exceso. Los senos descomunales siguen teniendo rating televisivo, las portadas de ciertos diarios no dejan de mostrar mujeres desbordadas. En ciertos trabajos y círculos sociales se espera que los integrantes estén tatuados y tengan piercings; otros lo evitan. Se vale todo, si el cuerpo es sólo la ropa del alma.

Se modifica el cuerpo para ser más uno mismo. Cambiar para permanecer auténtico. Si los cambios son irreversibles, mejor.

Se modifica el cuerpo para ser más uno mismo. Cambiar para permanecer auténtico. si los cambios son irreversibles, mejor

EL CONTEXTO LO ES TODO

Una rajada que cruce la cara puede ser el fin de una carrera artística (las posibilidades interpretativas se reducen), pero puede ser la gloria para el pandillero adolescente que muestra su valentía. Lo mismo sucede con los tatuajes. Hacerse una suástica en la cara puede significar supervivencia, al servir para ingresar en la hermandad blanca, pero quizá sea un signo de odio que lleve a la persona a ser despedida.

En el amparo directo en revisión número 4865/2018, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió este juicio: un trabajador se tatuó una suástica en el cuello, pero en la empresa laboraban judíos y el propietario también lo era. Al negarse a ocultarlo o borrarlo, el patrón rescindió el contrato e hizo el pago de la indemnización. A pesar de haber recibido el dinero, el trabajador reclamó en juicio haber sido discriminado por el tatuaje, mientras que la parte patronal reclamó esa misma discriminación, pero para proteger la dignidad de sus empleados y directivos, al identificarse como miembros de la comunidad judía. La Sala estableció 1 que, si bien portar un tatuaje está permitido y no se debe discriminar laboralmente por ello, la suástica es “una apología al odio o discurso de odio racista (antisemita)”. Y le dio la razón a la empresa.

Tatuarse el rostro o la fecha de nacimiento (o muerte) de los hijos o de la madre no sorprende. Nos modificamos para contar de dónde venimos y cuáles son nuestras fuentes orgánicas. Esto incluye símbolos religiosos o deportivos y hasta del cine o la política. Pero las modificaciones corporales se tornan complejas. No mencionaré en este caso las prótesis funcionales.

Tatuarse puede ser algo extremo, como pintarse el iris de color negro o cubrirse de pies a cabeza con imágenes definitivas, para lo cual habría que raparse y mostrar incluso el cráneo tatuado. Los aretes en las orejas ni se cuestionan, a menos que invadan mejillas, nariz, cejas, frente y labios. Añádase las argollas en la espalda o los piercings en zonas genitales y anales para prácticas sexuales. El contexto lo es todo.

LA IMAGINACIÓN ES EL LÍMITE

Si el tatuaje permite la corrección o el reuso, la piel entera puede incluso convertirse en una carretera llena de baches. Los añadidos subcutáneos (por ejemplo, los cuernos), coexisten con aquellos que están en parte debajo de la piel y en parte visibles. Hay quienes se insertan pequeñas cuentas para formar figuras dérmicas.

Si es verdad que se persigue la apariencia más depurada de la propia concepción, ello no siempre significa que los usuarios de modificaciones corporales siempre busquen ser más humanos. Algunos desean animalizarse así que se tatúan para simular escamas, se bifurcan la lengua para dejarla bífida, se cortan las orejas y quedan rapados para agregarse pequeños cuernos que terminen de emparentarlos con basiliscos y lograr la conexión directa con el cerebro reptiliano. Y si la idea es rasurar el cuerpo, pueden removerse los pezones o el ombligo; si la práctica sexual con argollas ha dejado de divertir, se amputan los genitales (masculino y femenino: adiós, clítoris) u otras partes del cuerpo.

Estas modificaciones corporales pueden ser las más riesgosas, pues mientras los tatuajes y la variedad de implantes, cosméticos y funcionales, requieren profesionales más o menos especializados y bajo la vigilancia estatal, muy pocos se prestarán a emascular o hacer la clitoridectomía. Entonces se hace caseramente con los amigos o con algún aprendiz de medicina. Sobra decir que un mal trabajo hecho a partir de una modificación que demanda tal exactitud quirúrgica puede ser fatal. Entramos entonces al terreno de lo sanitario. El libre desarrollo de la personalidad debería seguir los caminos oficiales por el simple argumento de la seguridad clínica.

También se puede modificar sin cortar o añadir. Se usan expansores en las orejas o labios para darles el tamaño que más estético parezca al usuario, pero hay muchas otras. Es posible arreglar las orejas, la nariz y los labios para parecer felinos, lobos u otro animal. El Furry Fandom (subcultura que disfuta antropomorfizar animales), a veces limitado a los juegos de cosplay, tiene practicantes extremos: están quienes se alargan los colmillos con implantes para tener sonrisa de vampiro u hombre lobo. Y ya puestos en animaladas, no faltan los que se marcan el cuerpo con hierro caliente, como ganado. También les da por introducir metales: el ciberpunk llegó.

En su delicioso libro Cambiamos para ser más como somos, Raquel Castro explica cómo se introdujo un “imán de neodimio, metido en una cápsula de silicón e implantado en la punta del dedo anular de la mano derecha”.2 Con ello levantaba pequeños objetos metálicos o sentía campos eléctricos. Y si hacerse el inserto fue una aventura, retirar los fragmentos cuando por accidente se reventó potenció la experiencia.

Quizá lo más interesante que propone el libro de Raquel es que en muchas modificaciones, especialmente las que no son visibles, subyace la búsqueda de la felicidad. No tienen utilidad práctica, no son perceptibles para otros ni siquiera estando desnudos, algunas apenas ofrecen funciones adicionales. Pero el usuario refuerza su concepción de sí mismo: en su fuero interno es único y, sobre todo, lo es por propia decisión. Mientras los punks con los cabellos parados y pintados confrontan a quienes los rodean, es mayor la agresión visual si en lugar de cabellos, los pinchos del punketo son implantes de hierro remachados subcutáneamente, aderezados con tatuajes satánicos sobre el cráneo rapado. Lo cierto es que, si con ello no se obstaculizan las posibilidades laborales, el desarrollo de la personalidad es punto de partida sin límite de acción.

El alemán Rolf Buchholz, récord Guinness como el hombre más perforado del mundo.
El alemán Rolf Buchholz, récord Guinness como el hombre más perforado del mundo.Fuente: haiati.com

PANDEMIA Y REPRESENTATIVIDAD

En los tiempos actuales de aislamiento, cuando la falta de contacto social confronta a los individuos consigo mismos, la primera colisión es con la propia imagen. Quienes debemos estar en reuniones virtuales para dar o escuchar cursos o interactuar con familiares y amigos, terminamos por observar nuestro propio rostro en la pantalla. Primero nos comparamos con los demás en el arreglo (hay reuniones donde ellos van trajeados y de corbata, ellas se peinan y maquillan), luego contrastamos el deterioro corporal, donde el rostro es el inicio de la decadencia, mientras cuello y manos son los delatores finales.

La pandemia ha provocado un repunte de la demanda de cirugías plásticas en algunos países,3 y esto es fácilmente detectable en atención a los registros médicos y los pagos con retenciones fiscales. Los tatuajes y demás modificaciones corporales apenas se registran; en general no son deducibles de impuestos. Si la búsqueda de la individualidad se aleja de los estándares sociales, necesariamente hay una repulsión hacia el concepto de Estado. Las bandas urbanas se hermanan por gestos estéticos y conceptuales, pero no temen usar el cuerpo como bandera de propaganda. En la sociedad de la inclusión política, donde la comunidad LGBTTTIQA lucha por ser reconocida, la comunidad de los corporalmente modificados está diseminada y muchas veces se esconde por propia voluntad.

Las mujeres han obtenido victorias con la representación de género (como si el género se definiera por el sexo) y en puestos legislativos en México se obliga a que exista la mitad de mujeres legisladoras, cuyos suplentes también sean mujeres, para evitar que renuncie el titular para dejar a un hombre en el cargo. En cambio, los usuarios mexicanos de modificaciones corporales, a pesar de estar en prácticamente todos los rincones de la sociedad, parecen preferir el anonimato y gozar sus logros sin hacer una agrupación mayoritaria.

Muy pocos intentos se han hecho para ganar espacios políticos en recintos legislativos o judiciales tomando a las personas modificadas como minoría. Si los legisladores no terminan de comprender el concepto de género y lo limitan a un contexto binario, menos es de esperarse que entiendan el desarrollo libre de la personalidad y cómo puede incidir en grupos minoritarios que merecen representación política tanto para ser considerados en las políticas públicas, como para efectos de regular prácticas modificatorias que pueden ser perniciosas y hasta mortales. En el largo catálogo de los grupos vulnerables, en general por discriminación, los usuarios de las modificaciones corporales no funcionales deberían ser considerados.

Tan sólo en el contexto laboral es fácil percibir cómo se limitan las opciones para quienes tienen un concepto distinto de la estética social.

Si los feminicidios y los asesinatos de grupos transexuales son noticia regular, hacer el catálogo de las víctimas por su apariencia modificada es una tarea que, en apariencia, no es de interés para el sector público.

No importa la realidad objetiva, sólo la subjetiva. Por más intentos que se hagan, siempre habrá un tatuaje más eficaz, un agregado más realista, una perforación más placentera

¿LO QUE SIGUE?

Será cosa de tiempo para que llegue a México la Iglesia de la Modificación Corporal,4 cuyo objetivo es “fortalecer el vínculo entre la mente, el cuerpo y el alma”. Si ésta logra tener los medios económicos que han acumulado otras entidades religiosas o en vías de ser consideradas como tales —la cienciología, por mencionar una—, pronto se verá que puede cambiar la fuerza político-social de quienes se han alterado el cuerpo, se note o no.

Los motivos internos de quien cambia su cuerpo son inagotables: identidad, reforzamiento de la personalidad, diversión, aburrimiento, un concepto trascendental del cuerpo, rebeldía juvenil, necedad en persistir en la individualidad, entre otros.

Aquí, como en todo, no importa la realidad objetiva, sólo la subjetiva. Por más intentos que se hagan, siempre habrá un tatuaje más eficaz, un agregado más realista, una perforación más placentera, unas argollas que unan más partes del cuerpo (la común es de nariz a boca, pero también entre pezones, entre genitales delanteros y traseros), una mutilación más extraña. La satisfacción personal no tiene precio.

Notas

1 https://www.scjn.gob.mx/sites/default/files/listas/documento_dos/2019-10/ADR-4865-2018-191009_0.pdf

2 Secretaría de Cultura, México, 2017, pág. 43.

3 https://www.bbc.com/mundo/noticias-53368972

4 https://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_de_la_Modificaci%C3%B3n_Corporal