Nací quimera

Ojos de perra azul

Nací quimera
Nací quimeraCortesía de la autora
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¿Y de dónde vienes? De hacer ejercicio, de la universidad, pasé a comprar unos chicles y regresé a casa. Ésa fue mi respuesta. ¿Debí haber contestado que del mono, de la unión de dos células, de un minúsculo y extraño bicho de mar que se ha extinguido? De un monzón de África. De la evolución de las especies o del bosón de Higgs.

Mi madre afirma que vengo de su útero y vientre, órgano muscular y cavidad oscura, sangrienta, que me sostuvieron durante casi nueve meses. Tiene muy claro el momento, la hora y el lugar en que fui concebida: un tifón se coló hasta posarse en algún lugar de sus entrañas. El constante aleteo generó un desbalance y un caos interno, y así supo que estaba embarazada de mí. El gran viento salió, pero dejó un remolino que se fue convirtiendo en humano. Me fueron creciendo ansiedades, manos, instintos, dedos, pulmones y un corazón ambivalente y voraz. Pateaba mucho, no sé si por las ganas de salir o como protesta para quedarme dentro, tibia, cobijada, completa. Ella no recuerda si llegué a la vida antes o después de tiempo; desde entonces tengo prisa y soy tormenta en todas partes.

Mi padre cuenta otra historia. Me encontró en una calle de un pequeñísimo pueblo menonita, adentro de un bote de basura, desnuda, cubierta apenas por una hoja del periódico local que anunciaba el reciente hallazgo de yacimientos petrolíferos en la zona. Luego de revisar el proyecto vial de la carretera en construcción, iba caminando con su casco de ingeniero que lo protegía del sol, más que de un posible accidente o derrumbe. Escuchó un ruido, parecido al eco de un gato o un cachorro, se acercó y se asomó al recipiente. Ahí estaba yo, con los ojos bien abiertos, moviendo los brazos y las piernas como queriendo asirme de algo o alguien invisible. Me cargó, me levantó a la altura de los hombros, sin saber bien cómo sujetar ese pedazo de carne tierna que empezaba a sollozar. El verdadero nacimiento sucede cuando alguien nos observa por primera vez.

Mi madre tiene muy claro el momento, la hora y el lugar
en que fui concebida

Todos somos adoptados en el momento en que nos arrojan al mundo, de la forma que sea. Nací quimera. ¿Me habría abortado a mí misma si me lo hubieran consultado antes? No tuve capacidad de elección, acepté pasivamente mi destino, un espacio determinado y circunstancias fijas donde me siento vulnerable, extraña. Siempre ajena, transito en la intemperie emocional y reconozco, una y otra vez, la angustia del desamparo originario.

Y, ¿hacia dónde voy? No lo sé. Yo sólo quiero, en el camino, recobrar tu mirada ya desvanecida.

*** Mi amigo con derechos es zurdo.