Narrativa italiana del nuevo siglo

Narrativa italiana del nuevo siglo
Por:
  • luis bugarini

1. LA STORIA

Los etruscos dejaron vestigios de escritura funeraria en la península itálica en el 700 a. C., sin embargo, no es posible hablar de una literatura italiana sino hasta la segunda mitad del siglo XIX, en que el Estado nación se erige como la forma organizativa menos imperfecta para arribar a la modernidad occidental. Era el Geist de la época, si bien Italia y Alemania retrasaron su asimilación como un ente político unificado debido a la férrea identidad de cada uno de sus componentes.

Las huellas de la ciudad feudal aún podían rastrearse en la organización social de las comunidades y haría falta un estremecimiento militar y político para alcanzar un acuerdo que dejase satisfechas a las pequeñas ciudades diseminadas a lo largo del territorio de ambas naciones. En Italia ese estremecimiento ha sido llamado Risorgimento por los historiadores.

Era natural que la pequeña ciudad fortificada se mantuviese vigente como la organización más adecuada para enfrentar las potenciales invasiones y los desafíos de un mundo que, debido a la fantasmagoría del progreso, se agitaba en busca de una idea de futuro, a partir del culto a la ciencia y la técnica. La idea de una literatura nacional, producto del Estado moderno, germina hasta consolidarse en una lengua como vehículo de comunicación.

En casos como el de Italia, el nacimiento del Estado nación equivale a la fundación de la lengua italiana, a pesar de la subsistencia de dialectos como el napolitano, el friulano y otros más. La llamada questione della lingua data de los tiempos de Dante y se mantiene tal y como la cuestión homérica: enmarañada e imposible de finalizar en algún punto consensuado.

Las iniciativas militares y políticas de Camillo Benso, conde de Cavour, Giuseppe Manzini y Giuseppe Garibaldi, fueran coordinadas o contrapuestas, fructificaron su idea de nación en 1871 y, finalmente, luego de enfrentamientos y discordias, Italia se enfilaría a caminar a un solo paso hacia el futuro pese a su localización mediterránea, los Estados Pontificios enclavados en el centro del país y la imbatible división entre norte y sur (el denominado Mezzogiorno) que lejos de disolverse se agudiza con los años.

La lírica italiana, a diferencia de la narrativa, que tiene un inicio tardío —se ha fechado en la publicación de Los novios  (1827-1842) de Alessandro Manzoni— siempre tuvo reconocimiento en las letras universales. Los grandes líricos del pasado forjaron una idea de Italia de la cual brota la sensibilidad y el gusto por la elegancia, el sentido de la mesura y una delicadeza incomparable desde la cual leer el conjunto de esa literatura.

La novela moderna, que nace con aspiraciones de reproducir la vida misma (un arco que tensa una cuerda que corre del realismo al naturalismo), no pocas veces utiliza mecanismos de la poesía para generar un nuevo lenguaje desde el cual dar cuenta de la sociedad a través de personajes que padecen por desamor, abandono, nostalgia o anhelos sin consumación posible. Italia no se resistió a las novelas de folletín y en una época sin otro distractor más que leer, los escritores utilizaron el periódico para enganchar a sus lectores.

Más tarde, la primera mitad del siglo XX inicia con grandes augurios por las posibilidades de la industria, pero pronto se muestra menguada por los efectos de la Gran Guerra, en la cual Italia se sumó a los Aliados. Ello sembraría las condiciones que fermentaron la Segunda Guerra Mundial; esta vez Italia se sumaría al proyecto político alemán —en realidad tenían una dependencia simbiótica—, con las consecuencias fatales de terminar como una nación vencida y ocupada. Además, el Plan Marshall fue insuficiente para lograr la reconstrucción y millones de italianos se vieron obligados al exilio, producto de las malas condiciones en las que subsistió el país.

No sería sino hasta la década de los sesenta, en que se revigorizan la FIAT, Olivetti y otras industrias asociadas a la producción de motores, al diseño y al mercado del lujo (Ferrari, Ducati, Bulgari, Alfa Romeo, Maserati, Lamborghini, Vespa), cuando los italianos podrían sincronizarse con el resto de los países europeos (excepto España y Portugal). Aquellos serían años de gran producción y distribución del ingreso a todos los niveles.

"Como sucede a nivel mundial, sea por una preferencia de los lectores o por una estrategia empresarial, la narrativa se mantiene como uno de los géneros más vendidos del espacio cultural italiano".

2. LOS EJES

De manera general, los ejes desde los cuales puede leerse la narrativa italiana contemporánea son los siguientes: I. El movimiento migratorio hacia Estados Unidos (1880-1943), que propició un sello personal desde un exilio voluntario o forzoso; II. Los efectos del denominado holocausto de los judíos, como consecuencia de la política nacionalsocialista durante la Segunda Guerra Mundial, así como sus efectos legales, políticos y artísticos, incluida la fundación del Estado de Israel en 1948 (Giorgio Bassani y Primo Levi eran judíos, por ejemplo); III. El terrorismo continuado de las Brigadas Rojas (1969-1987), incluido el secuestro y ejecución de Aldo Moro en 1978; IV. La hoy llamada era Berlusconi (1994-2011) con la hegemonía política de Silvio Berlusconi;  V. El periodo de la Unión Europea que va desde la instauración del espacio Schengen hasta la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el Brexit (1985-2016), entendido como un espacio comunitario, en la actualidad en debate por el exceso de migración ilegal, el caso de Grecia y el despertar de la extrema derecha en el continente europeo.

Desde esos ejes, que motivaron y aún motivan efectos políticos, sociales y económicos a gran escala, se escribe la narrativa italiana contemporánea. El escritor es un ser histórico y no se encuentra libre de la influencia de los cambios en la sociedad. Como sucede a nivel mundial, sea por una preferencia de los lectores o por una estrategia empresarial, la narrativa se mantiene como uno de los géneros más vendidos del espacio cultural italiano, por encima del ensayo y la poesía. Luego de que la novela posmoderna mostrara sus primeros síntomas de agotamiento, debido lo mismo al experimentalismo radical que al desinterés por el lector, para el nuevo siglo se avizoran motivaciones de orden humano, pese a que no se abandona en su totalidad el discurso celebratorio de la violencia, si bien se le buscan salidas antes que sólo postrarse a una veneración ciega.

Esa ruina de la posmodernidad como culto al individuo, que ya se percibe agónica, da paso a lo siguiente: I. La construcción de un nuevo yo no especialmente social sino autónomo y esencial; II. Un rescate de lo humano aunque con un sesgo que abre paso a la trascendencia; III. Que los protagonistas se alejen de las grandes ciudades; IV. Que el lirismo sea controlado, con lo que se pierde el interés por la monumentalidad narrativa y el registro de las historias es realista y casi periodístico; V. Aparece una asimilación de nuevos valores culturales, entre otros el multiculturalismo.

Italia, al igual que España, no lleva la vanguardia de la narrativa en el continente europeo. Muchos de los títulos más recientes se traducen porque reciben algún premio de relevancia (Strega, Viarregio, Morante), pero a diferencia de la inglesa, francesa o alemana, no es una literatura de constante negociación en los foros internacionales de venta de derechos. Este fenómeno podría estar relacionado con cierto conservadurismo en las artes italianas, que luego de la Primera Guerra Mundial y el fin del futurismo —la última gran vanguardia italiana—, perdieron vigor y luminiscencia. Acto seguido, los Años de plomo motivaron una política de sobrevivencia entre los creadores, que tenían escasas posibilidades para lograrla: huir de la península e instalarse en otro país o militar en el comunismo y pelear por la idea roja desde la lucha parlamentaria o armada. Ambos caminos tuvieron consecuencias lamentables para la creación artística.

A vista de pájaro, los temas con mayor presencia en la narrativa italiana contemporánea admiten categorizarse bajo los siguientes rubros: los efectos de la guerra moderna (Italia mandó efectivos a Afganistán, por ejemplo); el poder de la mafia en cualquiera de sus vertientes —la Cosa Nostra en Sicilia, la Camorra en Campania, la ‘Ndrangheta en Calabria y la Sacra Corona Unita en Apulia—; la acción del Estado en contra del individuo; el campo de concentración o entornos asimilados a la clausura o la asfixia; la figura de Berlusconi como un renovado César que encarna a un ser enigmático destinado a la condena o el fervor; la inmigración voluntaria o forzada; la defensa del feminismo velado o críptico; el uso de las comunicaciones ultrarrápidas y, a fecha reciente, el llamado euroescepticismo respecto a la continuidad de la Unión Europea.

"Autores considerados de origen italiano, que no esconden su nostalgia por el paese, ayudan a esta resignificación del producto narrativo italiano, como John Fante o Mario Puzo, que de manera directa o indirecta colaboran con ese rescate".

3. EL REVIVAL

Con seis premios Nobel de literatura en su haber —Giosuè Carducci (1906), Grazia Deledda (1926), Luigi Pirandello (1934), Salvatore Quasimodo (1959), Eugenio Montale (1975) y Dario Fo (1997)—, la literatura italiana es una de las más fibrosas del continente europeo. Italo Calvino se estudia con esmero en las universidades norteamericanas, lo mismo que Umberto Eco o Dino Buzzati. Antonio Tabucchi gana lectores incluso después de fallecido y Alessandro Baricco cosecha éxitos internacionales con las adaptaciones fílmicas de sus novelas. Carlo Lucarelli y Andrea Camilleri son dos grandes clásicos de la novela policial italiana, luego de que Leonardo Sciascia mostrase que aún hay camino por avanzar. Elena Ferrante, Susana Tamaro y Paola Capriolo, por su parte, son leídas de manera equivocada en los países de lengua española, ya que fueron anunciadas al público como bestsellerismo, pero escriben una literatura que amerita una lectura atenta.

A lo anterior debe sumarse que, al parecer, regresa el magnetismo que Italia ejerció durante los siglos XVIII y XIX, en que se organizaba el Grand Tour para llegar primero a Roma y después a Nápoles por un comentario de Goethe en sus diarios. A este fenómeno ayuda el cine de Paolo Sorrentino, la vanguardia del diseño italiano, la fascinación por los códigos y la frialdad a toda prueba de la mafia italiana, hasta fenómenos alimentarios como el slow food, nacido en Italia y luego exportado a los principales países occidentales. También autores considerados de origen italiano, que no esconden su nostalgia por el paese, ayudan a esta resignificación del producto narrativo italiano, tales como John Fante (Arturo Bandini es un italoamericano) o Mario Puzo, que de manera directa o indirecta colaboran con ese rescate.

En otro ámbito, los estudios sobre la italianidad florecen en Estados Unidos. Maria Laurino, para utilizar un ejemplo reciente, logró llevar su libro The Italian Americans (2016) a la televisión pública de ese país (PBS). A lo largo de cuatro horas de transmisión, se ponderan los aspectos que los italianos aportaron a la riqueza cultural de Estados Unidos, lo cual no es poco decir en el país que se ha conformado con ciudadanos de casi todas las naciones del mundo. Lo anterior para referir que la narrativa italiana contemporánea tiene un espacio de acción privilegiado en el momento actual para promover a sus creadores.

Para la siguiente selección de autores se atendieron los siguientes criterios: que las obras se hayan publicado después de 2001 y se encuentren disponibles en lengua española (el año de publicación citado es el de la edición en español); un mínimo de diversidad geográfica; cada autor cuenta con diversos títulos traducidos al español que permiten al lector adentrarse en sus respectivas trayectorias; que a través de las obras puedan identificarse las inflexiones que redefinen la narrativa italiana contemporánea, a las que se hace referencia en este texto. Así, la lectura de cualquiera de estos libros puede dar una idea general de la producción narrativa actual en la península itálica.

4. LOS AUTORES

 

FLEUR JAEGGY (Zurich, 1940)

La parte norte de Italia, aquella de los lagos y las montañas nevadas, es magnética para los saltos culturales. Jaeggy nació en Suiza y eligió la lengua italiana para escribir una narrativa sintética, de trazo suelto, que no se ajusta por completo a las demandas de ese mercado que pide palabras a borbotones, sin importar si se narra desde el vacío con el mero afán de lograr otro contrato editorial. Proleterka (2004) o El último de la estirpe (2016) se adentran, cada una por su lado, a indagar por qué la memoria es el hecho capital del ser humano.

Proleterka, novela sobre la madre, narra un viaje con el cual desvanecerse en una memoria que se entrega pero nunca por completo. De El último de la estirpe, por su parte, el editor refiere que es un volumen de cuentos aunque admite una lectura de novela, donde los límites son difusos y es la propia memoria la que marca la franja de aproximación entre el inicio y el final. Jaeggy, autora que se esconde de los reflectores, gusta de aparecer tras un velo distinto en cada uno de sus libros.

ANTONIO MORESCO (Mantua, 1947)

Hay una chispeante luminosidad en las prosas ensayísticas de El volcán (2007) que recuerdan a las mejores páginas del Zibaldone de Leopardi. La vida nos reta con el objetivo de fugarse sin registro, y a ese empeño se opone la tarea del arte, siempre compasivo aunque no pocas veces inauténtico.

La lucecita (2016) es una de las mejores novelas que pueda leerse en la actualidad, no sólo por su volumen compacto sino por una metáfora que nunca se revela por completo. Un hombre que se retira al campo observa del otro lado del valle una luz tintineante y minúscula, a la cual, después de sobrados titubeos, se acercará para hallar un secreto que avanza a caballo entre la vida y la muerte.

Moresco es una de las apuestas más atendibles de la literatura italiana. Sus libros, que se traducen al español de manera pausada, se instalan en esa zona de quienes buscan la experiencia de la cultura que no pasa por los asuntos de actualidad ni se detiene en las turbulencias de la agenda política.

ANDREA DE CARLO (Milán, 1952)

A medio camino entre el cine y la música, De Carlo ha forjado su carrera como narrador de altos vuelos. Sus historias celebran la fugacidad de la vida, aunque se detienen a consignar la ironía que supone un fracaso, un desaire o la pérdida temporal de la dignidad. Las traducciones de sus novelas ya pasan de quince idiomas y se sitúa como uno de los narradores a los que conviene seguir la pista.

La imperfecta maravilla (2018) narra la historia de amor entre una vendedora de helados —una suerte de hechicera de los nuevos sabores— y un músico de rock que vive a salto de mata debido lo mismo a su pasión por las emociones fuertes que a la indeterminación propia de la vida. La atracción mutua, así como la entrega gradual de los amantes, permite a De Carlo montar una escenografía para felicidad de ambos, que consuman su amor en las páginas finales, narradas con una pericia envidiable. Si es que parecía poco probable contar de nuevo una historia de amor, De Carlo prueba que la pericia en el oficio permite volver incluso a los episodios de la Biblia.

MICHELE MARI (Milán, 1955)

La erudición extremosa que requiere la lectura de Todo el hierro de la torre Eiffel (2005), novela que relata la estancia de Walter Benjamin en París durante los días de la Segunda Guerra Mundial, habrá descorazonado a más de un curioso que se acercó al libro con ánimo de explorador.

En Rojo Floyd (2013), Mari utiliza ese mismo recurso de la información erudita para dar voz a los miembros y cercanos a la banda Pink Floyd, con lo que logra una mimetización de cada uno de los protagonistas que desfilan por las páginas de la novela, por llamarla de algún modo. Más en la línea del documental ficticio, si bien con parte de verdad en cada una de las declaraciones, Mari hace un elogio sostenido de la banda inglesa de especial atractivo para los seguidores, aunque con interés para quienes no sienten mayor afecto por sus canciones.

Mari es un autor de singular refinamiento, con exigencias puntuales para sus lectores potenciales. Es un artesano de la palabra que prefiere entregar una pieza inentendible a una historia para compartir en la sobremesa.

MELANIA G. MAZZUCCO (Roma, 1966)

Parte de las afinidades electivas de esta autora laten en la monumentalidad y en hacer de cada episodio narrativo una explotación a detalle de lugares, recuerdos, sensaciones y demás. Cada una de sus novelas sumerge al lector en la vida misma de los protagonistas, con lo cual se logra un efecto de literatura vérité respecto de cualquier escena narrada.

Vita (2004) destaca en su producción por ser el relato de cómo su familia viajó a los Estados Unidos para perseguir el sueño americano. Mazzucco se decanta por la frondosidad aunque con trabajo de pincel fino, con lo que logra el magnetismo necesario para que el lector no pueda alejarse de la lectura. Dotada de una probada sensibilidad para la reconstrucción de hechos trágicos desde una perspectiva delicada, Mazzucco se aproxima al desarraigo y al reto que supone entregarse a la construcción de un sueño en un país que no es el tuyo y cuyos habitantes no te reciben con afanes hospitalarios. El acento pícaro, por suerte, salva a la novela de ser un culebrón sobre el exilio italiano.

"El culto a la violencia tiene en Roberto Saviano a uno de sus exponentes más celebrados. Saltó a la fama con la adaptación cinematográfica de su novela Gomorra, que lo llevó a ser amenazado de muerte por la mafia".

NICCOLÒ AMMANITI (Roma, 1966)

Este autor romano elige un estilo de frase que acorta el tramo de la acción de los protagonistas de sus novelas, hasta volverlas tan cinematográficas que la imagen mental que transmiten llega de inmediato al lector.

Ammaniti es uno de los autores más célebres de la narrativa italiana contemporánea y con la novela Como dios manda (2007), después llevada al cine, logró posicionarse como uno de los más sugerentes de las letras europeas. En ella se relata cómo un padre sin trabajo se enfrenta a las vicisitudes para sostener a su hijo, lo que revela la mala situación de la economía italiana, el racismo, la vida al margen. Años antes, No tengo miedo (2002), historia de varios niños en un entorno desolado por un calor inclemente, le permite cartografiar las experiencias formativas durante la edad temprana que enfrentan en la actualidad los más jóvenes en Europa.

Ammaniti no es un optimista, pero tampoco se rehúsa a la posibilidad del consuelo pese a que provenga del amor, la religión o el olvido.

GIORGIO VASTA (Palermo, 1970)

Por el momento, El tiempo material (2012) es la única obra en español que puede hallarse de este poderoso narrador que lo mismo aborda la materia delicada del terrorismo italiano, que las fracturas que enfrentan los adolescentes al crecer. El caso de Aldo Moro, primer ministro italiano y líder de la Democracia Cristiana que en 1978 fue secuestrado por las Brigadas Rojas y, tras dos meses de cautiverio, apareció asesinado en el maletero de un coche en el centro de Roma, ofrece las coordenadas en las que sucede esta novela que apenas suelta el paso en alguna página.

La política italiana, una pasión de muchos escritores de la península, experimenta un apretón de tuercas con esta entrega que se asoma al pasado reciente de Italia, Europa y a la posibilidad de un sueño que se persigue a través de la violencia. No queda duda de que Vasta es uno de los narradores que darán la pauta en las décadas que vienen, ya que construye una historia perfecta, arropada con un armazón estilístico de bordes lujosos.

PAOLO COGNETTI (Milán, 1978)

Cognetti creció en la parte norte de Italia que mira a los Alpes desde la zona de los lagos. La actividad alpina es una actividad regular de milaneses y turinenses, que alistan sus botas y el equipo necesario para la escalada. En El muchacho silvestre (2017), apenas notado en México, Cognetti parte del fragmento para anotar parte de la felicidad que le produce subir a las montañas.

Posteriormente, en Las ocho montañas (2018), tendrá la oportunidad de volver a ese entusiasmo y, de paso, relatar la historia de su padre como practicante del montañismo. La parte más íntima del hombre intuye que en la cúspide de las montañas, la experiencia de lo trascendente es posible, por lo que no escatima esfuerzos en arriesgar su vida para alcanzar un roce de esa vivencia superlativa.

Con un estilo diáfano aunque sin aquiescencias, Cognetti subraya que una forma de ser italiano es entregarse al montañismo, a la memoria y al arte sutil de la reconstrucción de vivencias a partir de la literatura.

ROBERTO SAVIANO (Nápoles, 1979)

El culto a la violencia tiene en este autor napolitano a uno de sus exponentes más celebrados. Saltó a la fama con la adaptación cinematográfica de su novela Gomorra (2008) por Matteo Garrone, que lo llevó a ser amenazado de muerte por la mafia y, desde entonces, a ser protegido por el gobierno italiano, que le asignó un equipo de protección para todo tiempo y lugar.

La narrativa de Saviano, que admite ser evaluada a un lado de sus temáticas estridentes, es galopante y mezcla realidad y ficción, con lo que lleva sus libros a un plano en el que es distinguible la situación política más evidente con su conocimiento de los bajos fondos europeos. La serie de televisión Gomorra lo volvió una celebridad, ya que rescata el asunto de la mafia y lo dota de un nuevo giro, en el cual el tráfico de drogas y de mercaderías de lujo se asimila a una actividad cool para acceder a una forma de vida que sería inalcanzable con la triste vida de un asalariado.

El universo criminal napolitano de Saviano se diviniza hasta el punto de resultar, a su modo, envidiable.

PAOLO GIORDANO (Turín, 1982)

En este autor sucede el inusual binomio de genio matemático y sensibilidad artística. Esto logra novelas que mezclan la ligereza del bestseller con la planeación cerebral de un artefacto narrativo con el cual oponerse al desdén que motiva la literatura más exigente.

La soledad de los números primos (2009) ganó revuelo por la facilidad con la que Giordano logra una historia de largo aliento con un andamiaje intelectual. Los dos personajes de la historia, que se conocen desde niños, entrecruzan sus vidas a lo largo de las décadas sólo para confirmar que nunca podrán estar juntos. Cada trayecto es un destino y no hay modo de oponerse a sus designios. En esta entrega, al igual que en Como de la familia (2015), novela que relata la vida de una mujer dedicada a las tareas domésticas, Giordano guía al lector por los meandros que representa vivir, abandonarse al otro y resucitar para beneficio de propios y extraños.

En la soledad y el desaliento, en los interregnos que nos permiten asomarnos a la potencial humanidad del otro, este par de libros ofrecen el beneficio del tumulto y la alegría, que no es otro que la vida misma.

CODA

Además conviene estar atento de los siguientes autores, todos ellos con obra disponible traducida al español: Maurizio de Giovanni (Nápoles, 1958), Fabio Stassi (Roma, 1962), Tiziano Scarpa (Venecia, 1963), Francesco Piccolo (Caserta, 1964), Antonio Manzini (Roma, 1964), Aldo Nove (Viggiù, 1967), Luca D’Andrea (Bolzano, 1979), Alessandro Raveggi (Florencia, 1980) y Alessandro Mari (Busto Arsizio, 1980).