Aurelia Cortés Peyron

"La noche aquí no es nuestra"

En su reciente libro, Xicotepec. Años roble —galardonado en diciembre con el Premio de Poesía Joaquín Xirau Icaza—, Aurelia Cortés Peyron (Ciudad de México, 1986) despliega un cosmos poético donde el río-arquetipo y la neblina se entrelazan, iluminando la existencia con la efímera belleza del paisaje. La poeta y ensayista Mariana Bernárdez identifica sedimentos que habitan esos versos, donde las ausencias son relumbre y “las voces de los antes vivos se mezclan con las de los recién llegados, de las plantas, los animales, las piedras”. Este texto fue escrito para la entrega del reconocimiento

Portada libro "Xicotepec. Años roble"
Portada libro "Xicotepec. Años roble"Foto: Especial
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Comienzo con versos de Joaquín Xirau Icaza: “Por el mismo río / por el mismo río por segunda vez / por segunda vez no se atraviesa / por el mismo río”.1 Aurelia Cortés Peyrón lo describe en su poema-casa, Xicotepec. Años roble (UAM-Xochimilco, 2021): “Pero no hay quietud en el río-arquetipo / en el que siempre eres otra”. El paisaje está marcado por la neblina, inflexión que inicia la mirada en otros modos de estar, más allá de lo conocido, y cifran la existencia en las impresiones provocadas por la belleza, ese roce apenas perceptible del aire o la rama que es arboleda o el caer inmisericorde de la lluvia. Diría escritura que confirma la pertenencia a un lenguaje que va tras la manifestación de lo brotado, cuyo impulso provoca la experiencia fundacional:

Se estremece una rama

en la superficie del café:

¿un pájaro? 

La palabra poética es una pasión, el viaje primordial de la memoria y su escritura, testimonio de un estado de apertura hacia lo incesante, al registro de la mirada perpleja, arrobada por el mundo y sus singularidades, por la extrañeza que sobrecoge. La suya es palabra poética que signa con su altozano los momentos de haber sido otros y los mismos:

La primera vez que vine al rancho sentí que había cruzado por un puente colgante la barranca que me separaba de la infancia. Tendríamos trece años. No sabía que un aire amniótico rodeaba mis facciones, aun indefinidas. Que incluso la niebla sin filo podía erosionarlas.

SU POESÍA DEMORADA, sutil, de múltiples sedimentos, declara el contrapunto que se genera en la fuga del presente como materia de lo vivido, esa ausencia que es un relumbre, que destella en el instante poético. Aurelia escribe: “La niebla no es el mar / sino sus campanas”.

¿Qué es y no es en la continuidad del tiempo? El juego interminable del desolvido, semilla que hace de lo ausente un "sentido de presencia".2 Es la hazaña de la palabra al nombrar lo que se echa en falta desde su aparecer, su movimiento que sobrepasa el filo de lo inverosímil, la huella en el limo que a pesar de ser borrada será impronta radical: "palabra matriz",3 "palabra respirante".4 

Ofrece Aurelia:

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.PDF: El Cultural

Sus versos reconfiguran lo apresado en la contemplación. Revisitar el caudal de imágenes nos acerca a un territorio dominado por la hospitalidad; es el aval de entrada al bosque, selva, jardín no domesticado; reino de la niebla y la montaña. Las voces de los antes vivos se mezclan con las de los recién llegados, de las plantas, los animales, las piedras: un canto coral que se acrecienta al afinarse la disposición hacia una escucha atenta. La hospitalidad ampara y, como señala Edmond Jabès, se "acoge al otro sólo por su presencia, en nombre de su propia existencia, únicamente por lo que es". 5 Escribe Aurelia:

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.Gráfico: La Razón de México
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.Gráfico: La Razón de México

EN LA POETA FIGURA EL LAZO de la amistad, que nos conmueve con su carga emotiva y conlleva a una educación sentimental: “La dicha de volver a ser niñas, / el deseo infantil de escoger a una hermana / con lunares en espejo”. La familiaridad urde un imaginario que da cabida a una frontera donde las correspondencias delimitan secretos compartidos. Rastros, huellas, marcas, indicios clandestinos de los días transitados bajo la mucha luz y las noches que revelan estos planos-secuencia de una poética cinematográfica, de eso que a veces llamamos lo insólito: “La luz afectaba el obturador, las fotos siempre salían granulosas. Recuerdos a punto de autodestruirse”.

La fractura de la linealidad, una razón que se doblega ante lo entrañable, implica la pregunta sobre la identidad: ¿se es el viaje? ¿Se es el lenguaje con el que se da cuenta del azoro? ¿Se es la nostalgia de un cielo del que nada se sabe? “Todo apunta hacia el cielo y hasta el alma se nos vuelve vertical”. ¿O es la amistad donde “[…] la absoluta coincidencia de afectos […] de una sola alma en dos cuerpos distintos”,6 suscita el verdadero consuelo frente a lo adverso o a esos dilemas que cambian el color de los ojos de Regina y de Aurelia?

Notas

1 Joaquín Xirau Icaza, “Por el mismo río”, en Poemas. Las dos orillas, presentación de Octavio Paz, México, Joaquín Mortiz, 1976.

2 Término central en la filosofía de Ramón Xirau.

3 José Ángel Valente, “Sobre la operación de las palabras sustanciales”, en Variaciones sobre el pájaro y la red: precedido de La piedra y el centro, Barcelona, Tusquets, Col. Marginalia, 1991, p. 63.

4 José Ángel Valente, idem, p. 64.

5 Edmond Jabès, El libro de la hospitalidad, traducción y presentación de Sarah Martín, Madrid, Mínima Trotta, 2014, p. 33.

6 Michel de Montaigne, De la amistad, traducción de Constantino Román y Salamero, México, Taurus, Col. Great Ideas, 2014, p. 19.

“LA NOCHE AQUÍ NO ES NUESTRA“
“LA NOCHE AQUÍ NO ES NUESTRA“PDF: La Razón de México

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