Pobres criaturas, de Yorgos Lanthimos

FILO LUMINOSO

Pobres criaturas, de Yorgos Lanthimos
Pobres criaturas, de Yorgos LanthimosImagen: searchlight pictures
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De las primeras cosas que sorprenden del nuevo filme del maestro del absurdo y la comedia negra, el griego Yorgos Lanthimos, es redescubrir la presencia de sexo provocador y lúdico en la pantalla. Tras décadas de un regreso a la represión del eros en el cine comercial estadunidense, de esterilizar y a veces borrar la sexualidad —de ahí que se diga: en Hollywood, todo el mundo es hermoso y nadie coge con nadie—, Pobres criaturas es un festín de placeres genitales, encarnados por el personaje de Bella Baxter (Emma Stone, fabulosa). 

LANTHIMOS SE OBSESIONÓ hace más de una década con la novela Poor Things (1992), del autor y artista escocés Alasdair Gray (1934-2019), que vio como un vehículo perfecto para canalizar sus temáticas y estéticas. Tony McNamara, quien también escribió La favorita (2018), se hizo cargo de este guion; Shona Heath y James Price diseñaron en cuatro ciudades un universo victoriano abigarrado, excesivo, infestado de delirios y horrores, mientras Holly Waddington creó el desquiciado vestuario que se inspira en la moda de fines del siglo XIX, pero con una identidad anacrónica, tan irónica como celebratoria. La fotografía de Robbie Ryan refleja la maduración de la protagonista con el uso de distintos tipos de película, desde el blanco y negro hacia una fulminante selección de colores de saturación desbordante, a veces pasando de planos generales a las tomas panorámicas y al muy criticado recurso del ojo de pescado, que también apareció en La favorita. Con estas imágenes y la extraña música de Jerskin Fendrix, el director crea espacios surrealistas en escenarios extravagantes, poblados por quimeras y tecnologías retromodernistas (que algunos insisten en reducir a steampunk). 

Godwin Baxter (Willem Dafoe) es un talentoso médico, anatomista, académico y científico londinense; fue objeto de los experimentos sádicos de su padre, que lo convirtieron en un collage monstruoso. El doctor Godwin y el doctor Frankenstein, de Mary Shelley (cuyo padre fue William Godwin, autor, filósofo y pionero de teorías anarquistas), tienen mucho en común, pero se diferencian en que al primero no lo atormenta su consciencia, como al segundo. El experimento de Godwin, Bella, es motivo de orgullo y admiración, mientras que Frankenstein ve a su criatura como una abominación y un error que sirve para cuestionar las ambiciones de la ciencia. Godwin es una especie de Doctor Moreau generoso y cruel; tiene por mascotas a un bulldog ganso y otros seres híbridos, y así como es un tirano en las aulas es el tutor amoroso de Bella, quien lo llama "God". 

Godwin rescata el cuerpo de una mujer embarazada que se lanzó a su muerte desde la Torre de Londres. Baxter decide salvar una vida a partir de dos almas, mediante un procedimiento frankensteiniano que produce a Bella, ser tan ingenuo como curioso, con cuerpo de mujer madura y mente de una recién nacida. Esta acertada metáfora de la condición femenina en la era victoriana —y en muchas otras eras— es la obra maestra de Godwin, quien asigna a uno de sus estudiantes, Max McCandles (Ramy Youssef), registrar sus progresos lingüísticos, motores e intelectuales. Max no tarda en enamorarse de Bella; Godwin acepta que se casen mientras permanezcan en su residencia. La situación de la protagonista, atrapada en un universo creado por Godwin, recuerda la cinta Dogtooth (2009), con la que Lanthimos comenzó a ser reconocido. En ella, una pareja tiránica quiere proteger a sus tres hijos al encerrarlos en su casa y reinventar el lenguaje para controlarlos. 

fusiona horror, humor negro e imaginación enfebrecida con sexo, que va de lo acrobático a lo liberador

BELLA ES UN SER AJENO a las normas sociales y morales, que pronto comienza a exigir libertad. En su búsqueda de sensaciones nuevas descubre la sexualidad y todo su entusiasmo se enfoca en una candorosa afición por masturbarse (o bien “Trabajar en mí misma para conseguir la felicidad”). Esto no solamente la hace más feliz, sino que, contrariamente al moralismo del espíritu puritano, también acelera sus destrezas lingüísticas y habilidades sociales. En ese momento es descubierta por el perverso abogado Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo, en un sobresaliente papel cómico), quien se la lleva de viaje, descubriéndole un amplio repertorio de placeres sexuales (“¿Por qué la gente no hace esto todo el tiempo?”, se pregunta Bella, extasiada), en una exploración mundial de la decadencia. Lanthimos fusiona horror, humor negro e imaginación enfebrecida con sexo, que va de lo procaz a lo poético, de lo intenso a lo risible, de lo acrobático a lo liberador. Visitan primero una Lisboa laberíntica en colores pastel, con platillos fastuosos, fado, vistas oceánicas imposibles, funiculares barrocos y pastéis de nata sin fin. Pero cuando Duncan pasa de ser dominante a dependiente, Bella le informa: "Mi corazón se ha oscurecido hacia tu persona que maldice y llora". Está lista para abandonarlo. Bella es vista por los hombres como un apetitoso trofeo, hasta que su voracidad insaciable y la imposibilidad de someterla se vuelve una amenaza inquietante para el orden misógino del siglo XIX. Así, se vuelve una representante del feminismo predicado por Mary Wollstonecraft, quien murió en el parto de su hija, Mary Shelley.

El viaje continúa por Alejandría y París, tanto en barcos como en hoteles suntuosos, hasta que quedan sin un centavo y ella entiende que el sexo puede ser una transacción económica. Sus aventuras la llevan a entender las complejidades del deseo y la mecánica de los actos sexuales, al tiempo en que confronta desafíos intelectuales, culturales y políticos, así como la pobreza, el sufrimien-to, la maldad. Así va redondeando su capacidad crítica, la cual emplea desapasionadamente y con total franqueza. En su camino se encuentra con una viuda (interpretada nada menos que por Hanna Schygulla, la espléndida actriz-fetiche de Rainer Werner Fassbinder, que representó tantas veces la complejidad y las trampas del deseo); ella inspira a la mujer en su búsqueda de la libertad absoluta. La monstruosidad de Bella radica tanto en su voracidad de satisfacciones infantiles inmediatas, en forma de glotonería y deseos eróticos sin límite, como en su potencial intelectual y radicalidad. Es una aventurera victoriana que construye una nueva identidad a través de la filosofía (particularmente de Emerson), los libros, la cama de un burdel y los mítines socialistas. Margot Robbie pasó con gracia de ser una muñeca superficial a una mujer completa en Barbie (Greta Gerwig, 2023), pero Emma Stone hace la transición virtuosa de la inocencia infantil cautiva en un cuerpo encantador y torpe a volverse una belleza seductora con una mente brillante. Es el papel de su carrera.

El relato de una madre que es su propia hija resulta un homenaje tanto a Mary Shelley como al monstruo de Frankenstein, que es el resultado de la apropiación masculina del poder de crear vida. Bella es lo opuesto: la mujer reinventada, sin límites, que se dedica a buscar el conocimiento, la justicia y el placer.