Mircea Cărtărescu

El romanticismo de las ruinas

Esta semana, el poeta y narrador Mircea Cărtărescu fue declarado ganador del Premio FIL de Literatura
en Lenguas Romances, que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2022. El primero en recibirlo
fue el chileno Nicanor Parra (1991), y la más reciente, su coterránea Diamela Eltit (2021), mientras que en 2016
lo obtuvo el rumano Norman Manea. Cărtărescu será el segundo escritor de esa nacionalidad en merecerlo:
la confianza de un editor y la atinada selección de una traductora fueron definitivos para ello, expone Mónica Maristain.

Mircea Cărtărescu (1956).
Mircea Cărtărescu (1956).Foto: Arild Vågen / commons.wikimedia.org
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Este fenómeno literario implica el nombre de un traductor y de una editorial. Es difícil apelar precisamente a esos dos elementos a la hora de calificar a quien probablemente será el Premio Nobel de Literatura (no sabemos cuándo), pero es cada vez más conocido y leído en España, México, Sudamérica. La editorial Impedimenta, que ha ido creciendo con la ascendente popularidad del que es considerado el mejor escritor rumano, es de Enrique Redel, español que estima a su autor “no sólo porque es el mejor escritor del mundo, sino porque también es buena persona”.

CUENTA LA LEYENDA que a Mircea Cărtărescu (Bucarest, Rumania, 1956) lo traducían mal. Al menos, las traducciones no hacían eco en el público español. El rumano no es una lengua tan musical como el español o el francés y para darle la atmósfera un poco cerrada y al mismo tiempo expansiva de su escritura había que tener un traductor que fuera tan bueno como el traducido.

Llegó un día a la editorial Marian Ochoa de Eribe (Bilbao, Vizcaya, 1964). Propuso El ruletista, primer texto que conocimos en español de Cărtărescu. La traductora le subrayó al periodista Eduardo García Rojas “la libertad absoluta” que el escritor rumano le otorga al trabajar sus textos. Gracias a ella pudimos reír y llorar en El ojo castaño de nuestro amor, donde Mircea, “el niño que en El espejo de Tarkovsky comienza a hablar en estado de hipnosis”, cuenta algunas cosas de su Bucarest amada y odiada. Añade que, bajo el mando de Nicolea Ceaușescu (1918-1989), todo rumano creía en la revolución. “Fue nuestra ilusión empalagosa. Aún hoy no puedo perdonarme el haber creído en ella, pues en un mundo normal no se la habrían creído ni los niños. Pero deseaba con toda mi alma que fuera verdad”, dice en ese libro entrañable.

También cuenta la historia de su primera prenda de mezclilla. Anhelaba “con intensidad paranoica —gracias a ese mecanismo que genera necesidades artificiales—” unos pantalones caros e inhallables en la Rumania de esa época. Ahorró, fue por los jeans y horas más tarde sus padres lo llamaban “medio jinete”: le habían vendido una sola pierna del pantalón. “A la pernera Levi Strauss no renuncié ni muerto”; la sacaba en días nostalgiosos. “Quién sabe qué otro muchacho del extremo opuesto de la ciudad estaría ahora con la otra mitad de los pantalones en la mano, sin saber si arrancarse los cabellos desesperado o echarse a reír histérico”, cuenta.

HA SIDO MERECEDOR de muchos premios, entre ellos el Formentor, en 2018. Sobre el Premio FIL en Lenguas Romances que ha ganado esta semana apunta en su muro de Facebook:

Estábamos en el aeropuerto de Bilbao, en la cola de la maleta, cuando alguien me llamó al móvil. No conocía el número y me era desconocido el código del país. “¿Quién me llama en el extranjero?”. “¿Señor Cărtărescu?”. No entendía lo que trataban de decirme hasta que lo dijeron varias veces: “¡Eres el ganador del Premio FIL de Guadalajara, México!”. Es uno de los reconocimientos literarios más valiosos que existen. Yo estaba en Guadalajara cuando Emmanuel Carrère lo recibió, hace cinco años. Nunca imaginé que estaría en su lista de ganadores, junto a Nicanor Parra, Juan Goytisolo, Antonio Lobo Antunes, Claudio Magris, Enrique Vila-Matas, Yves Bonnefoy o mi compatriota Norman Manea, entre otros.

“En Cărtărescu, el sueño, la ficción, la literatura, son la verdadera realidad”, señala el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán en el prólogo de Nostalgia. Y ésa, como afirma, es la característica del autor de la trilogía Cegador. Además está su trabajo poético exquisito, que Impedimenta ha reunido en Poesía esencial.

Dicen que Solenoide es su mejor libro o, al menos, el que uno guardaría muy a la mano. “Considerada unánimemente por la crítica la obra cumbre de Mircea Cărtărescu, Solenoide es una novela monumental en la que resuenan ecos de Pynchon, Borges, Swift y Kafka. Estamos ante el largo diario de un escritor frustrado que desgrana su infancia y su adolescencia en los arrabales de una ciudad comunista, devastada, gris y fría, una Bucarest alucinada, dotada de una melancolía abrumadora”, señala Impedimenta.

SOLENOIDE ES QUIZÁ LA NOVELA que tiene uno de los mejores principios. “He cogido piojos otra vez. Ni siquiera me sorprende, ya no me asusta, ya no siento asco. Sólo me pica”: así arranca la que ha sido estimada por La Santa Crítica como “el clásico del siglo XXI”.

Lo entrevisté cuando promocionó Solenoide (la palabra define cualquier dispositivo físico capaz de crear un campo magnético; en el libro se trata de una casa). Dijo:

Una de las tradiciones que este libro sigue es la del romanticismo alemán, el romanticismo de las ruinas, de los sueños, de la fascinación por el pasado. El surrealismo caracteriza este libro. Para mí es especialmente importante porque es mi último libro publicado y también porque ni yo mismo me esperaba que después de haber cumplido sesenta años podía haber escrito un libro digno de mí. Normalmente a esta edad uno se repite a sí mismo. No ha sido así y estoy muy contento por haber escrito uno de mis mejores libros a esta edad. En comparación con mis anteriores, Solenoide tiene un elemento de novedad, concretamente es un tema ético mucho más pronunciado que antes, esta novela es una declaración de solidaridad humana.

Hoy, que ya tiene 66, vive su gloria merecida. Lo veremos recibir su premio durante el primer día de la FIL Guadalajara.