Send nudes: desnudos en la virtualidad

Al margen

Miguel Casco, de la serie Send Nudes.
Miguel Casco, de la serie Send Nudes.Foto: Cortesía del autor
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En su icónico libro El desnudo, el historiador británico del arte Kenneth Clarke marca una distinción fundamental entre el desnudo artístico y el de nuestra vida cotidiana:

La desnudez corporal es aquella en la que nos encontramos desvestidos, despojados de nuestras ropas, por lo que esa expresión entraña en cierta medida el pudor que experimentamos la mayoría de nosotros en dicha situación. La palabra nude, el desnudo, no comporta, en su uso culto, ningún matiz incómodo. La imagen vaga que proyecta en nuestro espíritu no es la de un cuerpo encogido e indefenso, sino la de uno equilibrado, feliz o lleno de confianza: el cuerpo reformado.

Según Clarke, esta diferencia se entiende a partir de dos palabras en lengua inglesa para designar ese mismo estado del cuerpo sin ropa: nude y naked, que en español bien podríamos traducir como desnudo y encuerado, respectivamente.

HOY, MIGUEL CASCO, artista mexicano, está transgrediendo y desacralizando la barrera entre uno y otro con Send Nudes, una reinterpretación a través de la pintura de nuestros cuerpos más encuerados, en ese momento en el que, cachondos y sin vergüenza, los presumimos a través de fotografías íntimas para provocar a otro. El proyecto surgió hace cinco años, cuando el pintor se encontraba en una relación a distancia con su ahora esposa. Con la diferencia de horario y, por lo tanto, la dificultad de conectarse a algún servicio de llamadas en línea, comenzó un intercambio de fotografías eróticas, conocidas en el ámbito de las redes sociales como nudes, más sexting, es decir, mensajes de texto con contenido sexual. Poco después, y ya instalados como pareja en la capital mexicana, la provocación seguía rondando los rincones de su mente.

“Me había mudado de Puebla a la Ciudad de México y llevaba ya dos años viviendo aquí. Tenía un tiempo trabajando sobre el cuerpo, mi obra se centraba en una investigación sobre su erotización, el desnudo y la pornografía”, me explica en Atelier Mesones, un estudio que comparte con Elena Manero y en el que, además de trabajar su propia obra, ofrecen cursos de dibujo y pintura con modelos para artistas y amateurs que quieran perfeccionar su manejo del cuerpo humano. “Con las nudes surgió un nuevo interés, por la manera en la que erotizamos nuestro cuerpo a partir de filtros propios —porque no mandas nudes que a ti no te gustan”, subraya.

Miguel lanzó entonces una convocatoria a través de la cual invitaba al público en general a compartir con él sus nudes, para que a partir de esas fotos él pudiera desarrollar obra pictórica. “Ya había hecho una serie previa, Watch My Porn, también a partir de una convocatoria, pero sólo se hicieron cinco piezas”, recuerda, y abunda:

Decidí que debía hacer un formato que le diera más seriedad a la convocatoria de Send Nudes y la colgué en mi página. Como no tenía un estudio aún, necesitaba trabajar en formatos manejables, así que decidí utilizar papel en tamaños más pequeños y fáciles de transportar. Como técnica elegí la acuarela, también por su portabilidad.

Durante el primer año, la participación fue modesta y principalmente de amigos o gente cercana. Para 2019 llegaron unas cuantas más, pero en 2020 realmente el proyecto despegó y tuvo un punto de inflexión muy notable: la pandemia. “Llegaron muchísimas a partir del confinamiento. Al día de hoy llevo ochenta nudes pintadas, pero hay 260 en fila”, me comenta. El hecho de que el correo de Miguel se inundara de desnudos voluntarios a partir de la crisis sanitaria obliga a una reflexión más profunda sobre cómo se vivió la sexualidad en el encierro y el papel que jugó la virtualidad para mantenernos conectados, un tema que se ha abordado ampliamente en cuanto a lo social y emocional, pero mucho menos desde lo erótico. Al mismo tiempo, toca otro asunto del confinamiento sobre el que ya he escrito aquí: la observación mucho más minuciosa y consciente sobre lo cotidiano y doméstico, que desde luego pasa por el cuerpo.

Miguel Casco hace una reinterpretación a través de la pintura de nuestros cuerpos más encuerados

Sobre esa mirada a lo propio y a la construcción de una autoimagen, Miguel destaca un antecedente importante que fue inspiración fundamental para Send Nudes: el fotolibro A través del espejo, de Joan Fontcuberta. Ahí, el catalán reúne miles de selfies que los usuarios de redes sociales hemos subido, todas tomadas ante un espejo en el que el dispositivo se refleja y se integra a la imagen. El proyecto parte además de la idea de que al subir algo a internet ya no te pertenece, ni siquiera tu propia imagen.

COMO EN LA PIEZA de Fontcuberta, Miguel evita agregar un filtro adicional para respetar la imagen original lo más posible, sin embargo, la mirada del artista es inevitable. Su interpretación procura reservarse tan sólo a una cuestión de formatos. En primer lugar, recorta la imagen para brindar un formato homologado a todas las nudes pintadas: es un soporte de papel de 60 x 35 cm, que corresponde a la misma proporción que tienen las pantallas de nuestros teléfonos. En ocasiones también modifica la temperatura de los colores, pero nada más; “intento no hacer ninguna alteración del original, procuro respetar la estética de las imágenes que mandan”, me comparte. Una vez terminada la pieza, envía a los participantes una imagen digitalizada de la versión en acuarela y conserva las obras físicas para exhibirlas.

Recientemente, las nudes de Miguel han sido expuestas en San Antonio y Omaha, en Estados Unidos, y en versión digital en la galería virtual de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM. Por la intención erótica original de las piezas, me intrigaba saber cuál ha sido la respuesta del público y la opinión de Miguel me sorprendió: “La respuesta ha sido curiosa. Algunos espacios se espantan cuando les propones la idea, pero cuando las ven montadas entienden de qué va. La respuesta del público ha sido lo contrario, no sólo les gusta verlas expuestas: las toman como una invitación a participar”. Parece que las instituciones son más mojigatas que los espectadores.

SI BIEN HOY esto puede resultar llamativo, lo cierto es que en este tipo de imágenes a menudo se violenta un límite: el del consentimiento. “Para mí era importante darle formalidad y una protección legal al proyecto en la convocatoria”, señala Miguel, y añade que en una exhibición reciente del proyecto, le pidió a su amiga María José González que le ayudara a hacer una guía más conceptual y con perspectiva de género sobre la ética de enviar nudes. Estaba pensada para repartirse entre el público como una especie de manual que fuera más allá de los aspectos técnicos a considerar a la hora de tomarse una buena foto.

Send Nudes explora la desnudez desde la virtualidad hacia la materialidad y nos lleva a cuestionar cómo hemos construido nuestra autoimagen erótica.