"Uno no sabe nada": consejos sobre la escritura

"Uno no sabe nada": consejos sobre la escritura
Por:
  • emily temple

No puedo pensar en otro autor tan amado universalmente como Toni Morrison. Su obra es extraordinaria, su legado es intachable y ella descubre su genialidad en todo momento.

Dio clases durante muchos años en la Universidad de Princeton y me parece seguro asumir que sabe una o dos cosas para alimentar la mente. Así, apoyada en el endeble pretexto de su cumpleaños —Morrison cumpliría 89 el próximo 18 de febrero de 2020—, me puse a revisar sus entrevistas y discursos en busca de lo que ella piensa sobre la escritura. En lo que sigue destaco algunos puntos relevantes de su sabiduría.

Haz el libro que quieras leer

Escribí el primer libro porque quise leerlo. Pensaba que ese tipo de libro, con ese tema —niñas negras muy vulnerables, invisibles, nunca tomadas en serio— nunca existió en serio en la literatura. Nadie había escrito sobre ellas más que como utilería. Como no encontré un libro que lo hubiera hecho, pensé: “Bueno, lo voy a escribir y luego lo leeré”. En realidad el impulso de leerlo fue lo que me llevó a escribirlo.

Entrevista con

NEA Arts Magazine, 2014.

Utiliza el mundo a tu alrededor

Todo lo que veo y hago, el clima y el agua, los edificios... todo lo real es una ventaja cuando escribo. Es como un menú o una caja de herramientas gigante, y puedo elegir y tomar lo que guste. Cuando no escribo, o más importante, cuando no tengo nada en mente para un libro, veo caos, confusión, desorden.

Entrevista con Pat Houston,

O Magazine, 2009.

Permite que los personajes hablen por ellos mismos

Me esfuerzo mucho, aun cuando se trate de un personaje menor, por escuchar sus líneas memorables. Flotan literalmente encima de ti cuando las escribes, como fantasmas o como gente viva. No los describo demasiado, apenas con unos trazos amplios. No digo necesariamente lo altos que son, pues no quiero obligar al lector a ver lo que yo veo. Es como cuando oías la radio en la infancia. Yo, como escucha, tenía que ayudar, poner los detalles. Decían “azul” y yo tenía que imaginar el tono. Yo tenía que verlo. Es algo participativo.

Entrevista con NEA Arts Magazine, 2014.

Lo que no se escribe

No creo en las lecturas en voz alta. Podrían darme la impresión de que mi texto es bueno, cuando no es así. La dificultad para mí al escribir —entre otras dificultades— es hacerlo en un lenguaje que pueda funcionar serenamente en una página para un lector que no me escucha leer. Para eso resulta necesario trabajar minuciosamente con lo que hay entre las palabras. Lo no dicho. Lo que es la medida, el ritmo y demás. De ahí que lo que no se escribe con frecuencia sea lo que le da su fuerza a lo escrito.

Entrevista con Elissa Schappell, The Paris Review, 1993.

"Cuando daba clases de escritura creativa en Princeton, a mis alumnos les habían enseñado toda la vida que escribieran sobre lo que sabían. Yo siempre empezaba el curso diciendo:  No hagan caso a eso".

No escribas de lo que sabes

Tal vez me equivoque, pero al parecer mucha narrativa, en particular la de los jóvenes, versa mucho sobre ellos mismos. El amor y la muerte y todo eso, pero mi amor, mi muerte, mi esto, mi aquello. Todo lo demás es un personaje menor en la obra.

Cuando daba clases de escritura creativa en Princeton, a mis alumnos les habían enseñado toda la vida que escribieran sobre lo que sabían. Yo siempre empezaba el curso diciendo: “No hagan caso a eso”. Primero, porque ustedes no saben nada, y segundo, porque no quiero saber nada sobre sus verdaderos amores y sus mamás y sus papás y sus amigos. Piensen en alguien que no conocen. ¿Qué tal una mesera mexicana en Río Grande que apenas sabe inglés? ¿O qué tal una Grande Madame en París? Piensen fuera de sus espacios. Imagínenlo, créenlo. No registren ni editorialicen algo que ya hayan vivido. Siempre me sorprendía lo eficaz que era esto. Siempre pensaban afuera de la caja cuando se les daba licencia para imaginar algo completamente ajeno a sus existencias. Creo que fue una buena formación para ellos. Incluso cuando acabaran escribiendo una autobiografía, al menos se pudieron relacionar consigo mismos como extraños.

Entrevista con

NEA Arts Magazine, 2014.

No trabajes de más

Me meto todo lo que puedo en los párrafos que requieren trabajo. Me refiero a que los reviso seis, siete, trece veces. Pero hay un límite entre revisar y erosionar, trabajar hasta morir. Es importante saber cuándo es que uno está erosionando el párrafo; cuando lo erosionas y no lo trabajas, hay que eliminarlo.

Entrevista con Elissa Schappell,

The Paris Review, 1993.

Aprende a leer —y a criticar— tu trabajo

La gente dice: escribo para mí, y eso suena tan mal y tan narcisista, pero en cierto sentido si sabes cómo leer tu propio trabajo —esto es, con la distancia crítica necesaria— eso te hace mejor escritor y mejor editor. Cuando enseño escritura creativa, siempre me refiero a cómo hay que aprender a leer tu propio trabajo; no me refiero a cómo disfrutarlo porque tú lo escribiste. Me refiero a alejarte de él y leerlo como si fuera la primera vez que lo vieras. Critícalo así. No te involucres tanto en tus fabulosas frases y en todo eso...

Entrevista con Elissa Schappell, The Paris Review, 1993.

Busca la santidad

Lo que voy a decir va a sonar pretencioso, pero creo que un artista, sea pintor o escritor, es casi un santo. Hay algo en la visión, en la sabiduría. Puedes ser un don nadie, pero ver así es sagrado, algo divino. Está por encima de la vida y de la percepción normal de todos nosotros. El escritor se dispara. Y mientras estés allá arriba, aun siendo una persona terrible —en especial si eres una persona terrible— ves cosas que se juntan y te sacuden, o que te estremecen, o que te aclaran algo que fuera de tu arte no habrías conocido. Se trata en realidad de una visión superior, o más allá.

Entrevista con Granta, 2017.

El lenguaje opresivo está muerto

El saqueo sistemático del lenguaje se puede reconocer por la tendencia de sus usuarios a renunciar a sus propiedades matizadas, complejas, reveladoras, a cambio de la amenaza y la subyugación. El lenguaje opresivo hace algo más que representar la violencia: es violencia; hace más que representar los límites del conocimiento: limita el conocimiento. Ya sea que se trate de un lenguaje en un estado oscuro o que sea el falso lenguaje de los insensatos medios de comunicación; ya sea el lenguaje orgulloso pero calcificado de la academia o el lenguaje básico de la ciencia; ya sea el lenguaje maligno de la ley-sin-ética o el lenguaje creado para el aislamiento de las minorías, escondiendo su botín racista en su mejilla literaria; hay que rechazarlo, alterarlo, exponerlo. Es el lenguaje que bebe sangre, cobija vulnerabilidades, clava sus botas fascistas bajo las crinolinas de la respetabilidad y el patriotismo conforme se mueve hacia la conclusión y hacia la mente desconectada. El lenguaje sexista, el lenguaje racista, el lenguaje teísta, todos ellos son típicos lenguajes policiacos del control, y no pueden, no permiten un conocimiento nuevo ni animan el mutuo intercambio de ideas [...]

El lenguaje no puede fijar la esclavitud, el genocidio, la guerra. Tampoco debe anhelar la arrogancia de ser capaz de hacer eso. Su fuerza, su felicidad reside en su alcance de lo inefable. Sea sublime o flaco, prestado, explosivo o renuente a ser santificado; ya sea que se ría a carcajadas o sea un llanto sin alfabeto, la palabra elegida, el silencio elegido, el lenguaje que no hostiga apunta hacia el conocimiento, no hacia su destrucción. ¿Pero quién no sabe de la literatura prohibida por ser inquisitiva, desacreditada por ser crítica, borrada por ser alternativa? ¿Y cuántos se indignan ante el pensamiento de una lengua autodevastada?

Discurso al recibir el Nobel, 1993.

Fuente: lithub.com

Traducción de Elías Corro.