Podría hablarse del deshielo cubano, del acuerdo nuclear con Irán, del impulso económico o de la reforma sanitaria de la que se han beneficiado más de 20 millones de estadounidenses, pero sin duda, el mayor legado de Barack Obama es el haberse convertido en el primer presidente negro de Estados Unidos. Pero si hurgamos más allá de la peculiaridad del color de su piel, Obama ocupará un lugar en los libros de texto por su capacidad de conexión con el electorado y ahí entra en juego la fuerza de su discurso.
Una oratoria brillante que ha pulido durante ocho años en la Casa Blanca con un despliegue de más de cuatro mil discursos que han llevado a cosechar el apodo de Orador en jefe.
La editorial Duomo recoge en Barack Obama: un mundo mejor para nuestros hijos los 20 textos más destacados que han encumbrado al líder demócrata.
Hoy entra al cargo el irreverente Trump, que rompió con la magia de los discursos elaborados y eligió la política del tuit. “Él éxito de las alocuciones de Obama reside en que todo el mundo comprende lo que dice. Por ejemplo, el discurso realizado el pasado día 10 en Chicago tenía un grado de comprensión 8 y el nivel medio de los estadounidenses es 7, por lo cual era perfecto, asegura a La Razón Bob Lehrman, quien fue el escritor de discursos del vicepresidente Al Gore.
El libro, traducido por Miguel Alpuente y Gemma Deza, inicia con las palabras que Obama ofreció justo hace ocho años durante su toma de posesión. Su esquema: agradecer el legado de sus antepasados y mirar al futuro, a la esperanza. “La grandeza nunca es un regalo. Debemos ganárnosla”, dijo.
“Ha llegado la hora de reafirmar nuestro ánimo infatigable, la promesa divina de que todos somos iguales y libres”, sentenció. Detrás de sus palabras se encuentran auténticos artesanos del lenguaje. El gran artífice de esta labor ha sido Jon Favreau, un treintañero que llegó por casualidad al equipo de Obama y que le catapultó al estrellato.
Fue en 2004, durante la Convención Demócrata de la que apuntaba alto. “No hay un EU negro y un EU blanco, latino o asiático; hay un Estados Unidos de América” fue una de las frases que le abrieron las puertas en Washington. El reconocimiento de sus alocuciones reposa en que una sucesión de palabras sencillas y repeticiones clave envueltas en una historia.
En 2008, Favreau se convirtió en su director de discursos. Entre sus logros están el homenaje en memoria de las víctimas del tiroteo de Tucson, Arizona, o la declaración tras la muerte de Osama Bin Laden. En ambos apeló al sentimiento de unidad de la nación.
Todo discurso debe albergar una historia coherente, con su planteamiento nudo y desenlace, y Obama (y su equipo) es un maestro en este aspecto. Qué mejor oportunidad se le planteó durante la inauguración del monumento a Martin Luther King “ese predicador negro sin cargo público que dio voz a nuestros sueños más profundos y a nuestros ideales más perdurables”, aseveró.
Este volumen también recoge dos de los speeches más aplaudidos de Obama: el que ofreció en la puerta de Brandemburgo, emulando a John F. Kennedy y a Ronald Reagan y el 50 Aniversario de las marchas de Selma a Montgomery contra la represión a los afroamericanos.
Con el paso de los años, estas palabras serán objeto de análisis en las facultades de Ciencias Políticas, más ahora que EU se enfrenta a la llegada de un presidente de verbo descabalgado e impulsivo que no hará sino más valioso el legado de Obama.
