Hay delirantes y casi absurdos conceptos provenientes del manga -en este caso uno obra de Rensuke Oshikiri- que solo los mismos asiáticos con su natural forma de abrazar el melodrama excesivo y sustentar en su folklore las fuentes del miedo, son capaces de hacer funcionar en el cine.
La Maldición de Sayuri, película sobre una familia que al mudarse de casa debe enfrentar el acoso de fuerzas malignas, es una muestra de ello, y de paso deja en claro que, luego de varios ejercicios medianamente logrados, el otrora director de Welcome to the Occult Woods (2022) ha encontrado el pulso necesario.
Porque amén de que evitaremos aquí ahondar en los giros que no solo se reserva dentro de la trama, sino en lo se refiere al género, los cuales definitivamente van de lo terrorífico a lo insólito y hasta sugestivo, y que es necesario dejar que el espectador los descubra hasta el momento de estar frente a la pantalla.

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Hay que ponderar el delineado de lo caricaturesco en la gestual y la corporalidad muy cercana al anime, el cual compensa así la renuncia a los procesos emocionales y encaja por completo dentro de la serie de secuencias con encuadres de inquietante intencionalidad geométrica que replican las viñetas de la obra original, estableciendo la consistencia del lenguaje que además sostiene las transiciones de los cambios de tono.
Dicha estilización es la que también permite que vuelva a ser efectiva la conjunción de los códigos propios de las transmisiones analógicas con la naturaleza sobre natural a la que nos tiene acostumbrados el J-horror, para entregar calculadas escenas donde los cortes de luz y las repeticiones detonan los sustos y los sobresaltos, pese a que debido a los necesarios apuntes hacia los que habrán de ser los giros del concepto, las atmósferas siempre se queden un paso antes de volverse verdaderamente espeluznantes, además de que el impacto de las muertes en los personajes pasa casi de largo, y la extraña conexión a la distancia que tiene uno de ellos con la casa en cuestión no termina de quedar claro.
Algo más que resulta clave, y gracias a todo lo arriba mencionado hacen que luzca completamente verosímil con su propia ficción otorgándole así una llamativa identidad, es la peculiar forma con la que los protagonistas consiguen enfrentar al aterrador ente, y la retorcida e infame circunstancia que le lleva a convertirse en lo que es, aunado a lo bien logrado del diseño de su escatológica apariencia.
La Maldición de Sayuri, dirigida por Kôji Shiraishi, traída por la distribuidora Konichiwa Fest y el sello + Que cine, tiene todo el potencial como franquicia para hacerse de un lugar propio dentro del entretenimiento.
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