Luego de que la distribuidora Ketchup Entertainment la rescatara de quedar enlatada debido a la decisión de los Estudios Warner, quienes hace años se la han pasado dando tumbos con su falta de planeación que casi llevó al desastre a los superhéroes de DC, y ahora parece que harán de Bugs y compañía sus siguientes víctimas, llega a la cartelera la cinta El día que la tierra explotó.
La nueva película de los Looney Tunes no entrega más allá de aquello a lo que nos tienen acostumbrados, pero como de costumbre eso es suficiente para pasársela muy bien con una aventura que de paso se guarda algunas sorpresas justificando este entrañable encuentro en la pantalla grande con los queridos personajes Lucas y Porky.
La primera de ellas es una simpática mirada a la infancia y adolescencia de los protagonistas bajo el cariñoso cuidado de un granjero, quien además es el pretexto para iniciar con algunas llamativas inserciones de estilos en el diseño de los personajes y secuencias —aquí él, a diferencia de los escenarios, parece sacado de un viejo cuento de hadas— mostrando cómo entre graciosas situaciones incidentales surgen algunos de los contrastantes rasgos que les caracterizan y que, a lo largo de los años, les han convertido en un popular equipo, como cuando en 1958 fueron Robin Hood y el fraile Tuck, y por supuesto la serie de Duck Dodgers (2003-2005), basada en el corto Duck Dodgers in the 24½th Century (1953).

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Luego, por supuesto, tenemos el regreso de Petunia en uno de los pocos roles protagonistas que ha tenido, a quien intentan darle una identidad que por fin le distinga dentro del universo animado al que pertenece, muy al estilo de lo que hicieron muy bien con Lola Bunny y Tina Russo en El show de los Looney Tunes (2011).
Ello se hace jugando con lo voluble y obsesivo en el caso de la primera, y con el sentido común y el desgano en la segunda; algo que aquí con la cerdita no da tan buenos resultados debido a la falta del ingrediente satírico, pero al menos como una especie de nerd obsesionada con los sabores funciona como interés romántico y cómplice en la acción. Lo mismo sucede con el alienígena antagonista, cuyas intenciones van más allá de lo que parecen y quien, sin ser precisamente memorable, se presenta como un villano muy acorde a la propuesta que busca entregar una variante del concepto fílmico de los zombis e infectados manteniéndose dentro de los límites de humor ligero acorde al público infantil, lo cual consiguen modificando a través de una graciosa bobería la naturaleza de los fluidos y materia extraterrestre que sirve de vehículo para la consabida epidemia.
Así entonces, esta producción, al estilo del director Ed Wood y su Plan 9 del espacio exterior (1959) mezcla películas de desastre, muertos vivientes e invasiones extraterrestres; sin embargo, le hubieran caído de maravilla mayores dosis de aquel cinismo propio de los Looney Tunes más desatados.
Lo cierto es que, entre chistes y ocurrencias simpáticas, sostienen una trama divertida con mensaje sobre el hogar y la amistad incluido, luciendo un acabado visual que equilibra la frescura de la colorida y depurada animación actual, y la disparatada expresividad clásica, con ciertas dosis de comedia física. Llega a la cartelera después de un paso muy aceptable por el mercado estadounidense y con el eco de la confirmación del futuro estreno de la película Coyote vs. ACME, también salvada de los archivos por la ya mencionada Ketchup Entertainment.

EL DÍA QUE LA TIERRA EXPLOTÓ
- Director: Peter Browngardt
- Duración: 1h 31m
- GÉNERO: Animación, comedia, ciencia ficción

