Con mucho cariño para Gilda Yuriko, que sí sabe dibujar leones.
El 25 de noviembre de 1984 se estrena la película ensamble Historias violentas en la XVII Muestra Internacional de Cine, en la sala Jorge Stahl de la entonces nueva Cineteca Nacional en Xoco y en la sede del Cine Internacional.
Película formada a partir de cinco historias cuyos directores, Carlos García Agraz, Daniel González Dueñas, Diego López, Gerardo Pardo y Víctor Saca, muestran relatos que, como el título anuncia, se basan en diferentes niveles de violencia: física, psicológica, clasista, misógina, patriarcal y, desde luego, la institucional ejercida por el Estado en turno. Los protagonistas de cada historia son seres que llevan la agresión a flor de piel, incapaces de reprimirla o defenderse de ella, dejándola fluir sin contención moral.
El orden en que se presentan las historias —sin más línea que deambular por lo más sombrío y retorcido del comportamiento humano— es el siguiente:
SERVICIO A LA CARTA (violencia de poder y clase), de Víctor Saca, enfrenta a dos vecinos del mismo edificio de clase media donde viven, uno de los cuales está inexplicablemente obsesionado con el otro en un juego de agresiones físicas sostenido por la pasividad, igualmente inexplicable, del agredido. Tras un suceso fortuito, éste decide actuar en retribución dentro del entorno laboral del agresor, ejerciendo un control sin arrebatos físicos —pero igual de violento— desde una posición de poder momentánea que genera tensión semejante a la que viven en los pasillos del edificio. A esta violencia intangible entre ambos, el director suma las microagresiones de los comensales para dejar claro que la violencia no siempre es cuestión de revancha, sino de una cotidianidad apática.
- El Dato: El reparto incluye a figuras como Pedro Armendáriz Jr. Odiseo Bichir, Diana Bracho, Delia Casanova, Roberto Cobo, entre otros.
FUEGO NUEVO (racismo y prejuicios), de Carlos García Agraz, lleva la paciencia al extremo cuando alguien deja atrás lo políticamente correcto y responde con furia a las constantes burlas de un desconocido. Por una confusión, Enrique llega a una fiesta disfrazado de Caballero Águila y descubre que es un evento de etiqueta. Sus amigos lo convencen de quedarse, pero desde su llegada se convierte en blanco de un invitado borracho que sube el tono de sus agresiones al notar que Enrique sólo responde con tolerancia educada. García Agraz nos lleva a los límites del autocontrol, donde lo políticamente correcto no basta para enfrentar la intolerancia, siendo la respuesta salvaje la única vía tras agotar el comportamiento pacífico.
REFLEJOS (misoginia y violencia patriarcal), de Daniel González Dueñas, presenta la violenta misoginia de una cita donde quien cree llevar el control se frustra al enfrentarse a lo extraordinario. El director desarrolla un manual del macho conquistador y del control patriarcal mediante la figura de Pedro Armendáriz Jr., misógino dominante que, tras no lograr acostarse con la bella Alma Muriel pese a múltiples intentos de impresionarla y a la decoración calculada de su departamento, vierte toda su inmadurez emocional, frustración y furia por no tener sexo contra un ser de otro planeta, dejando ir la oportunidad de ser el primer hombre en contactar un extraterrestre e, irónicamente, ser famoso por eso.
- 1:41 minutos de duración tiene la película de 1984
ÚLTIMA FUNCIÓN (violencia del statu quo), de Diego López, es quizá el ejemplo más claro de estar en el lugar equivocado para ser víctima de una violencia inexplicable —y por ello aterradora—, ejercida por los instrumentos de “seguridad” del Estado contra ciudadanos ajenos a cualquier alteración del statu quo. Una ida al cine en la última función se transforma en pesadilla cuando la policía judicial de los años ochenta impide a los asistentes abandonar la sala. Formados en una fila frente a dos agentes que interrogan a cada uno, la tensión crece al ver que quienes pasan regresan a la sala y sólo un muchacho logra salir después de ser interrogado. El ritmo es pausado, tanto como las explicaciones que los ciudadanos se dan entre sí, hasta que el personaje principal, un excelente Ernesto Gómez Cruz, es llevado a la mesa para enfrentarse a la surreal petición que definirá su destino, evidenciando los absurdos procedimientos gubernamentales para justificar una “lucha contra la delincuencia”, buscando culpables entre inocentes; es decir, crear culpables o “chivos expiatorios”. Personalmente, es la historia que más me inquieta y gusta de todas.
NOCHE DE PAZ (violencia clasista y de privilegios), de Gerardo Pardo, muestra el peor lado del ser humano que se considera de la sociedad “correcta y educada”, que pierde el control hasta caer en una complicidad espeluznante que no respeta clase ni estatus. En un fraccionamiento cerrado, un microcosmos donde un grupo de familias privilegiadas goza de la privacidad y el orden, la alarma de un imponente auto negro irrumpe la tranquilidad pasada la medianoche. Los vecinos, que se conocen por compartir espacio y estatus, descubren que el auto no pertenece a ninguno, y la rabia empieza a permear sus personalidades. Lo que inicia con empatía se convierte en educados reclamos para luego escalar en violencia entre vecinos, e incluso matrimonios que desempolvan viejos resentimientos. Cuando de forma inesperada aparece el dueño del auto, se convierte en el blanco inmediato de toda la furia y las frustraciones de los vecinos, desatando una violencia salvaje cuyo fin es recuperar la “paz” encapsulada, sin importar las consecuencias gracias al posterior pacto de silencio criminal.
Historias Violentas es una película de aterradora actualidad, pese a haber sido filmada hace más de cuarenta años debido a que como sociedad, seguimos expuestos a una violencia que no sólo no ha sido erradicada, sino normalizada para beneficio de quienes se creen impunes. Aun con los tintes surrealistas de las historias, la violencia mostrada es cotidiana, situada en ambientes comunes y reconocibles, terriblemente cercanos para el espectador que ha sido víctima o, ¿por qué no decirlo?, victimario. La película lo estalla en el rostro del público desde todos los ángulos, recordándonos que, en el día a día —por simple o complejo que sea—, existe la seducción de la violencia como algo intrínseco al ser humano


