Ya en cines

“Mano de obra”: una contundente crítica al clasismo

La película de David Zonana ganó dos premios en la edición de este año de los Ariel; posee contundencia narrativa, un manejo emocional contenido y elocuencia en su discurso crítico

Fotograma de "Mano de obra"
Fotograma de "Mano de obra"Especial
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Ir de lo particular e intimo de la tragedia impulsada por la desigualdad, para hilvanar con una despiadada lucidez los trazos que dan forma al microcosmos dentro de una casa de lujo en construcción de la zona del Pedregal en la CDMX, y así exponer la matices que adquiere la dignidad ante la revancha encaminada a la corrupción que se reproduce a través de la propia víctima, es una de las principales virtudes del director David Zonana en “Mano de obra”.

Sin ceder a los excesos del melodrama, evitando cualquier tipo de alarde en la manufactura, este mantiene la mano firme para sostener la tensión y empujar el relato, concentrándose en la precisión descarnada, el poder de la austeridad en los diálogos y la honestidad de las acciones vestidas de un realismo apabullante.

Cartel de "Mano de obra"
Cartel de "Mano de obra"Especial

Luis Alberti, que también participara en películas como “Luciérnagas” (2018), de Bani Khoshnoudi, y que fue galardonado con toda justicia como mejor actor en los premios Ariel; es sobre quien aquí se sustenta el desarrollo de la propuesta.

Acompañado en el reparto por verdaderos albañiles, él responde haciendo de la implosión su mejor herramienta para encontrar la profundidad del proceso de descomposición moral en el que se sumerge el protagonista, un joven trabajador que decide tomar al margen de lo legal, la indemnización que por derecho le correspondía y que la impunidad que permite el sistema le había negado, cuya naturaleza desencantada e impávida se gesta en la lucha de clases y podría emparentarse con personajes, como el que interpreta Noe Hernandez en “Ocho de Cada Diez” (2018), e incluso con el de Eric Cantona en la miniserie “Recursos Inhumanos” de Netflix.

Cómo decíamos, “Mano de obra” carece de adornos o excesos estilísticos y apuesta por lo esencial para encontrar la contundencia narrativa, el manejo emocional contenido y la mustia e ineludible elocuencia del discurso detrás de una historia crítica y con espíritu de testimonio, que evita a toda costa tanto la condescendencia como las falsas pretensiones intelectuales, esas que suelen alejar al gran público, para mantenerlo enganchado hasta ofrecerle un final desolador y alejado de las fórmulas, cuya crudeza social tiene su antecedente obvio en “Los Albañiles” (1976), de Jorge Fons —adaptación de la obra de Vicente Leñero—, pero que yendo más lejos, también podría relacionarse con las implicaciones del escenario que presenta “La risa de la ciudad” (1963), de Gilberto Gazcon.

Proyectada en la pasada edición del Festival de Cine de Morelia, se trata pues de una ópera prima acertada y prometedora, que se convierte en uno de los estrenos mexicanos indispensables del año.