En el extremo norte de Guanajuato, lejos de las rutas más transitadas, tres municipios revelan el espíritu genuino del estado: San Felipe, San Diego de la Unión y Ocampo. En ellos, el visitante encuentra un mosaico de tradiciones, paisajes naturales y sabores que conservan viva la identidad guanajuatense.
1. San Felipe, entre el mezcal y la devoción. El recorrido puede iniciar en San Felipe Torres Mochas, una tierra marcada por la historia y la fe. Fundado en el siglo XVI, este municipio es conocido por su hospitalidad, su producción artesanal y su devoción a San Miguel Arcángel, patrón del pueblo. Cada septiembre se celebra una feria en su honor, en la que las calles se llenan de música, danzas, fuegos pirotécnicos y una representación teatral liderada por generales , que revive la batalla de moros contra cristianos, símbolo de resistencia y tradición.

En la comunidad de Jaral de Berrio, antigua hacienda que en tiempos virreinales fue una de las más ricas del país, se produce un mezcal de calidad excepcional. La llamada “mezcalería del Jaral” conserva los métodos tradicionales de destilación y ofrece recorridos y degustaciones donde se aprecia el trabajo de generaciones dedicadas a esta bebida emblemática.

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A unos kilómetros del centro, los viajeros pueden explorar La Lagunita y Cueva Longa, dos parajes naturales ideales para senderismo o descanso, donde el silencio del campo se mezcla con el aroma del maguey y el barro cocido. La alfarería sigue siendo, junto con el delicioso mezcal artesanal, uno de los orgullos de esta región norteña.
2. San Diego de la Unión, naturaleza y fe viva. A solo una hora de distancia se encuentra San Diego de la Unión, considerado uno de los municipios más limpios de Guanajuato. Su Parroquia de San Diego de Alcalá domina la plaza principal y es punto de encuentro durante la tradicional fiesta patronal del 13 de noviembre, donde se combinan procesiones, danzas y una profunda devoción popular.
Pero San Diego también es un destino para los amantes del ecoturismo. En la Área Natural Protegida de Peña Alta los visitantes pueden practicar ciclismo de montaña, senderismo, pesca deportiva o simplemente disfrutar de la observación de aves entre cañones y lagunas. Otra joya es la Presa de San Franco, donde se ubica la tirolesa doble más grande del estado, que cruza un espejo de agua rodeado de montes y flores.
La región conserva un valioso legado agrícola y arquitectónico, visible en sus antiguas haciendas como La Sauceda, Noria de Alday y San Juan Pan de Arriba, que aún muestran los vestigios de la vida rural novohispana. En los últimos años también ha crecido la oferta enoturística, con proyectos como el Viñedo El Raco, donde se elaboran vinos artesanales que reflejan la nobleza de la tierra guanajuatense.

3. Ocampo, la voz del pasado. Más al norte se alza Ocampo, un municipio sereno y enigmático que resguarda uno de los patrimonios arqueológicos más importantes del centro del país: la Zona Arqueológica El Cóporo, abierta al público por el INAH en 2012. El sitio, cuyo nombre en purépecha significa “sobre el gran camino”, estuvo habitado entre los años 500 y 900 d.C. y fue uno de los principales centros ceremoniales del norte mesoamericano.

El recorrido por El Cóporo permite ascender por senderos rodeados de cactus hasta llegar a los basamentos que fueron templos y viviendas de los antiguos habitantes. Desde la cima del cerro se observa una panorámica imponente de la Sierra de Ocampo, donde la historia parece haberse detenido. Solo una pequeña parte del sitio ha sido excavada, lo que añade al viaje un aire de descubrimiento permanente y mágico.
Además del sitio arqueológico, Ocampo ofrece tranquilidad en espacios como la Presa del Torreón, el Parque El Saucito y el templo de San Juan Bautista, rodeado de pequeñas comunidades que conservan el sabor del campo y la sencillez de la vida rural. Durante el año se celebran ferias gastronómicas dedicadas al vino, el mezcal y los escamoles.

Tres actividades imperdibles:
San Felipe: Haz un recorrido por los talleres de alfarería tradicional del municipio, donde verás cómo se modelan y cocen piezas de barro hechas por artesanos locales una inmersión en la tradición cerámica que complementa la experiencia del mezcal y las gorditas.
San Diego de la Unión: Visita al atardecer la Presa de San Franco o alguna de sus miradores para observar el paisaje serrano con luz dorada, una manera tranquila de conectar con la naturaleza y captar imágenes memorables.
Ocampo: Participa en la experiencia turística llamada Senda del Arriero, la cual recorre comunidades como San Pedro de Ibarra, San José del Torreón y Cabras de Guadalupe, e incluye cabalgatas, talleres de quesos, senderismo y conocer la tradición arriera del municipio.

