Muy mal se vio, nos comentan, el gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez Salinas, al justificar la agresión en contra del senador de Morena, Gerardo Fernández Noroña, el jueves de la semana pasada, por parte del dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas. “Por ahí se hicieron los empujones, ni siquiera golpes, fueron unos empujones, ¿no?, entonces, yo pienso que a lo mejor el expresidente del Senado se lo merecía”, dijo, ayer, ante reporteros. Es claro que, durante su gestión, Noroña tuvo un comportamiento poco civilizado y arbitrario en muchas ocasiones, algo a todas luces reprobable. Pero, en la lógica de don Manolo, a esta conducción errática de los trabajos en la Cámara alta, había que responder con empujones y zarandeos. Alguien debería decirle que, como gobernante, su obligación es promover la conducta cívica, en lugar de hacer apología a la violencia, con tal de quedar bien con su —indefendible como Noroña— jefe político. Uf.

