El ciclo de la corrupción: lo deseable y lo posible

El ciclo de la corrupción: lo deseable y lo posible
Por:
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RAÚL ABRAHAM CASTRO CORONA

Tinta ITAM

La queja es cómoda; la denuncia no sólo necesaria, también responsable. Cuando una crítica está acompañada del compromiso de acción, se construye un puente entre lo deseable y lo posible. El subdesarrollo de los países parece fácil de ilustrar. Lo difícil es explicarlo (hacerlo es una condición necesaria para combatirlo). Ideologías de izquierda o derecha tienen recetas propias para querer transformar su interpretación de la realidad; difieren en las formas y, a veces, incluso en lo que consideran "progreso".

Pero rescato un acuerdo mayoritario, implícito de nuestra época y reflejado en nuestra constitución: el anhelado bienestar es alcanzable. La pobreza, el hambre y la enfermedad; la opresión, la violencia y la guerra; la discriminación, la ignorancia y la corrupción, no tienen cabida en una sociedad moderna.

Quienes dedican su vida a la administración pública enfrentan el reto de hacer realidad esta promesa. Reconociéndolo así, las instituciones políticas se diseñarían –en teoría– para facilitar una transformación. Pero un fenómeno particularmente hiriente en México imposibilita esta actitud de servicio: el costo de la corrupción. Siempre ha existido. Muy probablemente nunca se elimine por completo. Pero el problema no es sólo que pervierta a quienes trabajan por las causas más nobles. El problema no es sólo que desvirtúe la política institucionalizada. El problema no es sólo que beneficie a los más privilegiados. El problema no es sólo que convierta en ingenuo al moral. Todo esto ya de por sí es condenable. El mayor problema –creo yo–es que la corrupción crea mecanismos para auto-perpetuarse y fortalecerse, haciendo cada vez más difícil el combatirla. Las corrupción es parásito de las leyes y rémora del Estado.

Romper con este ciclo es el mayor reto que enfrenta el México contemporáneo. Para que el Estado reforme las instituciones necesita tener incentivos de desarrollo económico, pero para que se desarrolle la economía se necesitan de las instituciones adecuadas. ¡Vaya paradoja! Al mismo tiempo nos quejamos del mal desempeño del gobierno pero si algo está mal, queremos que el gobierno entre y lo resuelva. Y no es el viejo dilema entre Estado y mercado; es simplemente hablar de la fortaleza del Estado y su capacidad, no de su tamaño.

La corrupción es incluyente: individuos y organizaciones de cualquier ideología, convicción o ingreso están expuestos. Tan enclavada está que para sobrevivir y competir en el sistema, muchos se ven orillados a adoptarla. La gran mayoría de individuos y empresas estaríamos mejor si el costo de la corrupción disminuyera. Para lograrlo, se requiere que nuestros gobernantes la reconozcan como problema y se comprometan creíblemente a reducirla. Como no existen los incentivos para que esta iniciativa nazca del gobierno, quedará en la sociedad civil hacer de lo deseable una posibilidad.

Exhorto.

En congruencia con la denuncia acompañada de acción, celebro la iniciativa ciudadana “Ley 3de3”. Lo que comenzó como una exigencia de transparencia durante el periodo electoral, busca institucionalizar la declaración de intereses en los funcionarios públicos. Es un primer paso necesario para romper el vicioso ciclo. Pueden revisarla aquí.

@RaulAbCastro

raul.castro@itam.mx