Ayer por la mañana, la tranquilidad de la comunidad de Grand Blanc, Michigan, fue interrumpida por un ataque armado dentro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. De acuerdo con las autoridades, un hombre de 40 años, de nombre Thomas Jacob Sanford, irrumpió en el recinto tras embestir con su vehículo la puerta principal, abrió fuego contra los feligreses y posteriormente incendió el edificio. La tragedia dejó un saldo de ocho personas heridas, así como dos víctimas fatales, por la noche se encontraron dos cuerpos adicionales; además de un incendio de gran magnitud que provocó el colapso parcial de la estructura.
Por su parte, el jefe de policía de Grand Blanc, William Renye, informó que una persona permanecen en estado crítico y que el agresor fue abatido en un intercambio de disparos con agentes que llegaron al lugar. Sanford, fue un veterano de la guerra de Iraq y amante de las actividades al aire libre, según registros militares y publicaciones en redes sociales.
- El Dato: Las muestras de solidaridad se multiplicaron. Enfermeras en huelga del Hospital Henry Ford Genesys, acudieron al lugar y auxiliaron a los heridos.
Renye detalló que el ataque se registró a las 10:25 de la mañana, en momentos en que cientos de personas asistían al servicio dominical. “Atravesó la puerta principal con el vehículo, salió y empezó a disparar”, declaró el jefe de la policía. El incendio intencional desatado tras el tiroteo se extendió rápidamente, generando una alarma de cinco niveles que movilizó a bomberos de la región.
El Hospital Henry Ford Genesys reportó la atención a nueve heridos por impactos de bala, algunos en condición delicada. Una de las víctimas murió en el sitio, mientras que la segunda perdió la vida en un hospital cercano. Ante la magnitud del ataque, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) y la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) desplegaron equipos especializados para colaborar en las pesquisas.
- 8 Personas resultaron heridas durante el tiroteo en la Iglesia, ayer
- 40 años tenía el hombre que abrió fuego e incendio el recinto
Durante una conferencia de prensa, Renye reconoció que aún se desconoce el motivo del ataque. En tanto, las fuerzas del orden registran la residencia del agresor en Burton en busca de indicios que permitan esclarecer si existía una conexión con la congregación o si el acto fue planeado con otra motivación. Una fuente citada por ABC News reveló que se investiga si la agresión guarda relación con la reciente muerte de Russell M. Nelson, presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, ocurrida el sábado pasado en Salt Lake City a los 101 años de edad.
PRONUNCIAMIENTO DE TRUMP. Mientras tanto, el mandatario estadounidense Donald Trump se pronunció en redes sociales poco después de recibir información del caso. “Este parece ser otro ataque dirigido contra cristianos en los Estados Unidos de América”, escribió, al tiempo que aseguró que el FBI lidera la investigación. El mandatario agregó: “Oremos por las víctimas y sus familias. ¡Esta epidemia de violencia en nuestro país debe terminar de inmediato!”.
Por su parte, el vicepresidente J.D. Vance calificó de “horrible” lo ocurrido en Michigan y destacó que toda la administración Trump se mantiene atenta a la situación. A su vez, la fiscal general, Pam Bondi, expresó en X que el ataque resultaba “desgarrador y escalofriante”, mientras que la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, afirmó que su “corazón está roto por la comunidad de Grand Blanc” y consideró inaceptable la violencia en lugares de culto.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días confirmó el ataque mediante un comunicado de su portavoz, Doug Anderson, quien agradeció a los servicios de emergencia por su rápida intervención. “Los lugares de culto deben ser santuarios de paz, oración y conexión. Oramos por la paz y la sanación de todos los afectados”, señaló.
En tanto, el director del FBI, Kash Patel, reiteró que “la violencia en un lugar de culto es un acto cobarde y criminal”, y anunció el despliegue de más de 100 agentes para reforzar la investigación.
La comunidad de Grand Blanc, de alrededor de siete mil 700 habitantes, quedó profundamente impactada. El alcalde John Creasey afirmó que el dolor es compartido incluso más allá de los límites municipales. “Este tipo de cosas son dolorosas para toda nuestra comunidad. Estoy luchando por digerir todo lo que ha sucedido”, manifestó.
Vecinos y feligreses relataron escenas de confusión. Timothy Jones, miembro de otra congregación cercana, explicó que su iglesia entró en confinamiento tras conocerse los hechos, mientras sus hijos intentaban comunicarse frenéticamente con amigos que habían asistido al servicio. “Los domingos se supone que son un tiempo de paz y reflexión, pero hoy se sienten inevitables estas tragedias, y por ello son aún más devastadoras”, expresó.
Expertos en seguridad religiosa han advertido desde hace años sobre el aumento de ataques contra templos y comunidades de fe en Estados Unidos. Michael Masters, responsable de operaciones de seguridad en instituciones judías, recordó que los agresores rara vez distinguen entre denominaciones y que los ataques representan también una amenaza contra la democracia.
AVERIGUACIÓN EN CURSO. Mientras tanto, la policía busca determinar si el agresor actuó por razones personales, ideológicas o de otra índole. Hasta ahora no se ha confirmado si tenía vínculos con la Iglesia SUD. Lo que sí quedó patente fue la preparación de las autoridades locales y la coordinación con agencias federales para enfrentar un incidente de tal magnitud.
El incendio, que tardó varias horas en ser controlado, dejó daños significativos en la estructura de la iglesia. Bomberos y equipos de rescate revisan los escombros en busca de más posibles víctimas o pruebas que ayuden a reconstruir la secuencia de los hechos.
La tragedia en Grand Blanc se suma a una serie de ataques con armas de fuego en lugares de culto en Estados Unidos durante las últimas dos décadas. En agosto pasado, un hecho similar en Minneapolis terminó con la muerte de dos menores durante una misa. Estas repeticiones de violencia generan un debate urgente sobre la seguridad en recintos religiosos y la necesidad de políticas públicas más efectivas para prevenir la violencia armada.