Economía cubana, más de medio siglo en crisis

Economía cubana, más de medio siglo en crisis
Por:
  • jorge sanguinetty

A seis décadas del advenimiento de un movimiento revolucionario que prometió desarrollar la economía y mejorar las condiciones de vida en el país, cabe preguntarse si la economía cubana ha mejorado y si los cubanos están mejor que entonces.

El modo estándar de dar una respuesta razonable a esta interrogante es comparando el Producto Interno Bruto (PIB) alcanzado en 1959 con la cifra correspondiente a la actualidad. Hasta ese año, el Banco Nacional de Cuba elaboraba las cuentas nacionales del país y publicaba cada año los estimados del Ingreso Nacional, un componente aproximado del PIB. Aunque Cuba no destacaba por tener una base amplia de estadísticas económicas, los estimados del Banco Nacional, combinados con otras fuentes de datos y con la libertad de información y expresión que existían, permitían tener una idea relativamente precisa del comportamiento anual de la economía.

Sin embargo, en enero de 1960, Ernesto Guevara, a la sazón presidente del Banco, suspende la elaboración y publicación de las cuentas nacionales, un episodio que a pesar de sus profundas implicaciones es generalmente ignorado. El pretexto fue que los estimados del Ingreso Nacional para 1959, el primer año de la Revolución, mostraban un raquítico crecimiento de un 1%, lo cual era inaceptable políticamente para Guevara.  Así se inauguró una era de oscurantismo informativo en el mismo año que se expropiaron todos los medios de libre expresión e información y se estableció una férrea censura. Cuba no vuelve a tener cuentas nacionales hasta muchos años después, pero las nuevas estadísticas no permiten hacer comparaciones confiables con la economía prerrevolucionaria.

Dependencia de ruta. La mayoría de los cubanos vivos en 1959 y residentes en la isla ya no están con nosotros. Los que ahora viven en Cuba no experimentaron las condiciones de vida en el país de hace seis décadas. La Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) calcula que en 2016 había algo más de un millón y medio de cubanos mayores de 65 años, o sea, alrededor de un 23% de la población que, residiendo actualmente en la isla, pudiera comparar cómo ha evolucionado su estándar de vida en estos 60 años. Esta proporción disminuye para los mayores de 85 años, con sólo un 2.5%.  Estimaciones recientes de Pavel Vidal, economista cubano de la Universidad Javeriana de Cali, Colombia, indican que desde los años 90 la economía nacional parece haber perdido la mitad de su PIB y no ha conseguido recuperarse del todo. La abundante evidencia anecdótica disponible sobre cómo viven los cubanos en la actualidad es congruente con lo que de manera rudimentaria sugieren las estadísticas. El cuadro que surge es el de una economía que no crece, endeudada ante obligaciones internacionales, que no puede pagar, con niveles de consumo limitados por el racionamiento y con salarios que mantienen a la mayor parte de la población al borde de la pobreza.

Cuando uno observa las formas en que el gobierno opera y maneja la economía, más allá de las estadísticas oficiales, se puede comprender y explicar por qué esta sufre de un estancamiento crónico o peor, un proceso de contracción o inestabilidad constante en sectores donde no se llega a un punto de equilibrio o inflexión para revertir la tendencia. La raíz central de todos los problemas no sólo está en la adopción de un modelo socialista de planificación central, sino en la preferencia inicial de Fidel Castro de adoptar una forma centralizada, improvisada y desorganizada de la administración económica.

Este fenómeno se traduce del inglés como dependencia de ruta o path dependency, y se refiere a cómo en muchos casos la práctica económica de una etapa restringe las acciones posteriores porque es muy costoso cambiar el modo de operación, aunque sea para mejorarlo. Este estilo de gobierno afectó a todos los niveles de gestión administrativa, desde la cúpula gobernante hasta el nivel de empresa. Pero lo que hacía más difícil la gestión era que los criterios económicos siempre estuvieron supeditados a los políticos, tanto internos como externos. En ese proceso, que tiene una primera fase desde 1959 hasta 1991, cuando desaparece la URSS, las empresas cubanas y la economía en general, sufren un deterioro en su capacidad y eficiencia productivas, resultado de la desidia de Fidel Castro, el éxodo masivo de personal calificado, los atavismos ideológicos en contra de la iniciativa privada y un sistema dominado por burócratas y políticos.

Ni un solo triunfo. La profundidad del deterioro de la capacidad productiva de la economía nacional se ve claramente en su insuficiencia constructiva y en la incapacidad inversionista de las empresas estatales cubanas formadas a partir de las expropiaciones masivas de 1960. En el nuevo sistema, la empresa privada se mantuvo virtualmente ausente de la actividad económica hasta aparecer, en la crisis de los 90, recibiendo un nuevo impulso con Raúl Castro a partir de 2008, aunque con limitaciones.

Un análisis objetivo de la economía cubana a seis décadas de socialismo castrista deja ver un cuadro deprimente en casi todos los frentes de actividad productiva. Las principales son: a) el país continúa dependiendo de mucha ayuda extranjera para evitar una catástrofe que puede afectar su seguridad alimenticia y la salud pública de sus ciudadanos; b) las empresa estatales no tienen la capacidad conjunta de generar la combinación de exportaciones e inversiones que garantice un mínimo de crecimiento estable, ni un mínimo de mejoría en los niveles de consumo y necesidades de vivienda de la población; c) las administraciones gubernamentales central o locales no pueden garantizar la estabilidad de actividades tan necesarias como el abastecimiento de agua, la recogida de basura y el transporte público; d) el sistema de planificación y organismos afines no han conseguido garantizar el suministro estable de alimentos a la población, como se ha puesto en evidencia de manera embarazosa con la desaparición de la harina de trigo y el pan en todo el país al momento de escribir estas líneas; e) la reciente huelga de transportistas y choferes privados, en combinación con la inseguridad que sufren los cuentapropistas, f) la falta de comercio mayorista y las limitaciones en la acumulación de riqueza en manos privadas; g) la dependencia de las inversiones de capital y operarios extranjeros que no alcanzan los niveles deseados por el Gobierno y h) la parálisis de los programas de reforma económica, en especial la unificación monetaria.

A 60 años de gobierno ininterrumpido, el castrismo no puede mostrar un solo triunfo de su economía, lo que contrasta marcadamente con las promesas de los primeros años. La evidencia disponible es que hoy Cuba tiene una economía que apenas crece y retrocede en sectores críticos, como la industria azucarera, la vivienda, el ingreso disponible de la población, los servicios comunales, la educación y la salubridad pública.

Irónicamente, la economía cubana, supuestamente socialista, depende del capitalismo extranjero, de las remesas de EU y del turismo internacional.