Cada vez que un celular, una licuadora o una caja de medicamentos llega a manos de un consumidor en México, hay un proceso complejo detrás que casi nunca se ve. Detrás de cada importación hay un trabajo minucioso que permite que esos productos crucen la frontera de forma legal y segura. Las agencias aduanales son una pieza clave en este engranaje: profesionales que actúan como garantes del comercio exterior, asegurando que millones de artículos lleguen al país cumpliendo con todos los requisitos normativos.
“Somos como el filtro entre lo que puede ingresar y lo que no debe entrar. Nos toca verificar que cada operación esté en regla, que se cumplan las leyes y que se paguen los impuestos correspondientes”, explica José Ignacio Zaragoza Ambrosi, agente aduanal con larga trayectoria en el sector.
Su trabajo comienza mucho antes de que un contenedor toque suelo mexicano. Primero, analizan al cliente, validan que esté en regla ante el SAT y revisan si tiene antecedentes en listas negras como las de la OFAC o el artículo 69-B. Con base en esa información, clasifican el nivel de riesgo y definen si pueden operar con esa empresa. Una vez en marcha el proceso, revisan los documentos del embarque, gestionan los permisos requeridos ante COFEPRIS, SEMARNAT o SENASICA, y elaboran el pedimento para presentarlo ante la aduana, junto con el pago de contribuciones.

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“Nos aseguramos de que no entren productos falsificados, ilegales o peligrosos. En esencia, nuestra función es que el comercio exterior funcione con legalidad, orden y transparencia”, enfatiza Zaragoza Ambrosi.

Este trabajo no solo facilita la logística; también protege al país. Los agentes aduanales ayudan a prevenir el contrabando, detectar productos pirata y evitar fraudes como la subvaluación de mercancías. Además, tienen un impacto directo en la economía nacional: por cada operación bien declarada y cada impuesto bien cobrado, el Estado obtiene ingresos que financian programas sociales, infraestructura y salud pública. Como lo señala Zaragoza, “más allá de ser representantes de importadores y exportadores, somos auxiliares de la política aduanera del Estado”.
Antes de que cualquier mercancía cruce la frontera, los agentes aduanales deben cumplir con un riguroso proceso dividido en tres fases. La primera, conocida como fase de aceptación del cliente, implica verificar que la empresa importadora o exportadora sea formal, legítima y fiscalmente responsable. Para ello, se revisa que cuente con opinión positiva del SAT, que no esté en listas negras como la del artículo 69-B o la OFAC, y se clasifica su nivel de riesgo.
Una vez aprobada esta etapa, inicia la operación de importación, donde por cada embarque el agente aduanal recibe la documentación necesaria (factura, lista de empaque, permisos, etc.), elabora el pedimento, paga las contribuciones correspondientes y gestiona el despacho ante la aduana, en coordinación con autoridades como ANAM, SAT, Secretaría de Economía, COFEPRIS o SENASICA.
Finalmente, en la fase de revisión por posible subvaluación, las autoridades pueden auditar si el valor declarado de la mercancía fue correcto; si detectan irregularidades, pueden aplicar sanciones, emitir créditos fiscales o incluso presentar denuncias por defraudación fiscal.
Contar con un agente aduanal permite a las empresas evitar errores costosos y acelerar los tiempos de despacho. Su papel resulta especialmente relevante para sectores como el farmacéutico, el alimentario, el automotriz o el electrónico, donde el cumplimiento normativo es clave para evitar bloqueos y pérdidas millonarias.
Finalmente, destacó que el cumplimiento normativo y la correcta declaración de impuestos no solo fortalecen la legalidad en el comercio exterior, sino que aportan directamente al desarrollo nacional. “Si los impuestos se calculan bien y se declaran correctamente, eso significa más recursos para los programas sociales, para infraestructura y para el desarrollo nacional”, puntualizó.
JVR

