Teoría y práctica del mazacote

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Foto: larazondemexico

Gamés lo leyó en su periódico Milenio y se dio una machincuepa en el mullido sillón. El coordinador del equipo económico del PRI, Francisco Labastida Ochoa, justificó la abstención de su bancada respecto del 16% de IVA en estos términos: “Estamos, yo diría, mal pasando una batalla con el propósito de ganar la guerra”. El coordinador añadió que el PRI impulsará más adelante una reforma a fondo de los instrumentos fiscales para arreglar “el mazacote, el muégano que tenemos ahora no sirve”. ¿Y como para cuándo, licenciado? ¿En diez años, veinte, o sólo cuando el PRI recupere la presidencia?

Las declaraciones de Labastida no ganarían un premio de claridad expositiva, pero la verdad es que el licenciado no se ha equivocado en algo: en el mazacote. Gil tiene evidencias de que el fangollo (gran palabra) rige la vida nacional. El tumbaburros define así la palabra mazacote: “Cosa que debiendo ser esponjosa y suelta, está apretada y apelotonada: ‘El arroz, con tanto esperar, se ha hecho un mazacote’”. Otra acepción se refiere a un “hombre pesado” (cortesía de María Moliner). Con la novedad de que la realidad mexicana debería ser esponjosa y suelta, pero está apretadísima y apelotonada. Las reformas con tanto esperar se han hecho un mazacote. Contemos mazacotes: uno: el affaire Juanito, de los grandes; dos: Fernández Noroña y Porfirio Muñoz Ledo, Porfirín y Noroñete, mazacotazos; tres: Martín Esparza, mazacote de concurso; cuatro: el presidente del PAN, Nava, mazacote pequeño, pero muy concentrado; en fin, la lista sería larga, estos ejemplos indiscutibles de mazacotes consumados bastan y sobran para confirmar la abundancia del mazacote mexicano. Por cierto, nunca hay que confundir a un mazacote con un cataplasma, aunque los hay que pertenecen a ambos grupos, como es el caso de Santiago Creel.

LENGUAJE. Gil Gamés celebra la libertad con que hablan algunos conspicuos personajes de la vida pública. Precisamente a propósito de la aprobación de la Ley de Ingresos, la diputada Beatriz Zavala se refajó los pantalones y soltó el varapalo al afirmar que el PRI le sacó al bulto del paquete fiscal y reaccionó “cobarde y mariconamente”. Sopla. Gamés no va a remilgarse, pero sabe que cuando se confunde el insulto con la claridad algo está pasando en la mente de los claridosos, una especie de desorden por el rumbo que el cerebro le otorga al lenguaje. Ciertamente hay una cosa que se llama vocabulario, formado por una serie de palabras reunidas según cierto criterio; la amplitud y la riqueza del vocabulario hablan de cierta complejidad conceptual, en fin, Gil ya se está poniendo pesado, como un mazacote.

Gamés lo leyó en su periódico Reforma. El alcalde de San Pedro Garza García, Nuevo León, Mauricio Fernández, afirmó en caliente y tope donde ajuste: “Si todos los municipios tuviéramos sistemas de inteligencia, luego ya podrás procesar a quién le encargas qué, qué puedes procesar tú, qué encargas con los militares o qué con el Estado. Pero, si nos estamos haciendo güeyes todos de que no sabemos nada y de que, como la bronca no es nuestra, pues ni me meto”. ¿Ya ven los cataclismos que pueden ocurrir si en el cajón del vocabulario hay sólo treinta palabras? Eso sí, el edil parece muy claridoso, pues ni modo que qué o qué, no nos hagamos los güeyes. Puestas así las cosas, Gamés pedirá que le den voz en la máxima tribuna, la del Congreso, para expresar su malestar con dos o tres conceptos bien trabados. El discurso sería muy claro, sin dobleces, sin temor y con cierta inspiración en Maradona: Señores legisladores: en serio, no mamen. La orfandad del concepto es equidistante a los insultos machistas: ¿Y qué opina usted del diputado Godínez? Opino que es ojéis. Más profundidad, imposible.

LAS CABEZAS. Gamés apretó contra su pecho a su periódico Reforma cuando leyó el titular de la sección de ciudad: “Tacha Reclusorios de nocivo a Amonte”. El rompedero de crismas. ¿Qué será? ¿Dónde quedó la bolita? Después de devanarse los sesos, Gil entendió: Un señor que se llama Pepe Reclusorios ha tachado de nocivo al señor Amonte. Hay apellidos muy raros, ¿por qué no habría de existir el de Reclusorios? ¿No? Gamés, corto de entendederas, no supo descifrar que la Subsecretaria del Sistema Penitenciario calificó a Amonte Lozada, el custodio que ha denunciado la corrupción en las cárceles, como un sujeto nocivo para la institución. Caracho, qué difícil.

Días atrás, el pobre Gamés había caído en un pozo críptico. Una breve nota de su periódico Reforma decía así: “Comienza cine veto a Twitter”. Chispiajos. ¿Qué será? ¿Dónde quedó la bolita? ¿Estamos ante un moderno gongorismo, un verso de Saint-John Perse? No. El titular aludía a los actores de Hollywood a quienes se les prohibirá que manden información sobre los rodajes a través de redes sociales como Facebook y Twitter. Caracho, que dificilísimo. Gil s’en va.

Tres sin Sacar.

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