Ángeles negros

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Foto: larazondemexico

- PRIMER TIEMPO: Cómo pican los alacranes en Durango. Tanto se ha hablado de la narcopolítica, que ahora que los políticos se lanzan todo el tiempo lanzas con fuego acusándose de estar relacionados con narcotraficantes, pocos los están escuchando. Pero hay que detenerse un poco para oir el grito de José Rosas Aispuro, el candidato del PAN a la gubernatura de Durango, quien ha estado repitiendo que el gobernador Ismael Hernández Deras tiene mucho que ver con los cárteles de la droga, como parte de su lucha postelectoral para que le quiten la victoria al priista Jorge Herrera. Los piquetes de Rosas Aispuro son tan, pero tan venenosos, que amenazan con infectarlo a él mismo. Rosas Aispuro trabajó casi cinco años con Hernández Deras, y nunca dijo nada de que estuviera metido en el narcotráfico. Quiso ser candidato del PRI a la gubernatura, pero dentro del propio PRI pensaron que no era el mejor porque, precisamente, era una figura muy poderosa en zona de narcos. Y sí. Rosas Aispuro es de Tamazula, donde fue representante popular mientras florecían los laboratorios de metanfetaminas del Cártel de Sinaloa. Durante la campaña, fue el único candidato que pudo ir de proselitismo a la sierra, en la frontera de ambos estados, pues a Herrera nunca lo dejaron subir y otros, pues mejor no se arriesgaron. El aspirante panista hizo un cierre de campaña en Guanaceví, donde el obispo de Durango decía que vivía Joaquín “El Chapo” Guzmán, quien en esa misma sierra se casó con una lugareña hace unos tres años, Emma Coronel Aispuro, sobrina del reciente capo muerto Ignacio Coronel y de la rama Aispuro, como José Rosas, que es del mismo municipio. Ah. Pero eso sí que no. Él dice que ni es su pariente ni conoce a nadie asociado con las drogas. Que lo esculquen. Y eso es lo que el PRI, precisamente y si sigue gritando, lo que está dispuesto a hacer.

SEGUNDO TIEMPO: Si bien que sabe, pero no lo dicen abiertamente. ¿Cómo le van a hacer? Pueden refugiarse en la oración y pedir por el perdón de los pecados de los narcotraficantes, pero, si varias diócesis han florecido de la mano de las narcolimosnas, ¿les convendría que los narcotraficantes cambiaran de giro su negocio? Las iglesias, en particular la católica, se encuentra en un dilema. No es un asunto de cinismo, sino de realidad terrenal. Esta semana el presidente Felipe Calderón llamó a líderes de todas las iglesias a un diálogo sobre seguridad, donde los religiosos aceptaron que el narcotráfico provoca una pérdida de valores en los mexicanos. ¿Cómo resolverlo? El cardenal Norberto Rivera dijo que las iglesias saben que en varias regiones del país impera la impunidad. Entonces, respondió el Presidente, den nombres de gobernantes, policías, empresarios o de cualquier persona que apoye a narcotraficantes. El arzobispo de la Diócesis de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, saltó al ruedo y aportó nombres, en Jalisco, gobernado por el PAN. Los presentes tomaron nota y guardaron el secreto como si fuera un acto confesional. El vocero de la Arquidiócesis de México, Hugo Valdemar, reflexionó: quizás la excomunión de narcotraficantes sería una opción para enfrentar a los narcos, quienes deben estar muy preocupados por esa afirmación. Pero, ¿y los propios religiosos? Diócesis importantes, como la de Tijuana, se reconstruyeron con dinero del Cártel de Sinaloa. La de Guadalajara misma en su momento, recibió recursos del Cártel de Juárez. Los narcotraficantes han pagado templos en ciudades y sierras de México, con el agradecimiento eterno del sacerdote en turno. ¿También a ellos los excomulgarán? No es para tanto. En esta lucha de todos, no todos somos iguales. La grey religiosa, seguirá en los cielos.

TERCER TIEMPO: En marcha, pelotón eléctrico de hostigamiento. Ya había pasado hace unas semanas frente a las instalaciones de Milenio Televisión: un grupo de personas vinculadas al líder sin reconocimiento del Sindicato Mexicano de Electricistas, Martín Esparza, fueron a protestar y apedrear bienes de la empresa periodística que cometió el pecado mortal de abordar críticamente el movimiento. Se repitió esta semana cuando el secretario del Trabajo, Javier Lozano, acudió a un acto público en la CFE. Las mismas personas lo hostigaron y buscaron cómo golpearlo. “Sentí que me podía morir”, admitió después Lozano, quien sigue firme en su enfrentamiento contra las huestes de Esparza, quien precisamente eso es lo que siente y por eso manda golpeadores a todos lados. Se puede morir, porque los privilegios (o sea, los recursos del SME a su disposición), no se los han devuelto. Ahí está el fondo del problema del secretario y la televisora. Mujeres y dinero es lo que descarrila a muchos actores públicos. Por lo segundo, al menos, Esparza se está desesperando y tirando, por interpósitos, golpes por todos lados.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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