La palabra “clivaje”, un horrible anglicismo perteneciente al parecer al psicoanálisis, suele usarse en el léxico de la estrategia electoral para definir las claves en torno a las cuales se alinea, divide o fragmenta una comunidad política.
Dicho de otra forma: si, como advierten los expertos, toda campaña se decide en función de una disyuntiva para los electores, entonces una estrategia exitosa consiste en identificar con precisión ese “clivaje” de suerte que las opciones en contienda logren representarlo y atraer hacia sí a la mayoría de los votantes.
Vistos los episodios políticos recientes aún es incierto el “clivaje” y, por ende, confusa la encrucijada. Pongamos cuatro ejemplos.
Uno es la situación general del país. Por un lado, algunos sondeos revelan en efecto incertidumbre y temor ante la inseguridad, y la desigualdad sigue siendo una carga social y moral grave, pero el panorama económico es significativamente bueno, los niveles de consumo privado aumentan, el empleo —aunque malón— mejora, las clases medias se ensanchan y la valoración es positiva: una encuesta de abril pasado de Deloitte entre 5 mil ejecutivos muestra que entre 75 y 87% tiene una percepción muy optimista del crecimiento de sus negocios y, en general, de la economía.
Por tanto: ¿cuál es la disyuntiva electoralmente hablando, si el crecimiento y la estabilidad parecen evidentes?
Otro es el dilema PRI-PAN. Los publicistas panistas (o de todos los partidos si van en grupo) se van a enfocar en hacer del PRI el anatema y centrar los términos de la elección en su regreso o rechazo. Pero las elecciones del 2009 y buena parte de las estatales del 2010, así como la variable de identidad partidista, indican que la media de rechazo del PRI es mucho menor de lo que piensan sus opositores. Más aún: los precedentes, en especial de Europa del Este, sugieren que, pasado un tiempo, el elector promedio experimenta una cierta nostalgia acerca del viejo régimen. La polarización PRI-PAN ¿es un “clivaje” efectivo? No.
Un tercero es la estrategia de seguridad. El PRI insiste en que es equivocada pero no ofrece alternativa y el porcentaje de aprobación de Calderón en este aspecto no es todavía tan débil como para inferir que la gente quiere otra cosa muy opuesta. En consecuencia ¿el clivaje exacto consiste en que el PRI proponga retirar al Ejército y la Marina de las calles, pactar con el narco, dejar de arrestar a delincuentes o de extraditarlos? Lo dudo. O a la inversa: ¿radica en profundizar, corregida y aumentada, la estrategia actual? Entonces ya no es clivaje, sino continuidad.
Finalmente ¿son los perfiles personales de los candidatos lo suficientemente singulares y únicos, a ojos del electorado, como para constituir “La” disyuntiva con mayúsculas? Entre los 2 aspirantes del PRI, los 7 del PAN, los 2 del PRD y los llamados ciudadanos hay ciertamente semejanzas y diferencias físicas, cronológicas, profesionales, biográficas o políticas, pero ninguno viene de otro planeta.
La interrogante pues sigue abierta: ¿sobre qué va a elegir el ciudadano?
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