Luciano Pascoe
En memoria de José Francisco Blake Mora,
descanse en paz
El día de ayer se desplomó un helicóptero Puma del Estado Mayor Presidencial con ocho tripulantes a bordo, entre ellos el secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora. Todos fallecieron. Hace tres años Juan Camilo Mouriño falleció también en un accidente aeronáutico sobre el Distrito Federal.
Siempre que una tragedia ocurre en el marco de una gran coincidencia, será objeto de amplias especulaciones, teorías o supersticiones. Es curioso pero los seres humanos siempre partimos del supuesto de que se nos está mintiendo o al menos ocultando algo. Si existe una coincidencia importante, un gobierno, una muerte relevante, seguro hay “gato encerrado”.
Hoy las teorías no se dejan esperar. Unos convencidos de un atentado, otros de algún acto de divinidad por ser un día cabalístico (ayer fue el 11.11.11), otros sólo seguros de que hay cosas que no sabemos.
Esta es la locura de las coincidencias, la misma locura que nos hace supersticiosos, superstición que nos hace pensar que una fecha, un número, la posición de los astros o algo mágico gobierna nuestras vidas y hace realidad eventos específicos. O que de prejuicios que están siempre por encima de nuestro pensamiento objetivo. Igual que hace tres años, todos somos expertos en aeronáutica civil y sabemos de ráfagas de viento cruzadas. Especulación pura.
La superstición surge como respuesta a esas cosas que sentimos que suceden por algo, pero no lo podemos determinar. Dice Wikipedia “En el campo de la psicología, se entiende la superstición como el resultado de la manera prejuiciosa de juzgar la información que tiene nuestro cerebro. Un prejuicio cognitivo, es una distorsión cognitiva en el modo en el que los humanos perciben la realidad”.
Es posible que hayan detalles desconocidos para todos nosotros sobre el evento trágico de ayer, pero uno de los hábitos de nuestra cultura política es la de convertir estas tragedias en excusas para explicarse un dogma o una postura propia, aprovechando nuestra tendencia y proclividad al mito.
Hoy personajes como John Ackerman tratan de construir una verdad con encuestas: están preguntando si la gente cree que hubo un atentado contra el helicóptero del Ejército. Esto es usar de forma política y bastante facciosa una condición muy humana, y sin duda muy mexicana: nunca creemos en los políticos y siempre nos sentimos engañados.
Este es un golpe que cimbra nuestra gobernabilidad, es una tragedia que tiene tintes de crisis de seguridad nacional y, lo menos útil para construir una idea es avanzar sobre supersticiones y prejuicios y tratar de validarlos con instrumentos científicos.
Como él hay cientos de personas que prefieren ver en esto una argucia, un complot o una superstición que lo que realmente hay: siete hombres con familias y amores que perdieron todo al estar cumpliendo con su trabajo de forma comprometida. Se puede o no estar de acuerdo con las posturas políticas que Blake Mora enarboló, pero lo que nos distingue es lograr poner por delante a una persona, de carne y hueso, que deja hijos pequeños atrás, de un rival o un funcionario.
Hoy, la muerte y la tristeza se posan de nuevo sobre nuestras instituciones y sobre el presidente de la república, recordándonos que seguimos siendo un país que necesita compromiso con sus instituciones, con sus leyes y sus derechos. Recordándonos que debemos ser capaces, como sociedad, de ponernos por delante de la mezquindad y la ventaja política y creer ciegamente que ninguna muerte abona a nuestro futuro.
Abonar a la superstición, la especulación, es ser parte de la locura de las coincidencias.
Twitter: @lucianopascoe