EU y los Arellano Félix

Julián Andrade

El operativo fue sigiloso. Elementos del Ejército y de la PGR llevaban seis meses tras las huellas de Benjamín Arellano Félix, el líder del cártel de Tijuana. Era 2002.

Horas antes de su detención la operación estuvo a punto de abortar porque los movimientos en la residencia bajo vigilancia eran casi nulos. No había escolta y sólo un individuo, que arribó en un auto Golf, entró en la propiedad.

Para los que buscaban a Arellano los datos eran tan claros como pueden serlo en esos casos.

Decidieron entrar. Pronto desarmaron a La Mojarra, el encargado de proveer de dinero y protección a la esposa y a la hija de Arellano.

En la sala estaba dispuesto un altar a San Judas y varias veladoras rodeaban la fotografía de Ramón Arellano, asesinado meses antes en Mazatlán, Sinaloa.

En la habitación principal localizaron a Benjamín, quien empuñaba una escuadra .9 milímetros.

Con él estaban su mujer y su hija pequeña.

—Se acabó, baje el arma –le gritó alguno de los oficiales.

—No le hagan nada a mi familia –pidió el capo y el acuerdo fue respetado.

Arellano vivía sin llamar la atención en un conjunto residencial de la ciudad de Puebla.

Esto me lo contó, palabras más, palabras menos, hace algunos años José Luis Santiago Vasconcelos, el estratega detrás de la captura de una verdadera leyenda del narcotráfico.

Los hermanos Arellano construyeron un verdadero imperio criminal en Baja California y desde Tijuana extendieron sus redes en varias regiones del país.

Su buena estrella empezó a apagarse con el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en mayo de 1993.

En Estados Unidos siempre tuvieron una relación ambigua con este grupo criminal.

Las autoridades mexicanas alertaron, con bastante regularidad, de que los líderes del cártel vivían en San Diego y nunca se hizo mucho al respecto.

Los datos, sin embargo, estaban ahí, al grado de que buena parte de los pistoleros era reclutada en el barrio Logan de esa ciudad californiana.

Es más: una de las células que en 1993 buscaban a Joaquín El Chapo Guzmán Loera para matarlo estaba integrada por pandilleros de Logan.

Benjamín Arellano se encuentra preso en una cárcel de EU. Acaba de negociar un trato para evitar una condena que pudo ser perpetua y que ahora sólo puede llegar a los 25 años, pero habrá que descontar los que ya pasó desde que inició su proceso de extradición.

Hasta el momento se desconocen los términos más importantes del acuerdo y que probablemente tengan que ver con algún esquema de colaboración.

Francisco, otro de los hermanos, también fue extraditado a EU y apenas pasó dos años en prisión. Ya en libertad, fue deportado a México.

Así se las gastan las autoridades norteamericanas, lo que sin duda es motivo de cierto escepticismo cuando se anuncian condenas y acuerdos que favorecen a todos menos a México.

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