Carmen Amescua
Tres libros estuvieron estacionados por un tiempo en mi buró: Amar o depender, La maestría del amor y Por qué los hombres aman a las cabronas. Después decidí limpiar el área y adoptar a Shakira como mi terapeuta de cabecera. En temas de amor es la mejor. Lo descubrí una noche de insomnio musical que duró hasta las cuatro de la mañana mientras la colombiana cantaba en la penumbra de mi recámara por séptima vez “Inevitable”.
Desde entonces he corroborado que, como ella misma lo dice en otra de sus canciones, “hay un momento en que la vida se nos simplifica y dejamos de consultar las líneas de la mano y empezamos a releer a nuestros poetas favoritos. Incluso a veces nos lanzamos a escribir algunos versos. Lo bueno del caso es que no sucede una ni dos veces, nos sucede muchas veces. Ése es mi problema… siempre volvemos a amar”.
No creo que volver a amar necesariamente sea un problema. Lo que sí sé es que a lo largo de la vida nos tocará vivir varias relaciones y de eso dependerá si lo vemos como un problema o no; las insuperables (esas que permanecen en nuestra mente en momentos de soledad o confusión, incluso esas que con sólo recordarlas pueden boicotear la mejor de las relaciones presentes), las que pasan sin pena ni gloria (a falta de química y entendimiento), las maravillosas que te transforman en una mejor persona (a base de sintonía y reflexión) y los amores apaches, pasionales y retorcidos en los que te metes sin calcular riesgos y acabas en terapia. Estas últimas necesitan ser exorcizadas pronto porque minan la confianza y la esperanza de eso que se llama amor.
Quizás si dejáramos atrás los miedos de mostrarnos vulnerables e hiciéramos lo que dice Shakira nuestras historias serían mejores… siempre es mejor cuando hay que hablar de dos empezar por uno mismo…
Porque todo amor inicia con una pequeña confesión y termina o se construye gracias a una secuencia de ellas. Hacerlo provoca magia y nos une con el otro de manera más profunda. Confesarnos mutuamente desde las entrañas es el antídoto perfecto para no dejar de ser uno mismo, para que núnca se nos congele el alma, para conocer los demonios y los ángeles de los que ambos estamos hechos, para no dejar pendientes guardados en la agenda y permanecer en donde estamos. O para salir de ahí a buscarlo en otro lado.
A veces no es tan complicado… Si es cuestión de confesar no sé preparar café y no entiendo de futbol creo que alguna vez fui infiel nunca duermo antes de 10 ni me baño los domingos conmigo nada es fácil, ya debes saber, me conoces bien.
Nuestro decálogo para amar puede ser así de sencillo, de claro y debiera ser siempre así de inevitable.
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