Alicia Alarcón
“La astucia puede tener vestidos, pero a la verdad le gusta ir desnuda”. Thomas Fueller.
“No tenemos mucho dinero, así que hay que echarle muchas capas de pintura a esa grieta para que no se note” me decía mi mamá mientras pintábamos mi cuarto de ese color durazno ochentero. Mientras yo tomaba la brocha recargada con ese líquido de lo más espeso y lleno de burbujas, mi mamá soltó la palabreja que le da nombre a este texto. “De hecho, ésta técnica se llama Gotelé, queda linda ¿no?”.
Capas y capas después de pintura, la pared se veía impecable. Hasta parecía tirol (no me juzgue, hablo de la moda de los ochentas). Sin embargo, eso era de lejos, porque cada vez que entraba a la habitación no podía evitar fijar mi mirada en donde estaba esa grieta enterrada bajo la plasta. No se veía y sin embargo yo sabía que ahí estaba.
A un lado a la derecha de la cabecera de la cama. Como velando mi sueño, como esperando a que yo entrara y asumiera que a pesar de todo, ahí estaba. Llegó el temblor del 85 y obviamente, la plasta se cayó y mostró la grieta, ahora más profunda y larga debido al movimiento. Es el problema de éstas técnicas evasivas. Jamás acaban por tapar nada. Todo sale a la luz tarde o temprano. La quisimos tapar de nuevo, con la misma técnica. Imposible. Esa vez, por fin llego alguien profesional a repararla. Resanó con cemento, la recubrió con yeso y pintó. Quedó perfecta. Fue el eterno problema de no querer hacer las cosas bien desde el principio. De hecho, si el temblor hubiera sido de noche, me hubiera caído un generoso pedazo de pintura encima. Había un mínimo grado de riesgo, pero riesgo (y mucho polvo) al fin.
Como ve usted, queridísimo lector, no se pueden tapar las grietas bajo plastas de pintura y burbujas. Si usted no ha invertido un poco en resanar a profundidad, hacer bien el trabajo de pintar una pared, a pesar del tiempo dedicado, el resultado siempre será inaceptable. Y lo más seguro es que en muchas áreas de su vida, utilice un aparente Gotelé como técnica. Uno no puede esconder sus grietas. Al final siempre sale la verdad de quienes somos y porqué escondemos tantas facetas de nuestra personalidad en la profundidad.
Se es de una manera o no. No se puede ir por la vida proclamando justicia, denunciando corrupción, cuando se extorsiona y chantajea. La vida no es plana. Tiene muchos ángulos. Y no reconocerlo, hace que se pierda la poca credibilidad que queda. Los idearios parece que quedan solo en papel, porque de palabra no existen. La incongruencia a la larga, aniquila. Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error.
Diario La Razón ha sido mi casa por casi año y medio. Pablo Hiriart confió en mi pensando en usted. Como confió en varios prestigiados periodistas, para darle a los lectores de éste periódico una opción plural y nunca a modo, aunque haya voces que digan lo contrario, seguramente sin haber leído todas las plumas de este diario. Jamás me dictó una ¨línea¨, fui libre. Creyó en mi punto de vista muy particular. Siempre escrito con la verdad. No puedo (ni quiero) quedarme en donde ya no existe esa verdad. La que me motivó a escribir para usted. Es lo que es. Siempre he creído que la verdad mal intencionada es peor que la mentira. Porque yo no me puedo esconder bajo capas de Gotelé.
Gracias a Fernando Escalante, Elisa Alanís, Salvador Camarena, Pablo Hiriart y Gil Gamés, por demostrar que no todo está perdido.
Gracias Rubén Cortés. Ramiro y Ana Garza por su hospitalidad. Lizeth y Anabel, pacientes y muy queridas editoras.
Queridísimo lector, gracias por su compañía, por sus mensajes y por reírse un poco conmigo. Espero coincidir pronto con usted.
aliciaalarcon2009@gmail.com
Twitter: @aliciaalarcon