Dilma, segunda vuelta

Valeria López

El domingo pasado, los brasileños salieron a las urnas; la mayoría no votó por la actual presidenta Dilma Rouseff pero una buena parte de los votantes mantuvo su confianza en ella.

Del caso brasileño podemos aprender muchas cosas: que una buena gestión no se traduce en estabilidad económica continua; que el liderazgo político de la región se pelea constantemente; que muchos eventos implican tanto buena como mala publicidad.

Además de esto, hay que decir que el milagro económico del ex presidente Lula permitió que millones de brasileños se incorporaran a la clase media; esto es, sin duda, loable.

Sin embargo, la clase media es una clase social exigente; los brasileños se sintieron decepcionados por el derroche, por el lujo insano, del mundial pasado. Y tienen razón.

El mundial pasado fue, sin duda, un gran evento deportivo pero tuvo signifcados sociales en los brasileños quienes cobraron factura por el despilfarro y la ostentación.

Las urnas no perdonan las frivolidades y los devaneos con los espectáculos; Dilma vio caer su popularidad en buena parte por estos excesos. No es adecuado que una administración gaste en lo superfluo cuando todavía hay millones de brasileños a quienes les falta lo necesario.

La economía brasileña, hasta hace unos años, vigorosa y saludable tiene todavía fuertes retos que enfrentar: mejorar las condiciones sanitarias y de vivienda son dos que no pueden esperar más.

El secreto del crecimiento brasileño no es una buena gestión sino una serie de ellas: desde el Presidente Cardoso hasta hoy, ha habido un claro esfuerzo por sacar a Brasil del rincón de la historia, por mejorar las condiciones de los ciudadanos, por hacerlo el líder de nuestra región.

El candidato que le disputará la presidencia a la Rouseff es Aécio Neves, un economista de tradición política. Pero no hay que perder de vista que Neves logró el segundo lugar por el desbarrancamiento político de Marina Silva; lo de Neves es un golpe de suerte que es muy poco probable que vuelva a repetir.

Afortunadamente, tanto Dilma como Aécio –quienes disputarán la presidencia en la segunda vuelta– comparten este compromiso con la nación pero, sobre todo, con la gente de Brasil. La clase política brasileña ha sabido crear una visión de estado compartida, transpartidista, que ha dado estabilidad al país.

Las encuestas dan ventaja a la actual Presidenta quien tendrá que mostrar una actitud distinta en las próximas Olimpiadas: “desfarandulizar” los juegos olímpicos y, en su lugar, invertir en las necesidades sociales de los brasileños.

Dilma, seguramente, tendrá otro periodo más; será hasta entonces en donde la veremos gobernar con soltura, con la experiencia del primer periodo, liberada de la sombra de Lula. Anticipo que el rostro de Brasil será distinto al que hemos visto hasta hoy.

politicaltriage.razon@gmail.com

Twitter: @ValHumanrigther

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Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón