Democracia secuestrada

Juan A. Cruz Parcero

Esta semana participé en un programa de TV-UNAM, Observatorio, con el tema “Violencia y derechos humanos a propósito de Ayotzinapa”. Me referiré a dos preguntas que el conductor del programa Pedro Salazar, actual director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, nos hizo a Guillermo Estrada, profesor de la Facultad de Derecho experto en derechos humanos, y a mí. La primera de las preguntas, muy inquietante, es por qué esta crisis de los derechos humanos por la que atraviesa México con miles de desaparecidos y asesinados tiene lugar ahora en una democracia, cuando estas crisis humanitarias tuvieron lugar hace décadas en otros países latinoamericanos bajo dictaduras militares; cómo es posible explicar que ahora en un sistema democrático ocurra algo así.

Sin duda que esta cuestión merece una reflexión profunda, mi respuesta en esa ocasión consistió en sostener una idea que ahora paso a exponer y ampliar un poco. La transición democrática en México fue inconclusa. Si bien mucho se logró con la alternancia de poder, con que otros partidos políticos accedieran al poder, con el fortalecimiento e independencia de los órganos electorales (independencia relativa, pues bien sabemos que estos órganos han sido sistemáticamente cooptados por los mismos partidos que son quienes eligen a sus integrantes), lo cierto es que la corrupción que caracterizaba a los gobiernos priistas quedó intacta durante toda esta transición democrática.

Con los gobiernos del PAN nos quedamos siempre a la espera de ver si se tomaban cartas en este asunto, pero eso nunca ocurrió. Los mismos gobiernos panistas resultaron corroídos hasta la médula por la corrupción, cosa que algunos de sus dirigentes han aceptado en varias ocasiones. El PRD y otros partidos que han gobernado en otros lugares tampoco marcaron una diferencia importante. Quizá en la Ciudad de México hubo leves mejorías, pero lo cierto es que el esfuerzo no fue sostenido ni se implementaron medidas estructurales para combatir la corrupción, de modo que, cuando faltó el impulso político, la maquinaria institucional volvió a ser una maquinaria corrupta.

Un sistema democrático corrupto es un sistema frágil, inestable y que termina por obedecer no a la voluntad popular como debiera, sino a quienes tienen el poder del dinero. Quizá por ello nuestra frágil democracia —que de hecho ya respondía a los intereses de grupos empresariales poderosos y de algunos sindicatos igualmente poderosos—, terminó fácilmente cooptada también por el dinero del crimen organizado. Nuestras frágiles instituciones, sucumbieron a la embestida de un poder que tiene medios para ejercer violencia y para comprar lealtades.

La corrupción de todo el sistema político fue la cadena de trasmisión de un nuevo poder que tienen secuestrada a la democracia en nuestro país. La reticencia que ha existido por parte del Estado y de los partidos políticos para luchar frontal y decididamente contra la corrupción o la reticencia de luchar contra el crimen organizado afectando sus intereses económicos que son la fuente de su poder, se debe a que las redes del crimen son tan amplias y extendidas que todos los partidos terminarían involucrados, que saldrían a la luz los nexos estrechos entre corrupción política, poder económico y crimen organizado.

Esto explica en parte que casos como los de Ayotzinapa o muchos otros sucesos trágicos anteriores, estén ocurriendo sin que el Estado tenga el poder de frenarlos. No lo tiene porque el poder del Estado está secuestrado, la democracia está secuestrada. La democracia fue quizá la primera víctima de esta crisis y nadie se percató de ello.

La otra pregunta que nos hizo Pedro Salazar fue sobre cuáles son las responsabilidades de los universitarios frente a este tipo de situaciones.

Creo que los universitarios tenemos el deber de protestar por lo que está sucediendo, de denunciar esta grave crisis, de exhibir la indolencia y las omisiones de las autoridades, también su complicidad. Tenemos también que reflexionar, descifrar y explicar lo que ocurre en nuestro país, urge comprender lo que nos está pasando para saber qué hacer para solucionarlo.

Pero también tenemos que comprometernos a hacer que los cambios ocurran, no podemos permanecer como espectadores del hundimiento de un barco en el cual vamos todos. Los universitarios hoy más que nunca tenemos que provocar que los cambios ocurran.

juan.cruzparcero@razon.mx

Twitter: @juancruzpar

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