Juan A. Cruz Parcero
No terminamos de salir del espanto del caso Iguala cuando ya tenemos noticias de otros dos casos de desapariciones en Cocula. Uno ocurrido el 1 de julio de 2013 y otro el pasado 7 de julio. En los dos casos a través de algunos testigos se presume que decenas de jóvenes fueron levantados y desaparecidos, en el primer caso se habla de 17 personas y en el segundo de 30 estudiantes de una secundaria que fueron desaparecidos con la complicidad de la policía local.
Todavía se tienen que investigar a profundidad estos dos casos, pero de comprobarse nos hablarían de una situación de violencia sistemática y generalizada en esa región. Si esto es así, sin ninguna duda estaríamos ya ante lo que técnicamente se denomina crímenes de lesa humanidad. Es necesario entonces alzar la voz para que organismos internacionales encargados de la investigación de este tipo de crímenes inicien una investigación paralela a la que hacen las procuradurías del país. Necesitamos que se llegue al fondo de estos casos; desafortunadamente la confianza en nuestras autoridades es poca, se la han ganado a pulso, años de complicidad, omisiones e impunidad han generado la desconfianza social. Por ello necesitamos elevar ante organismos internacionales, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (que ahora sólo asiste técnicamente al gobierno), los organismos de Naciones Unidas que investigan desapariciones forzadas y otros crímenes de lesa humanidad, incluida la Corte Penal Internacional, que inicien sus propias investigaciones.
Si se llegara a corroborar lo sucedido en Cocula, lo más probable es que la red de complicidades con el crimen organizado involucre no sólo a las policías locales, sino también a otros presidentes municipales, políticos, empresarios y al ya señalado batallón 27 de infantería destacado en Iguala.
En tanto, el Presidente Enrique Peña Nieto ha trazado un ambicioso plan delineado en su discurso “Por un México en Paz, con justicia, unidad y desarrollo”. En su mensaje del jueves 27 destacan diez puntos que intentarán ser una respuesta global a las clamorosas demandas sociales que en los últimos dos meses le han exigido respuestas contundentes al gobierno.
Por primera vez parece que el gobierno se percata que el problema de fondo en el país es la pobreza y la creciente desigualdad social. El presidente se refirió a dos Méxicos, uno sumido en la pobreza y otro que prospera y crece, habló expresamente del Sur e implícitamente del Norte. El Sur son Chiapas, Guerrero y Oaxaca, y hacia ellos dirigirá el gobierno un ambicioso programa de desarrollo. Pero además de ambicioso, polémico.
Habría que comenzar por analizar la manera en que el Presidente entiende la pobreza y la desigualdad en México. El México pobre y el rico no son precisamente como los pinta el Presidente. El México rico no está en el Centro-Norte del país y el pobre al Sur, esto es una simplificación que quizá tenga otros propósitos. El México pobre es más de la mitad del país, está por todos lados. El México próspero y rico es sólo el 10 por ciento de la población, la clase media representa el 40 por ciento restante y está más cercana a la pobreza que al pequeño grupo de ricos. Dentro del 10 por ciento de ricos el uno por ciento es el que realmente detenta la mayor parte de la riqueza, ese porcentaje es el de los grandes empresarios que prosperan, al cual el presidente se refirió como uno de los dos Méxicos, ese es el México de los privilegiados, un México muy exclusivo y excluyente.
Otro problema es su idea de desarrollo, se anuncia la creación de zonas económicas especiales en Chiapas, Oaxaca y Guerrero y Michoacán. Pero nuevamente se enarbola una idea de desarrollo unilateral que no consulta ni toma en cuenta a los pueblos indígenas y las comunidades. Se anuncia un modelo que promete generar empleos (baratos), con el atractivo para las empresas de descuentos fiscales y exenciones al pago de sus obligaciones con el IMSS. Se nos presenta como la salvación un modelo económico que ha sido en buena medida la causa de la pobreza, la desigualdad y la violencia. Más de lo mismo, un círculo perverso que seguramente lo que menos traerá es desarrollo y paz.
juan.cruzparcero@razon.mx
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