Guillermo Hurtado
La construcción de la Ciudad Universitaria fue una de las grandes obras del Estado mexicano posrevolucionario. Un ejército de trabajadores levantó enormes edificios, plazas y calzadas donde antes sólo había un desierto de lava. Los miles de estudiantes y profesores que hoy utilizamos esas instalaciones damos por hecho su existencia, pero su construcción, que costó una fortuna de aquel entonces, fue una obra monumental fundada en la convicción de que la educación pública merecía ese esfuerzo.
La Ciudad Universitaria fue creación de un Estado con las prioridades correctas. Pero el Estado es una máquina impulsada por individuos con nombre y apellido. Tuvimos la suerte de que los promotores y realizadores del proyecto fuesen mexicanos conscientes de la importancia que tendría la Ciudad Universitaria para el desarrollo de la nación.
A la cabeza del gobierno federal que asumió la responsabilidad de la construcción de la Ciudad Universitaria estuvo el Lic. Miguel Alemán Valdés. Egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM, Alemán comprendía cabalmente la trascendencia de ese proyecto, que a algunos les parecía una insensatez y un despilfarro.
Fue por eso que, en agradecimiento, se colocó una estatua del presidente en la explanada de la flamante Ciudad Universitaria. La escultura, que medía varios metros de altura, estaba ubicada a un lado del edificio de la Rectoría y lo representaba togado, con un libro en la mano, como si fuese un académico. El gesto fue excesivo, un ejemplo más del presidencialismo de aquellos años. La estatua, como se sabe, fue destruida por un grupo de estudiantes opositores al régimen. Los restos se retiraron y hoy en día seguramente la mayoría de los alumnos que pasan por allí ignoran que alguna vez hubo una estatua en ese sitio.
Como dije, me parece que la instalación de la estatua de Alemán fue un exceso de la política de aquel entonces. De ninguna manera propondría que se reinstalara. Sin embargo, me parece que no deberíamos olvidar el rol decisivo que tuvo Alemán en la construcción de la Ciudad Universitaria.
Pienso que habría que considerar — cuando el momento sea propicio— que algún edificio, biblioteca, auditorio, plaza, avenida o circuito de la Ciudad Universitaria llevara su nombre.
Pero más allá de las placas o de los monumentos lo importante es que
los universitarios seamos capaces de leer nuestra historia con un criterio más amplio. Los gobiernos del PRI cometieron muchos errores, es cierto, pero también sentaron las bases del México contemporáneo. Desde que José Vasconcelos decidió incorporar a la Revolución un proyecto educativo, los demás gobiernos del siglo XX asumieron el compromiso de impulsar la educación pública mexicana. ¿Se pudo haber hecho más? Seguramente. ¿Se pudo haber hecho mejor? Sin duda. Pero sería obtuso soslayar lo que hizo.
La Ciudad Universitaria es un testimonio imperecedero del patriotismo y la altura de miras del presidente Miguel Alemán.
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