La beatificación de Miguel Hidalgo

Guillermo Hurtado

Miguel Hidalgo es el padre de la patria. Su sitio en la historia oficial es inamovible. Sin embargo, yo me pregunto si no merecería también ocupar un lugar en los altares de nuestras iglesias.

Hidalgo inició el proceso revolucionario que nos liberó del yugo colonial. Pero además, fue él quien sentó las bases de una república fundada en los preceptos de la ley natural reconocida por la teología católica. Hidalgo abolió la esclavitud, decretó que todos los mexicanos éramos iguales, canceló los tributos y ordenó que se devolvieran las tierras comunales a los pueblos indígenas. Si bien encabezó una lucha armada, lo hizo para defender a su pueblo de la opresión. La guerra de Hidalgo fue una lucha de liberación, una guerra justa por donde se la vea. Es cierto que sus tropas cometieron crímenes terribles, pero no se puede culpar a Hidalgo de haberlos causado. No sería Hidalgo el primer santo que desenvainó una espada. Recordemos que Santa Juana de Arco también encabezó un ejército liberador.

Pero lo dicho hasta ahora no justificaría que se abriera una causa para su beatificación. Para ello, tenemos que aventurarnos en otros terrenos que necesariamente tienen que ir más allá de la historia factual y entran en lo que Luis Villoro llamó la historia enigmática.

El primer argumento que ofrecería sería el de la misteriosa relación que hay entre Hidalgo, la Virgen de Guadalupe y el destino de la Nación Mexicana. Hidalgo tomó el estandarte de la Virgen de Guadalupe para embanderar su lucha. Y la Virgen de Guadalupe, patrona y protectora del pueblo mexicano, acompañó a sus tropas hasta el final.. No se entiende, por lo tanto, la Independencia de México sin la intervención de la Virgen de Guadalupe.

¿Pero podríamos pensar que fue un hecho fortuito el que Hidalgo hubiera tomado ese estandarte? ¿No podríamos imaginar que fue la Virgen quien, movida por su amor a la Patria, se acercó a las manos de Hidalgo para que él cumpliera con su misión?

El segundo argumento es que la actividad política de Hidalgo siempre estuvo basada en los principios más hondos de la fe católica. No se olvide que Hidalgo, teólogo destacado, se lanzó a la lucha para defender a la religión de sus enemigos, quienes habían tomado el poder en España y obligado a renunciar a Fernando VII. Sin embargo, la Iglesia Católica Mexicana lo combatió con una saña que todavía impresiona al día de hoy. Esa Iglesia, sin embargo, estaba al servicio del poder ilegítimo y era una enemiga del pueblo. En este caso, el verdadero defensor de la fe cristiana era Hidalgo, no la Iglesia que lo juzgó y degradó.

El tercer argumento es que Hidalgo murió como un mártir. Cuando Hidalgo fue capturado fue sometido a toda serie de humillaciones y vejaciones. Primero fue sometido a juicio por la Santa Inquisición. Luego fue entregado a las autoridades civiles que los condenaron a muerte. Después de su fusilamiento fue decapitado, colocaron su cabeza dentro de una jaula y la colgaron de una de las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas. Me parece que para entender el martirio de Hidalgo podríamos trazar analogías con los casos de Juana de Arco y del Arzobispo Óscar Arnulfo Romero. Al igual que Hidalgo, Juana de Arco fue acusada de herejía y murió salvajemente ejecutada. La Iglesia Católica la rehabilitó en 1456 y luego la canonizó en 1920. Como Juana de Arco, Hidalgo también murió como un mártir por defender con las armas la libertad de su pueblo. Pero, también hay semejanzas con el recientemente beatificado Arzobispo Óscar Arnulfo Romero, que se atrevió a denunciar, sobre la base de la doctrina cristiana, la opresión que padecía su grey. El Padre Hidalgo también murió por defender a su pueblo, inspirándose para ello en el Evangelio, la Teología católica y la Virgen de Guadalupe.

Pero, antes de que se abriera una causa para la beatificación de Hidalgo, la Iglesia Católica tendría que reconocer de manera explícita sus errores y rehabilitar plenamente la memoria del párroco de Dolores. En los discursos recientes del Papa Francisco se puede observar una nueva actitud ante la historia y la realidad de América Latina. Opino que la reivindicación de Hidalgo por parte de la Iglesia Católica iría en la línea de esta tendencia.

guillermo.hurtado@3.80.3.65

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