No al boicot judío en España

Gabriel Morales Sod

La semana pasada, el grupo BDS País Valencià, que promueve el boicot, la desinversión y las sanciones en contra de Israel como protesta en contra de la ocupación en Cisjordania, amenazó con boicotear el festival de música Rototom en la ciudad de Valencia, si se le permitía al cantante de reggae estadounidense Matisyahu (Matthew Miller) ocupar el escenario.

Contrario a lo que indica cualquier lógica en un país democrático y plural, el festival sucumbió a las presiones del BDS y pidió al cantante, escuchen bien ustedes, hacer una declaración pública a favor del Estado palestino. Las reacciones no se hicieron esperar y pronto el artista declaró ultrajado: “estoy a favor de la paz y la compasión para todos. No introduzco elementos políticos en mi música, mi música habla por sí misma”, “ningún artista merece ser puesto en una situación de este tipo como condición para presentar su arte, sin importar raza, credo o país”.

Gracias a las declaraciones del gobierno español, a la embajada estadounidense en Madrid, a diversas asociaciones civiles, incluyendo a la comunidad judía española, y a la junta editorial de El País, los directivos del festival se retractaron, justificando su actuar como consecuencia de las amenazas del grupo BDS y reafirmando su compromiso por crear un espacio plural. Como bien señaló la carta del gobierno español, la demanda del movimiento “cuestionaba el principio de no discriminación español.” De todos los artistas del festival, incluyendo al artista Capleton, quien en una de sus canciones dice que “los gays deben ser quemados”, sólo a Matisyahu se le impuso el requisito de hacer una declaración política. El motivo no fue el ser un activista o un político que apoya la ocupación, la razón no fue ni siquiera ostentar la nacionalidad israelí (recordemos que el cantante es estadounidense), el motivo fue, simplemente, ser judío.

El mensaje del movimiento fue claro, los judíos, sin importar su afiliación política, tienen que ser sostenidos a estándares diferentes que cualquier otro ciudadano. Como escribiera la editorial de El País, “que en la España del siglo XXI haya particulares y organizaciones que exijan declaraciones ideológicas para poder ejercer una actividad profesional nos retrotrae a tiempos donde había que demostrar la religión y la limpieza de sangre para poder permanecer en la sociedad”. El boicot cultural al artista estadounidense no solamente carece de vínculo con la política israelí, sino que nos trasporta a una época donde los judíos tenían prohibido expresarse. Lo único que queda ahora es esperar que Matisyahu decida presentarse el 22 de Agosto en Valencia, porque la música, como declaró el artista en su página de Facebook, “tiene el poder de trascender el intelecto, las ideas y la política, y el poder de unir a las personas en el proceso.”

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