Las dos caras

Ximena Urrutia

Cada vez que alguien realiza un documental roza una fina línea entre la cual se debaten numerosos valores, ideas, planteamientos y una inevitable lucha contra la perdida de la objetividad.

Se dice que el cine es el retrato de un momento extraordinario.

Hablar específicamente de documentales biográficos torna la situación más compleja y es que, en solo dos horas, se debe contar lo extraordinario de la vida extraordinaria de alguien extraordinario; para bien o para mal.

Él me llamó Malala y Amy, La chica detrás del nombre, estrenaron en la cartelera mexicana a la par, ambos personajes con vidas contrastantes y contrastadas entre sí. Es casi una ironía su estreno simultáneo en nuestro país. Y lo es, sobretodo, porque a pesar de ser ambas historias ideales para la pantalla grande, debemos estar claros en que, ni un personaje increíble, ni la necesidad de contar y compartir su historia hacen buena per se una película.

El me llamó Malala es un ejemplo clarísimo. Dirigido por Davis Guggenheim (Una verdad incómoda), es un acercamiento discretísimo a una mujer increíble; la activista pakistaní Malala Yousafzai, la persona más joven galardonada con el Premio Nobel de la Paz.

La vida de Malala merece ser explicada un millón de veces. La tragedia que casi acaba con su vida y todo lo que representa, la entrega y la valentía con las que lucha contra la injusticia y defiende el derecho a la educación de las niñas, sus llamamientos a los líderes mundiales, su exilio y la nostalgia de la tierra propia, esa que no volverá a ver.

Es casi imposible hacer una película sin interés a partir de un personaje y una historia tan fuertes y representativas de cómo es y vemos el mundo hoy. Pero eso no es garantía de que el documental funcione, como en este caso porque su director, probablemente convencido de lo contrario, se conforma con poco. Guggenheim no sólo no profundiza en los temas que hay entre líneas, ni lo hace en lo que plantea directamente.

Davis se mueve con oficio, cuenta bien la historia, mide las emociones y, lo más valioso de la película, transmite su profunda admiración hacia Malala. Pero se queda en un terreno insuficientemente expositivo, sin ahondar en los temas o preocuparse por las contradicciones de su narración. Una pena, sin duda.

Amy, La chica detrás del nombre, cuenta la historia detrás y delante de la propia historia. Se trata un documental completo y complejo acerca de la chica mas allá de la estrella. Y es que, siendo honestos, de lo otro, sabíamos ya demasiado. O creíamos saber.

El filme hace un recuento del personaje que la prensa destruyo. Asif Kapadia, director de esta cinta (y de la muy brillante Senna), se metió en camisa de once varas y es que no es fácil repasar la breve vida de Winehouse, publicitada en exceso y donde nada era blanco o negro, todo era un cúmulo de contradicciones y verdades a medias como claramente se ve en el filme. Sin embargo, el realizador logra esquivar los juicios y prejuicios y le hace un sentido homenaje.

La película arranca con imágenes de archivo, nos muestra a la Amy que aun no conocía la fama y sus consecuencias, a la adolecente que logra resaltar sin dificultad y nos va guiando a través de la hipersensibilidad de la cantante haciendo de guía en los procesos de autodestrucción. Kapadia logra armar un brillante rompecabezas.

El precio de la fama. El que pagó con su vida. Imperdible.

Twitter: @Xurrutia

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