Hay preguntas que uno preferiría no hacerse jamás.
Pero con suerte, la respuesta te lleva precisamente al lugar que estás buscando. Y justo cuando estamos por perder la fe, películas como El Patio de mi Casa asoman la mirada y nos recuerdan que el cine no está muerto, como Peter Greenaway suele decir, y que la humanidad tiene esperanza.
¿Cómo se prepara uno para la muerte de sus padres? Es el planteamiento con el que Carlos Hagerman se acerca a los suyos, sus padres, y sin más hace un retrato de ambos que se convierte rápidamente en el de tantos.
La vida, la muerte y el amor son los grandes protagonistas del cine. Pero también lo es la honestidad con la que cada tema es tratado, y es sin lugar a dudas, una de las cualidades más valiosas que puede tener una película. Y El Patio de mi Casa es claramente una honesta declaración de amor, no sólo a la familia del director, pero a México, ése que por momentos y tras los diarios encabezados del periódico, olvidamos a veces que existe.
Doris y Oscar son los padres de Hagerman. El documental habla del trabajo al que la pareja dedicó su vida: buscando e impulsando oportunidades educativas en comunidades indígenas y rurales en México. El resultado es una película sobre las posibilidades de transformar la vida de las personas a través de la idea de seguir enseñando y aprendiendo.
El realizador se adentra en los más íntimos recuerdos a través de pláticas, de fotos o videos. Fueron más de 20 años recopilados y recopilando, según cuenta el propio Hagerman. Así las imágenes en super 8 del archivo familiar acompañan la historia. Vemos a Doris y Óscar cuando eran pequeños, cuando eran adolescentes, cuando se casaron. Este material alimenta el recuerdo y la voz del director en esta oda a la vida de sus padres, a la vida en general, haciéndonos reflexionar sobre el paso del tiempo y la importancia de la enseñanza, el aprendizaje y los vínculos familiares, los valores y sobretodo la pasión por cada paso dado.
Doris reconoce que “quisiera más tiempo para seguir aprendiendo” y Óscar, que le “hace falta valor para la vejez”.
Uno de los grandes aciertos del filme es esa cercanía que no evita la emoción, pero que mas allá de ella, logra mantener al realizador en su posición no sólo de hijo pero también de director, y es que ¿se han preguntado ustedes lo complejo que resulta ver a tu familia durante 4 años con este objetivo?
Hagerman va de adentro hacia fuera, logrando un retrato tan íntimo, tan suyo, que termina siendo de todos, se convierte en universal. Y que mayor logro que ese.
Conmovedora hasta doler y dulce hasta reír. El Patio de mi casa es una de esas que usté Sr. Lector, no debe dejar pasar.
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