A Miguel Ángel Mancera le han cargado toda la culpa por los cambios al Hoy No Circula. Le ha llovido. Le achacan la medida como si hubiera sido su decisión, como si el ocurrente hubiera sido él.
Podrá haber otras críticas a su gobierno, sin duda, pero responsabilizarlo por las medidas anunciadas la semana pasada, que harán que a partir de mañana todos los vehículos dejen de circular un día a la semana durante los próximos tres meses, no puede ser una de ellas.
De entrada, porque la decisión está lejos de ser suya. La Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAMe), que ha tenido un comportamiento tan errático que raya en lo sospechoso, se ha encargado de enredar el asunto. Su torpeza asombra tanto como su capacidad para manejar bajo perfil y que los golpes peguen en el gobierno capitalino. Quienes tomaron la decisión no han, siquiera, dado la cara. Su coordinador ejecutivo, Martín Gutiérrez Lacayo, tiró la piedra y escondió la mano. Él es el ocurrente que decidió ir contra la ciencia y el sentido común.
Investigadores del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM señalaron que no basta con que los automóviles dejen de circular. El programa, dijeron el pasado viernes en un comunicado, es insuficiente y no resuelve la contaminación del Valle de México. De acuerdo con el Centro, no basta con limitar la circulación, sino que se debe revisar, homologar y reforzar el ordenamiento territorial en todas las entidades de la Megalópolis, así como generar un programa de movilidad megametropolitano, privilegiando el transporte público. ¿Qué dijo la CAMe? Calladita. ¿Y Gutiérrez Lacayo? Ni sus luces.
Pero si el silencio de la CAMe es grosero, lo es también la irresponsabilidad de pasadas administraciones capitalinas que dejaron que la contaminación creciera. La Razón publicó datos contundentes: AMLO y Marcelo Ebrard talaron, en 12 años, 57 mil árboles para abrir espacio a sus megaobras —de la Supervía al Segundo Piso—; durante sus gobiernos aumentó 84% el uso de vehículos; no incrementaron la red del STC Metro —sólo Ebrard inauguró, a un mes de irse, la fallida Línea 12—. Se olvidaron las políticas ambientales. Ahí están los resultados.
Ahora la ciudad enfrenta una crisis que ha evidenciado malos manejos de anteriores gobiernos, falta de solidaridad de gobernadores de la Megalópolis que voltean la mirada hacia otro lado y evitan un problema del que son corresponsables, y que pone en jaque también la relación CDMX-Gobierno federal. “Hago un llamado al Presidente para que gestione un fondo de por lo menos 5 mil millones de pesos para que podamos mejorar el transporte público (…) quiero hacer un llamado enérgico y respetuoso”, dijo el Jefe de Gobierno el viernes. Y no es que Mancera no tenga responsabilidad en resolver la problemática. Cae en su cancha y debe hacerlo. El mismo viernes declaró: “tenemos que cambiar los viejos microbuses, que sabemos son otro factor de contaminación”. Sí, mejorar el transporte y la calidad del mismo es urgente. Pero la CDMX estuvo inmersa en una dinámica electorera que hizo que las administraciones pasadas no tomaran decisiones de fondo que, aunque impopulares, eran necesarias. Hoy nos ahogamos en smog.
Off the record… 27 horas sin automóviles ni motocicletas. No, no es la CDMX. La medida se aplica en Medellín, Colombia, ante la crisis por contaminación del aire.
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