“Ahora sí ya tengo una tumba para llorar…”

Evita Muñoz Chachita murió el pasado 23 de agosto a los 79 años. Ella era la última sobreviviente de la época de oro del cine mexicano y con su fallecimiento acaba de desvanecerse ese periodo glorioso de nuestra cultura popular.

Niña prodigio del cine mexicano, tuvo una larguísima carrera artística que comenzó a los cinco años. En Ay Jalisco no te rajes (1941) Evita hizo por vez primera el personaje de Chachita, una pequeñita que sirve de cupido entre el apuesto Salvador (Jorge Negrete) y su tía Carmela (Gloria Marín). La industria cinematográfica proyectó a Chachita como la versión mexicana de Shirley Temple. De este plan surgieron películas como La pequeña madrecita (1944) o La hija del payaso (1946), que la hicieron famosa. Chachita también estuvo presente en el programa de radio La legión de los madrugadores, que mi madre escuchaba antes de ir a la escuela. Sin embargo, fue su participación en la trilogía de Nosotros los pobres (1947), Ustedes los ricos (1948) y Pepe el Toro (1952) la que le concedió la inmortalidad.

Una de las líneas argumentales de Nosotros los pobres es la historia de Chachita, una niña que vive con Pepe el Toro (Pedro Infante) y su abuela muda y tetrapléjica (María Gentil Arcos) en un barrio humilde de México. La niña cree que Pepe es su padre y que su madre murió cuando ella era muy pequeña. La verdad es que Pepe es su tío y que su madre (Carmen Montejo) es una mujer que cayó en malos pasos y la abandonó poco después de nacida.

Un día Chachita va al cementerio para llorar en la tumba que supone es la de su madre y descubre que ahí está enterrada otra persona. A partir de entonces Chachita vive con la desgracia de no saber cuál es su origen. En el lecho de muerte de su madre, Chachita se entera de que la arrabalera tísica que ella pensaba que se le arrimaba a su padre era en realidad la madre que ella tanto había añorado conocer.

Al final de la película, cuando Pepe sale de la cárcel y se casa con su novia (Blanca Estela Pavón), van en familia al cementerio para visitar a sus deudos. La mujer que le había aclarado a Chachita que la tumba en la que ella antes lloraba no era la de su madre le pregunta que si se había vuelto a equivocar de sepulcro. Chachita se limpia las lágrimas y con una sonrisa de orgullo y satisfacción le responde: “Ahora sí ya tengo una tumba para llorar.“

La trilogía de Pepe el Toro

—que también podría llamarse la trilogía de Chachita, porque ambos personajes sostienen la trama por igual— dio a los mexicanos la mágica oportunidad de reír y llorar frente a una pantalla como si fueran espectadores de sus propias vidas.

guillermo.hurtado@3.80.3.65

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