Miserable y ruin oposición del abogado de los 43 de Ayotzinapa, Vidulfo Rosales, a que el Estado Mexicano y el Senado entreguen la Medalla Belisario Domínguez al “héroe de la gasolinera”, como se conoce ya a Gonzalo Rivas, el ingeniero en sistemas que dio su vida para evitar una explosión en una estación de gasolina incendiada por normalistas el 12 de diciembre de 2011.
“La impulsan (la postulación) los grupos de derecha y conservadores, y tiene por objetivo golpear a las normales rurales, en particular a la de Ayotzinapa”, alegó el abogado. Según él, dar la medalla póstuma a Rivas tiene la intención de “presentar a los normalistas como responsables”.
Pero su vileza fue más allá al decir que “el fuego (provocado por los normalistas) ya estaba controlado, pues hay un mecanismo activado por la propia gasolinera que evita su propagación. Decir que el fuego iba a acabar con Chilpancingo si no intervenía Gonzalo, es cuestionable y tendencioso”.
Nada raro, sin embargo, en un sujeto como Vidulfo Rosales, quien considera a los padres de las 43 víctimas de la noche del 26 de septiembre de 2014 como “pinches indios piojosos”, como lo reveló un audio difundido en abril pasado.
Si así se refiere a sus clientes, con los que ha hecho el negocio de su vida con la farsa de que “fue el Estado” el que asesinó a los 43, ¿qué se podía esperar al referirse a una víctima de sus defendidos?
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Sin ánimo de ganarse a los electores indecisos, estuvieron los candidatos a la presidencia de Estados Unidos: Hillary Clinton, del partido Demócrata, y Donald Trump, del Republicano, en el segundo debate que sostuvieron el pasado domingo.
Trump ratificó su racismo, su sexismo, antimexicanismo, bravuconería e ignorancia de su propio país y de los problemas globales que, indefectiblemente, deberá enfrentar si llega a la Casa Blanca. O sea, el mismo discurso con el que ya tiene garantizado el voto de los WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant, o en español: blanco, anglosajón y protestante) y los Redneck del centro de Estados Unidos.
Clinton no fue mejor. Dejó escapar la oportunidad dorada de hundir a su contrincante, que está en el peor momento de su campaña por los escándalos de misoginia revelados por la prensa estadounidense el fin de semana. Ella optó por mantener su discurso dirigido a los estadounidenses ilustrados, citadinos, clasemedieros y residentes de ciudades costeras como Seattle, San Francisco, Nueva York…
Ninguno arriesgó a buscar convencer a los que aún dudan a quién entregar su voto, lo cual era clave porque las encuestas ya no son confiables en ninguna región (Brexit y Colombia, por ejemplo). Y eso se llama miedo a perder lo ganado.
Pésimos candidatos.
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Descaro total de los actores que AMLO designó como diputados a la asamblea Constituyente de la CDMX, Damián Alcázar y Héctor Bonilla: apenas van cuatro sesiones de ese órgano del que emanará la Constitución capitalina y ya faltaron a dos, sin contar con que Bruno Bichir de plano pidió licencia para separarse de la curul, porque tenía que atender un compromiso actoral en Puebla.
Deberían aprender de Carmen Salinas, diputada federal, a la que los obradoristas atacaron. Al menos ella no falta a las sesiones.
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