Hace unos días se cruzo en mi camino la historia de una joven que me pareció que de forma muy cotidiana expresó con gran claridad y a la vez crudeza el dolor que aqueja a nuestra joven sociedad mexicana.
A esa que muchos llaman “la esperanza de México”…
Les cuento la historia de Gabriela, una joven profesionista mexicana de 28 años, que esta semana se vio obligada a firmar una carta de renuncia a su trabajo, en un acuerdo “civilizado” con la empresa que la tenía contratada desde hacía seis años.
Gabriela es egresada de la carrera de Comunicación por la Universidad Autónoma de México. Hace 8 años, siendo aún estudiante, obtuvo su primer trabajo como pasante de tiempo completo sin recibir sueldo por nueve meses.
Aceptó las condiciones porque —característico de su generación mejor conocida como millennial— buscaba una opción laboral que no sólo le diera un ingreso económico, sino una satisfacción personal.
Dos años depués, con un poco más de experiencia, en la misma empresa la joven cambió de área, ahora con más responsabilidad pero donde también duró no mas de dos años.
Gabriela, con buenas referencias en la empresa pero siempre inquieta, fácilmente se colocó en un nuevo escritorio, quizá no tan bien remunerado como ella hubiera esperado pero que aceptó, ahora obligada por los compromisos económicos propios de su nueva condición independiente.
Fueron dos años más de trabajo arduo que esta vez no le dieron a Gabriela crecimiento económico, ni profesional, pero sí un gran sentimiento de frustración personal. Dos años que concluyeron la primera semana de este enero, cuando la profesionista pasó a formar parte de los 35.4 millones de mexicanos económicamente inactivos.
En esta ocasión no fue su decisión. Fue la consecuencia del obligado recorte presupuestal al que la empresa en la que trabajaba tuvo que recurrir, —al igual que tantas empresas mexicanas en este momento— para intentar mantenerse a flote.
Me resultó curioso toparme con este hecho justamente a unos días de haber leído un interesante artículo en una revista de mercadotecnia y publicidad, que aseguraba que México cuenta con la tasa más alta de líderes Millennials del mundo (jóvenes de entre 20 y 35 años), con un 21% de los líderes mexicanos en ese rango de edad, mientras que la media mundial es del 11%.
Vaya que eso suena esperanzador en estos días en que los principales líderes mexicanos, sobre todo los políticos, parecen más cacha-bolas que goleadores. Porque nadie va un paso adelante, no hay iniciativas, sólo reacciones temblorosas. Todo mal. De acuerdo a un estudio realizado por la empresa Telefónica y el Financial Times, México es uno de los países que cuenta con los millennials más ambiciosos del mundo, pues asegura que el 55% de la también llamada “Generación Y” quieren ser empresarios. La mala noticia es que sólo un 14% por ciento de ellos confía que lo va a lograr.
Y es que la generación mexicana de millennials —que representa el 30 por ciento de nuestra población según datos del INEGI—, está creciendo en condiciones sociales y económicas en las que es difícil saber si la tablita en la que están parados es la de salvación o la del naufragio.
No por nada se define a la generación Millennial mexicana como la menos confiada, ya que entre ellos se concentra el grupo de personas con menor sensibilidad, mayor descontento político y religioso de los últimos 25 años en nuestro país.
Y es que son sobre todo las dificultades para encontrar un empleo que le de a esta nutrida generación de mexicanos un sentimiento de seguridad y perspectiva, lo que indudablemente ha fomentado la incredulidad que la caracteriza. Una cifra muy peligrosa en este año electoral.
La historia de Gabriela es la de muchos mexicanos en este momento. Muchos jóvenes profesionistas que comienzan el año en el desempleo, con pocas opciones de oportunidad y en un ambiente de inestabilidad económica e ingobernabilidad política en el país.
“Tengo miedo e incertidumbre por el panorama que tenemos los jóvenes para poder ser productivos y al mismo tiempo realizar nuestras aspiraciones personales. Es una lucha constante por romper paradigmas y generar un cambio, difícil cuando tenemos que enfrentarnos a sistemas y protocolos que parecen ponernos mas barreras que oportunidades”, me dijo Gabriela, y el mensaje me retumbó en los oídos como si lo escuchara en un coro conformado por millones de jóvenes mexicanos…
monica.garza@razon.mx
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