Pendenciero

Foto: larazondemexico

Supongo que debe haber manera de determinar los motivos que llevan a una persona a elegir por quién vota. Es decir el conocer el porcentaje de individuos que emiten su voto por lo que les dicta su corazón, guiados por sus sentimientos; y aquellos que lo hacen basados en análisis más complejos. Sin embargo, en casi todos el anhelo de cambio está presente, porque es algo intrínseco en el ser humano; y por supuesto los políticos se encargan de fabricar esa ilusión.

El ánimo ciudadano es real y lógico, vivimos en sociedad y nos afecta directamente el manejo de la economía, de la seguridad, de la justicia, del medio ambiente y todo en lo que incide la actividad gubernamental. Por eso, en la competencia por el poder, se busca maximizar las fallas del contrario y se promete cualquier cantidad de cosas para mejorar nuestras vidas.

Ante esto no es nada fácil combatir a la narrativa populista en la calle, contrario a lo que ocurre cuando se está en ambientes controlados de análisis y reflexión. A este tipo de demagogos le basta con repetir dos o tres frases, con elegir chivos expiatorios y ofrecer soluciones simplistas a problemas complejos para tocar las fibras más sensibles de un pueblo agotado o descontento.

“Los mexicanos son los que te quitan tu trabajo y tu seguridad, por eso vamos a construir un muro”. Parecía una tontería que no pasaría de lo anecdótico, y ese absurdo hoy manda en la Casa Blanca. Y lo peor es que esa semilla de odio y frustración creció y sigue dando frutos; se hizo fuerte y es el asidero que usa frecuentemente Trump cada vez que su gobierno entra en crisis (que ocurre cada semana).

Obviamente, al igual que los judíos no eran los culpables de la mala situación económica de la Alemania nazi, los mexicanos en Estados Unidos no son responsables más que de trabajar; porque no tienen nada qué ver con la violencia, el crimen, el desempleo y el terrorismo que padecen (de propios y extraños).

Pero aquí constantemente ayudamos a alimentar la narrativa de la “mafia en el poder”. Facilitamos esto porque tenemos cualquier cantidad de problemas no resueltos; y lo peor es que casi todos giran alrededor de la pobreza y el nivel educativo de nuestro pueblo. Sin embargo, un político serio, inteligente y comprometido está obligado a enfrentar a la demagogia de maneras no tradicionales.

Tiene que ir a la calle (y a las redes sociales) a darle la cara al pendenciero. Está forzado a liarse con el populista sin miedo, e incluso debe estar preparado para defenderse y contraatacar a un contrincante que no respetará las reglas, que jugará sucio y que después se irá corriendo diciendo que le hicieron trampa.

En la escuela y en el barrio, al pasado de listo se le daba la cara; y aun si quien lo hacía se llevaba la peor parte, con eso terminaba el acoso. Hagámoslo sin miedo, con la verdad que desnuda y con la fuerza de las convicciones.

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