En el último episodio de la zaga Monreal, dio una serie de entrevistas en las que describió a López Obrador como el político con la mayor autoridad moral en el país. Más allá del penoso episodio por el que tuvo que pasar el aún delegado, y de lo que no pretendo hacer leña, el pedestal en el que puso al tabasqueño es absolutamente inmerecido.
Una de dos, o el zacatecano ha vivido rodeado de personajes de dudosa reputación, y por lo tanto a su jefe lo ve como lo menos peor en su grupo de colegas (lo que haría que sus parámetros estuvieran completamente distorsionados); o ya llegó a un punto en donde la idolatría y la conveniencia lo han llevado a expresarse de esa forma zalamera.
No es, desde luego, el primero en equivocarse en ese tema. Esa misma expresión la he escuchado en boca de personas con una gran capacidad de análisis y de mucha solidez intelectual. He leído incontables veces, a columnistas y analistas, que afirman que dado que el dueño de Morena vive alejado de excentricidades, eso lo hace honesto y moralmente superior al resto.
Nada más erróneo y alejado de la verdad. Y es triste porque si nos ponemos a reflexionar sobre la calidad moral de quienes conforman nuestra clase política, son pocos los que destacan por su rectitud, congruencia y entereza. Pero sin lugar a dudas los hay, y eso nos debe marcar la pauta.
No tiene calidad moral quien se rodea de pillos, amparados en fueros y cubiertos por el “manto purificador” de la izquierda. ¿Qué calidad moral puede tener alguien que tiene de socio a Alberto Anaya del PT? ¿En qué se distingue un Marcelo Ebrard o un René Bejarano de un Javier Duarte o un Guillermo Padrés?
Absolutamente nada los hace diferentes. Y tampoco puede alabarse el nepotismo que orgullosamente presume, ni el oscurantismo en el manejo de los recursos públicos. Mucho menos lo convierte en un paladín de la democracia la forma en que se conduce y se ha conducido al interior de los partidos en los que ha militado, ni en su manera de “hacer política”, que consiste en no hacerla.
Puedo aquí elaborar una interminable lista de gazapos, corruptelas, asociaciones delictuosas y demás hechos deleznables que hacen de López Obrador todo, menos un líder moral. El único y verdadero líder moral de la izquierda es Cuauhtémoc Cárdenas, un político al que el tabasqueño no le llega ni a las rodillas.
Monreal debería guardar un prudente silencio en ese departamento. Como seguidor de López, pudiera perfectamente inventarse otros argumentos para ensalzarlo o incluso pudiera defender sus propuestas e ideología; pero nada de hacerlo un apóstol de la verdad, la rectitud y la democracia, porque en sus palabras suena patético y lo hace pequeño.
En fin, el arte de tragar sapos sin hacer gestos nunca quedó mejor escenificado que en esta telenovela, que posiblemente nos regale un inolvidable capítulo en la presentación del enésimo plan de gobierno del tabasqueño en el Auditorio Nacional.