Hace unos días, Donald Trump logró que la Cámara de Representantes aprobara su propuesta de reforma fiscal. En ella, el habitante de la Casa Blanca hace ajustes a los impuestos de los ciudadanos norteamericanos, de acuerdo con sus propias fobias y filias. Y aunque todavía queda pendiente la discusión en el Senado, no hay que perder de vista que la reforma es más un instrumento de venganza que un auténtico plan financiero.
La reforma de Trump protege el dinero de sus amigos empresarios y castiga a la clase media, a los pobres; pero también acosa a sus enemigos ricos.
Tomemos por caso el de las universidades. Para nadie es noticia que los fondos de las universidades privadas de alto nivel norteamericanas son, por decir lo menos, cuantiosos. Se conocen como endowments y, en conjunto, suman más de 500 mil billones de dólares.
Tanto el origen como las ganancias que generan son transparentes y legales. Son la suma de las recaudaciones de los exalumnos, donaciones, cátedras y las propias ganancias de las instituciones.
De acuerdo con información financiera de julio de este año, Harvard tiene fondos por 34.5 billones de dólares; el segundo lugar lo ocupa Yale, con 25.4 billones; Stanford posee 22.4 billones; Princeton tiene 22.15 billones; el MIT cuenta con 13.18 billones en fondos; Columbia tiene 9 billones y los fondos de la Universidad de Chicago rondan los 7 billones. El gasto anual de operación —aproximado— oscila entre el 3 y el 5% de los activos que las Universidades tienen invertidos en sus fondos.
Por tanto, hay una estrecha relación entre la riqueza de la universidad y el alto nivel académico que pueden mantener mediante la inversión en infraestructura y la contratación de académicos de nivel mundial.
Y sí, las universidades son súper ricas pero, con la reforma recién aprobada, pagarán más impuestos. Sabemos que los principales críticos del delirio político llamado Donald Trump han sido, precisamente, los académicos de estas instituciones: los profesores del MIT, de Columbia, de Harvard, de Chicago. Y como Trump cree que él es la ley, los hará pagar aumentando la carga tributaria a sus instituciones.
La reforma reduce entre el 25% y 30% de impuestos a las empresas, mientras aumenta el 20% a las ganancias de los instrumentos de las universidades. Esto es un contrasentido pues castiga, directamente, a la educación. La reforma protege al mercado mientras desmantela la fortaleza intelectual del país, pues habrá menor número de estudiantes con becas y menor inversión en investigación.
Los Premios Nobel de este año, reconocerán a siete académicos de estas grandes universidades: MIT, Cal Tech, Columbia, Chicago. Dudo que al Presidente le importe, pues canceló la cena que suele darse en honor de los galardonados en la Casa Blanca. Por cierto, ninguno de los 6,000 egresados de la Trump University ha dado gloria alguna ni a su alma mater ni a su país.
La reforma tributaria es un instrumento más de hostigamiento en contra de los rivales del presidente, a costa de lo que sea. Incluidas la educación, el prestigio y la ciencia.