El Mosh…rum

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Foto: larazondemexico

La huelga “estudiantil” de la UNAM de 1999 afectó la vida de millones de mexicanos; pero sobre todo, desequilibró la armonía de los habitantes de la ciudad. Y es que aún cuando la Máxima Casa de Estudios es una universidad de carácter nacional, tanto su planta estudiantil como el profesorado, son mayoritariamente capitalinos.

En aquellos años, yo tenía la edad de Alejandro Echavarría, alias El Mosh. Sin embargo, para entonces ya había cursado mi posgrado en el extranjero (becado por el CONACYT), era funcionario público en la Secretaría de Educación, estaba casado y ya había nacido mi primera hija. De igual forma, la mayoría de los de mi generación eran noveles profesionistas en el ámbito público o privado.

Hoy día, los de esa generación (de diferentes universidades y profesiones, pero que interactuábamos unos con otros), son gente de éxito, padres de familia con hijos universitarios; algunos de ellos abogados de primera, uno que otro diplomático, alguna se hizo consultora de alto nivel internacional, otros alcanzaron gubernaturas y secretarías de Estado, y otro más es candidato a la Presidencia de la República.

En ese tiempo, ver al Mosh en la televisión, ataviado como eterno estudiante y tomando por la fuerza la universidad, dejando a miles sin clases y sin la posibilidad de continuar los estudios que tanto anhelaban, sacaba la rabia y la indignación de muchos; aunque no de todos.

La izquierda, sobre todo la gobernante en la ciudad, aplaudía y financiaba la osadía y la sinrazón de quien parecía un hongo alucinógeno hecho militante. El Mosh… rum, como muchos le decían, representaba, y sigue encarnando, ese seguidor radical, que cual “solovino” hipnotizado va tras López Obrador, Claudia Sheinbaum, Martí Batres y amigos que los acompañan.

Para quienes no vivieron esos tiempos es importante recordar que el fondo de las protestas fue que el entonces rector, Francisco Barnés, había presentado ante el pleno del Consejo Universitario una modificación al reglamento, que se atrevía a cobrar de manera obligatoria una cuota mínima (ridícula, por cierto) a los estudiantes por concepto de inscripción y aportación semestral. También cometió el sacrilegio de intentar modificar las reglas del pase automático.

Para la izquierda, esto fue demasiado ¡faltaba más¡ los estudiantes bien tienen para comprarse sus chelas y tabacos, pero bajo ninguna circunstancia habría que someter a un joven de entre 18 y 28 años al estrés y angustia de ganarse mil pesitos al semestre para pagar sus estudios.

Era y es, perfectamente entendible esta posición tan progresista, si el líder de Morena tardó más de una década en terminar su carrera. Resulta congruente apoyar esa y otras visiones, como la de derogar la Reforma Educativa y poner a nuestros niños y jóvenes en manos de la CNTE y también del yerno y nieto de Elba Esther Gordillo.

El Mosh acaba de ser arrestado otra vez y resulta que, además, la CNTE le regaló una plaza de maestro; no para que dé clases, sino para que continúe con su lucha. ¡Arriba y Adelante, compañeros!

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